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domingo, 8 de mayo de 2016

Gladiadores del Imperio Romano



A nadie se le escapa el éxito y la fama que poseen actualmente algunos jugadores de fútbol. Jugadores como Messi o Cristiano Ronaldo son venerados e idolatrados en cada partido por una masa enfervorecida de seguidores y fanáticos del balompié. La consecución de un gol marcado por nuestro equipo o nuestros ídolos genera en nosotros una satisfacción y una euforia descontrolada que bien podría compararse a la que producía el antiguo gladiador en el público cuando este hundía su espada en la carne de su oponente.

Y es que los antiguos gladiadores bien podrían compararse a estos deportistas de élite de hoy en día, tanto en fama, gloria como en riqueza. Tal era el punto de veneración que le tenían a estos hombres, que incluso a su sangre se le atribuía propiedades curativas y era comercializada y vendida como un bien de lujo. Tal pasión despertaba estos hombres en las féminas, que se cuenta que una vez una dama de la alta sociedad romana, en un arranque de pasión, abandonó a su marido y familia para huir con un viejo gladiador poco atractivo y marcado de cicatrices por todo el cuerpo y cara, sufridas tras numerosos años de cruentos combates en la arena.

Cuando hablamos de gladiadores, es inevitable que se nos pase por la cabeza la imagen de Máximo Décimo Meridio, el personaje de ficción creado por Ridley Scott para su galardonada película Gladiator, un largometraje que nos hizo vibrar a todos y nos puso en conexión con un mundo casi desconocido, el del entretenimiento más cruel e idolatrado del mundo antiguo, la lucha entre gladiadores.

LOS COMIENZOS

Es difícil precisar con absoluta certeza cuando surgieron los primeros combates de gladiadores. Sí sabemos que  su origen procede de las costumbres etruscas y tenía como finalidad honrar a los caídos en una especie de ritual sangriento, inmolando a los enemigos cautivos en torno a las tumbas de los aliados muertos en batalla.

Es en el siglo IV a.C. cuando nace, siempre en el contexto religioso y ritual, el enfrentamiento y duelo entre sí de delincuentes o esclavos a los que sus amos no iban a echar de menos, en memoria de algún difunto importante. Era un medio para dar más realce a los funerales. Más tarde, estos rituales se convirtieron en un mero espectáculo violento, muy atraído y apreciado por un pueblo romano amante de las emociones fuertes. Fueron muchos los ciudadanos romanos prominentes y aspirantes a las diversas magistraturas, que utilizaron parte de sus fortunas para organizar esta clase de espectáculos y así influenciar en el voto popular. Y es que un buen espectáculo podía hacer ganar unas elecciones. Estos espectáculos estaban acompañados además de alimento gratuito que se repartía al público asistente. Pan y circo era lema de los ricos, para contentar a una plebe siempre dispuesta a sublevarse.

Con Augusto se consolidó la celebración de estos espectáculos haciendo que los magistrados ofrecieran al menos una serie de peleas cada semestre. Pero fue con la familia de los Flavios, con la construcción del Coliseo y la reglamentación de estos combates la que culminó este adueñamiento de las luchas de gladiadores.

LOS GLADIADORES





















Sobre  estas líneas, varios tipos de gladiadores que lucharon y murieron en la arena.

Para dar un buen espectáculo, la profesionalidad de los combatientes y la especialidad en todo tipo de armas era regla importante para el entretenimiento del público. los profesionales de la arena se dividían en clases de las que destacaban los mirmillones, retiarios, tracios, secutores y hoplómacos.

MIRMILLÓN: Variante del samnita. Iba equipado con una espada recta y corta llamada gladius que le servía para apuñalarse cubría la cabeza con un casco que representaba a un pez (mormyr) y se protegía con un gran escudo rectangular (scutum) u ovalado. las pantorrillas iban protegidas con grebas y en el brazo armado llevaba un brazal.

RETIARIO: Su apariencia se asemejaba a la de un pescador. Sus armas eran el tridente, una red y un puñal. A veces protegía su hombro con una hombrera metálica que se prolongaba por el resto del brazo. Estos luchadores dependían de la velocidad y habilidad para escapar de los gladiadores más equipados. La red la utilizaba para intentar que el oponente tropezara y se enredara en ella.

TRACIO: Peleaba con una espada corta y curva. Protegía su cabeza con un casco  cerrado con cresta y visera y utilizaba un pequeño escudo rectangular y grebas en las piernas. El famoso gladiador Espartaco correspondía a esta categoría. Era un desertor del ejército que como castigo fue enviado a formarse como gladiador. Él y otros 70 gladiadores iniciaron una rebelión a la que se les fue sumando otros esclavos hasta formar un ejército de 40,000 fugitivos que derrotó en varias ocasiones al todopoderoso ejército romano. Finalmente, Espartaco fue derrotado, capturado y ejecutado por Roma.

SECUTOR: El secutor era el oponente típico del retiario y por eso cubría su cabeza con un casco sin salientes, para que la red de su rival resbalara. Usaba un gran escudo rectangular u ovalado y protegía sus brazos con muñequeras y coderas. Su arma de ataque era la espada recta y larga.

HOPLÓMACO: Este luchador usaba una lanza ligera y un puñal. Protegía su cabeza con un casco similar al del tracio y un escudo pequeño y redondo. Las piernas las protegía con largas grebas metálicas y usaba un brazal metálico en el brazo.

Aunque en raras ocasiones, también hubo mujeres gladiadoras que combatían entre sí o con animales. tuvieron una vida efímera, prohibiéndose estos combates tras 150 años de práctica.

Un buen luchador podía costar unos 10,000 sestercios, que era el equivalente a 10 años de sueldo de un legionario, aunque había gladiadores más baratos. De modo que la vida de estos luchadores era un bien muy preciado y se les cuidaba con mimo. La alimentación del gladiador se basaba principalmente en la ingestión de cereales como las gachas de cebada, pero también comían frutas, verduras y carne. El gladiador recibía masajes con regularidad para mantenerse en buenas condiciones, tras horas de entrenamiento. El día anterior a los combates, se ofrecía a los luchadores un banquete al que asistía además parte del público que observaba y estudiaba con detenimiento a los gladiadores, para así asegurar y afinar las apuestas.

El oficio de gladiador estaba considerado una infamia y se comparaba al de la prostitución. La mayoría de ellos eran marginados como seres miserables. No obstante, en una sociedad guerrera como la romana, muchos de estos hombres eran venerados por su valor y coraje  y algunos disfrutaron de una fama y fortuna bien merecida. Un "galáctico" de la gladiatura podía cobrar entre 3000 y 15000 sestercios, entre los 1000 o 2000 sestercios de un gladiador normal.

Aunque la mayoría de los luchadores eran esclavos, propiedad del lanista (era el encargado de comprar y cuidar a los gladiadores y formarlos) hubo otros luchadores condenados a muerte por las leyes romanas a los que se les conmutaba la pena, a cambio de luchar en la arena, y hombres libres pobres, sin fortuna o endeudados que preferían jugarse la piel a la mendicidad. Estos gladiadores combatían con muchas ganas y por eso eran muy apreciados por el público. No ocurría así con los esclavos, prisioneros de guerra o los condenados por imposición legal. Hubo incluso hasta 9 emperadores que coquetearon con este oficio, desde Calígula, Adriano hasta el célebre emperador llevado a la gran pantalla, Cómodo.


APRENDIZAJE

    Sobre estas líneas, Palestra o lugar de entrenamiento de los gladiadores. Los edificios que se ven en la fotografía    pertenecen a las habitaciones de los luchadores, almacenes de armas, etc. Foto propia, tomada en la ciudad de Pompeya.

Los nuevos reclutas eran enviados a una escuela especial llamada ludus. Algunas estaban especializadas en un tipo de gladiador y otras entrenaban a todo tipo de luchadores. En el entrenamiento se cuidaban mucho de utilizar armas con las que pudieran herirse y usaban espadas de madera llamadas rudis (Si las cosas iban bien, recibirían esta espada al final de su trayectoria, como señal de libertad), a veces con contrapesas para habituarles al peso normal de las espadas de hierro. Esto también era una medida para evitar rebeliones como la causada antaño por Espartaco. Los escudos utilizados eran de mimbre. Los gladiadores se entrenaban practicando en un poste de madera de dos metros llamado palus, maniquíes y con otros gladiadores cuando habían aprendido a dominar las normas básicas de la lucha. El encargado de darles esta preparación era un entrenador al que se le conocía como doctor, bajo la atenta mirada y vigilancia del magister, que cumplía las funciones de director y entrenador de la escuela, así como juez que arbitraba los enfrentamientos en la arena.

La escuela de gladiadores estaba construida en torno a un espacio cuadrado de entrenamiento llamado palestra donde los luchadores realizaban toda clase de ejercicios y actividades. Alrededor se encontraban otras dependencias como los dormitorios. En el caso de los novatos los dormitorios eran colectivos y los veteranos tenían los suyos propios.

Los gladiadores que se entrenaban hacían un juramento sagrado especial ante un altar en el que juraban obediencia al lanista y soportar que lo marcaran, azotaran, quemaran o mataran, Uri, vinciri, verbetari, ferroque necari. Por su profesión infame, los gladiadores no podían casarse aunque sí tener pareja. Algunos incluso tuvieron hijos.



PREPARANDO LOS JUEGOS

Anfiteatro de Itálica, localizado en la ciudad sevillana de santiponce

El patrocinador de los combates de gladiadores era conocido con el nombre de editor, era quien organizaba el munus, término que alude a los juegos y  que tenía una acepción religiosa fúnebre, de deber hacia los muertos. Junto al lanista, el editor decidía cuantos gladiadores iban a combatir y cuantos artistas y músicos eran necesarios. El lanista tenía que asegurarse de ofrecer un buen espectáculo. En el contrato que firmaba editor y lanista se especificaba todo los que iba a aparecer en los juegos así como los costes. Si un gladiador moría, el lanista recibía una indemnización especial para la adquisición de un nuevo luchador que sustituyera al gladiador muerto. Es por ello que muchos editores concedían clemencia a los heridos para así evitar el pago de estas indemnizaciones.

Un día típico en el anfiteatro comenzaba con un paseíllo semejante al que hacen los toreros actuales. Los gladiadores desfilaban por la arena, mientras una escolta de esclavos les seguía portando las armas y estandartes. El desfile era encabezado por el editor, que vestía ropa muy vistosa y lujosa. Detrás de él iban los músicos tocando alegres melodías con sus trompetas y el hydraulis, un instrumento de sonido agudo parecido a un órgano moderno. Completaba el desfile, los sirvientes, funcionarios y árbitros.

Antes del espectáculo, el editor y el lanista decidían qué gladiadores iban a pelear entre sí y entraban a la arena para la probatio, es decir, para probar las armas y armaduras que se iban a utilizar durantes los combates. Para ello, se cortaban diversas verduras con las espadas y se golpeaban los escudos con palos. Como calentamiento, los luchadores realizaban enfrentamientos suaves  sin derramamiento de sangre. Esto les ayudaba a preparar la musculatura y a caldear el ánimo del público.

Una trompeta señalaba el inicio de los juegos, entonces los contendientes arremetían el uno contra el otro mientras el público animaba, insultaba y vociferaba a viva voz. Entre los gritos más frecuentes, se podía escuchar "habet, hoc habet". El público gritaba esta frase cuando un contendiente sucumbía ante el otro y viene a decir que ya lo tiene, que ya está a su merced. Los lorarii o fustigadores eran los encargados de azotar a los gladiadores que no mostraban suficiente valor en el combate. Si el vencido había luchado con valor podía solicitar clemencia. Para ello, se cubría con el escudo y levantaba la mano izquierda. Si el público estaba de acuerdo, entonces gritaba ¡mitte! que significa, ¡suéltalo! con el pulgar en alto o presionado con el índice. Pero si el vencido no había sido lo suficientemente valiente entonces no podía esperar del público más que un trágico destino, la muerte. Este signo se hacía alzando el pulgar para luego dirigirlo contra el pecho o hacia abajo, mientras el público gritaba la palabra ¡Iugula! que quiere decir ¡degüellalo! Entonces el vencido afrontaba resignado el fatal desenlace mientras el vencedor lo ejecutaba. Los esqueletos de gladiadores ejecutados  hallados,  han mostrado en sus heridas de muerte el método utilizado para terminar  con su desgraciadas vidas. Una de las formas de ejecución más comunes  era el degollamiento o el hundimiento de la espada a través del omóplato hasta el corazón. En el caso de los retiarios se ha encontrado que sus víctimas presentaban orificios de tridente en sus cráneos.
Cuando un gladiador caía a tierra y no se levantaba, se utilizaban hierros candentes para comprobar que el luchador estaba realmente muerto y no estaba fingiendo. Luego, con un gancho  de hierro el cadáver era arrastrado y retirado de la arena.

Mosaico  hispano-romano  que representa  un  combate  entre gladiadores. En este caso se observa que el luchador llamado Maternus fue muerto en dicho combate. Esto lo sabemos por el círculo con la raya que lo traspasa y que viene acompañado junto al nombre. Ese círculo atravesado indica que el luchador murió en la batalla. fotografía propia. Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Los espectáculos eran de lo más variado. Los más impresionantes eran las naumaquias, combates navales que recreaban acciones de guerra en el mar reales como la batalla de Salamina entre griegos y persas, aunque no siempre acababan  como contaba la historia, venciendo el equipo que representaba al ejército perdedor. Aquí se demuestra el gran conocimiento de ingeniería hidráulica que tenían los romanos. Para estas batallas La arena se cubría de agua con un sistema complejo de tuberías y se utilizaban barcos construidos a escala menor comandados por gladiadores. Una vez concluido el combate naval, el agua se drenaba y la arena quedaba lista para los combates tradicionales. El emperador Claudio organizó una batalla naval en el lago Fucino en la que participó 19,000 hombres, la mayoría delincuentes y condenados a muerte. Casi todos murieron y los que no lo hicieron fueron condenados a trabajar como esclavos.

Otro espectáculo muy apreciado por el pueblo romano eran las cacerías de animales o venatio. Tras la victoria de Escipión en Cartago en el 164 a.C, este trajo de África cientos de animales salvajes que tras hacerlos desfilar por las calles de Roma los utilizó en los combates de la arena. Los romanos disfrutaban de las peleas entre animales. Manadas de lobos o leones dando caza a ciervos o cebras. Peleas entre dos animales carnívoros, un oso contra un toro, una serpiente contra un león, etc.
Muchos cristianos al igual que muchos reos de muerte fueron asesinados, para disfrute del público romano, por fieras en un combate desigual y cruel.

PUNTO FINAL A LOS COMBATES

El culpable de que los combates de gladiadores llegara a su fin fue sin duda el cristianismo. Al pasar a ser la religión oficial del Imperio en el 313 d.C. los cristianos pidieron a Constantino la disolución de estos bárbaros juegos. El emperador vetó los combates privados en el año 326 d.C., no así los estatales. En el 404 d.C. el monje cristiano Telémaco separó a dos gladiadores que estaban luchando. Sin embargo, el monje fue asesinado por dos aficionados cabreados. Los últimos gladiadores lucharon a mediados del siglo V, cuando Honorio ya había proscrito estos espectáculos unas décadas antes. Roma estaba demasiado ocupada en intentar sobrevivir a las invasiones bárbaras como para organizar estos espectáculos que ya no gozaban de tanta popularidad.



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