Image { text-align:center; }

domingo, 29 de mayo de 2016

LOS TERCIOS ESPAÑOLES.

Hay tres frases que definen perfectamente el carácter de los españoles y las tres pertenecen al siglo XIX. Dos  de ellas fueron expresadas por el canciller prusiano Otto Von Bismarck:

"Lo increíble de España, es que con una clase política tan inepta, todavía exista el país"

"España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentando destruirse a si mismos y no lo han conseguido"

La tercera frase, en la misma línea que las dos anteriores, tiene como autor a Napoleón Bonaparte:

"A los españoles les gusta renegar de su país y de sus instituciones, pero no permiten que lo hagan los extranjeros"

Como veis, nada nuevo bajo el sol. España es un país donde sobran políticos y no falta  corrupción, donde estamos a la cola en ayudas sociales y a años luz  de conseguir un sueldo mínimo digno, donde el paro predomina, donde los bancos oprimen y dejan a familias enteras en la calle y donde es difícil vivir, pero en realidad es donde queremos morir.Y es que a los españoles, aunque nos gustaría colgar de los pulgares a la clase política o lanzarla a un mar lleno de tiburones hambrientos, somos un pueblo de esperanza. Y aunque reneguemos de nuestro país o nuestras instituciones, en nuestro ADN llevamos impreso la lealtad y la fe en una España que amamos y defendemos de quienes se atreven a ultrajarla. Cuando Napoleón ocupó España dijo que a lo sumo, no necesitaría más de 10,000 hombres para invadirla. Finalmente no lo conseguiría ni con 500,000. Y es que en sus cálculos no contó con un detalle que arruinaría totalmente sus planes; el pueblo español. Sí, ese pueblo que ponía a parir a sus gobernantes y políticos y que  el 2 de mayo de 1808 tomó las armas declarando la guerra a Francia. Ese pueblo que se sublevó al poder romano e inventó la guerrilla como modo de combate y que trajo de cabeza al Imperio. Ese pueblo que creyó en sí mismo y logró recuperar las tierras que el Islam nos había arrebatado. Ese pueblo que forjó los mejores guerreros del mundo en una época en que toda la Tierra era llamada España. Hoy rindo homenaje a estos últimos, los mejores soldados de la cristiandad, los temibles Tercios españoles.



La historia de los Tercios está ligada a uno de los mejores militares de toda la historia del  mundo y del que hablaré en un futuro artículo. Me refiero a Gonzalo Fernández de Córdoba, apodado como "el gran capitán", cuyas tácticas novedosas de combate ayudaron a crear unos Tercios que desde 1503 hasta el desastre de Rocroi en 1643 estuvieron invictos por casi 150 años, luchando contra los mejores ejércitos del continente.

Los Tercios combinaban una forma de lucha muy innovadora y eficaz, utilizando espadas, picas y armas de fuego como mosquetes o arcabuces. En primer lugar, los mosqueteros abrían fuego a más de 100 metros de distancia del enemigo, tras lo cual los arcabuceros disparaban a una distancia menor. Luego, los piqueros avanzaban en cuadro, con sus largas picas apuntando en dirección de sus enemigos. La imagen se asemejaba a la de gigantescos erizos de hierro, madera y cuero, mientras en los flancos, un número reducido de arcabuceros seguían a los piqueros. Esta táctica y la introducción de las picas, acabó con el predominio de la caballería pesada, pues al que osaba intentar penetrar a caballo en la formación de picas, acababa como un pincho moruno.

Otra táctica curiosa empleada por los Tercios era "la encamisada" que consistía en el asalto nocturno de grupos reducidos en campo enemigo. Los atacantes iban solo armados con espada y cuchillo y sin protección. Solo llevaban una simple camisa blanca (de ahí el nombre) para poder distinguirse de los enemigos. Era una táctica extraordinaria que minaba la moral del enemigo y le causaba numerosas bajas.

La pica era el arma más característica de los Tercios, una larga lanza que podía medir entre 4 y 6 metros. Era un arma eficaz para detener el avance de cualquier enemigo a caballo o a pie. Los piqueros se organizaban de manera que las primeras filas las ocupaban los soldados más veteranos y mejor protegidos con cascos, espaldares, petos y falderas metálicas. A estos se les llamaba "Picas armadas", mientras que los soldados con menos equipo y escasa protección, ocupaban las últimas filas y se les llamaba "Picas secas".

Por lo general los Tercios no contaban inicialmente con un uniforme estándar y cada uno vestía como buenamente podía. Con la retribución o con los sacos, el soldado estaba obligado a costearse su propia protección y armamento. Mal pagados, mal alimentados y mal descansados, no obstante los Tercios estaban orgullosos de pertenecer a este cuerpo de élite y morir por su patria y rey. Los Tercios eran extremadamente diestros con las armas blancas y eran temidos en toda Europa, y aún por los poderosos genízaros otomanos. También eran gallitos y prestos al duelo a la primera diferencia de parecer.

Los Tercios eran hombres sumamente duros y la disciplina era su bandera. Cuando no estaban combatiendo, los Tercios no estaban ociosos, a las guardias hay que sumarle entrenamiento militar, grandes marchas, exploración, emboscadas, etc.


Su bandera y estandarte era el aspa de Borgoña. Esta se puede considerar probablemente la primera bandera de nuestra nación, instituida por Felipe el Hermoso en honor de su madre, maría de Borgoña. Esta bandera estuvo  vigente desde 1506 hasta 1785 que se cambió por la actual rojigualda.  No obstante, el aspa de Borgoña estuvo presente en los escudos de armas de los sucesivos reyes españoles, hasta que el actual Rey Felipe VI  lo ha suprimido, así como en otras banderas, estandartes y banderines. Ha estado presente en la cola de los aviones del ejército español y fue utilizada como emblema de los carlistas durante la Guerra Civil y el ejército regular decimonónico. El aspa de Borgoña es una representación de la Cruz de san Andrés.



Los Tercios tenían sus propias canciones militares que cantaban alegres y orgullosos. Aquí tenéis la letra y música de una de ellas con motivo de la Toma de Gaeta:


«Gaeta nos es subjeta
y, si quiere el Capitán,
también lo será Milán.
Pues es ganada Gaeta
por el gran duque Gonçalo,
la Francia dio tal resbalo
que se le quebró la teta.
No beberán con galleta,
de Nápoles botaran a Francia, a

beber de authan»






Son muchas las batallas libradas por los Tercios, consideradas épicas y heroicas de las que los españoles tienen poca o ninguna memoria. Y es que si los Tercios hubieran sido ingleses o norteamericanos, Hollywood habría tenido un filón que explotar con superproducciones de cine épico.

De entre todas esas batallas me gustaría rescatar del olvido  dos épicos combates que sin ninguna duda son merecedores de entrar en los anales de la historia militar.

LA BATALLA DE CAGAYÁN


La batalla de Cagayán es probablemente uno de los combates más desconocidos de la historia de España. Sin embargo,  fue una de las batallas de las que se  podría calificar de épica y digna de entrar en los anales de la historia militar. Y es que 40 soldados de los Tercios españoles derrotaron a un ejército pirata de 1000 ronin, o samurais sin Señor.

Llegado a este punto tengo que aclarar que existen muchas voces discordantes respecto a si los soldados enemigos japoneses eran realmente samurais o simples ashiragus que ejercían la piratería. Muchos no creen que nuestros Tercios hubiesen podido vencer cuerpo a cuerpo a los prestigiosos samurais japoneses y minimizan esta victoria, sin tener en cuenta que samurais o no, esta guerra se libró contra ¡1000 hombres!

Pero ¿entra dentro de lo posible que una fuerza de apenas medio centenar de soldados venciera a un ejército de 1000 hombres? la respuesta es un rotundo sí, porque los vencedores fueron los Tercios y las victorias de estos no se basaban en el número de efectivos sino en la estrategia, la disciplina y destreza militar, acompañada de unos excelentes comandantes y oficiales. Era el ejército más temido y respetado de la época. Hay que recordar que Japón, a pesar de contar con guerreros valientes y bien entrenados, nunca se había cruzado con un ejército como el español y los Tercios tenían experiencia más que sobrada para vencer a cualquier ejército y nación del mundo. Veamos como se desarrollaron unos hechos que además, si lo deseamos,  podemos consultar en los documentos que podemos encontrar  en la web del Ministerio de Cultura.



El escenario ocurrió en Filipinas, concretamente en la isla de Luzón, en las cercanías del río Cagayán. en el año 1582. Un contingente nipón pirata o wokou de unos 1000 hombres entre los que se encontraban algunos samurais o mas bien ronin (samurais sin Señor) y ashiragus. Los japoneses llevaban tiempo acosando y saqueando las costas de esta isla filipina y los pobres habitantes de esta zona no aguantaban más. El gobernador de filipinas entonces, decidió pedir ayuda a Felipe II, 

"Los japoneses son la gente más belicosa que hay por acá. Traen artillería y mucha arcabucería y piquería. Usan armas defensivas para el cuerpo. Lo cual todo lo tienen por industria de portugueses, que se lo han mostrado para daño de sus ánimas"

Felipe II mandó al veterano capitán de los Tercios, Juan Pablo Carrión, que con una galera, un navío y 5 bajeles con 40 hombres decidió perseguir a los piratas japoneses de Tay fusa, que como hemos dicho contaba además de los 1000 hombres con un junco y 18 champanes como navíos de combate.



La primera escaramuza tuvo lugar cuando la galera española logró dar alcance al junco nipón (un navío mucho más grande que la galera española) que tras castigarlo con la artillería, los Tercios se dispusieron a abordarlo y atacar con las armas que mejor se manejaban; espadas, picas y arcabuces. 

Los japoneses superaban ampliamente en número a los españoles que tuvieron que replegarse en la popa del junco. Allí los Tercios formaron su peculiar barrera de picas y tras improvisar una trinchera con la driza del palo mayor, los arcabuceros y mosqueteros dispararon contra los japoneses, provocando una masacre entre estos. Muchos nipones aterrados, abandonaron el barco, intentando alcanzar la costa, pero hundiéndose en las aguas  a causa del peso de sus armaduras.

Tras esta victoria, los españoles volvieron a cargar contra los japoneses que iban en los champanes, con el mismo resultado victorioso anterior. Los españoles desembarcaron en un recodo del río y se atrincheraron, esperando al enemigo. Tay Fusa intentó negociar una rendición exigiendo oro a cambio de abandonar el archipiélago, pero Carrión se negó en rotundo.

Tay Fusa decidió entonces atacar con sus "mermadas" fuerzas, unos 600 hombres. El capitán Carrión mandó untar de sebo las picas y cuando los japoneses intentaron arrebatarlas de las manos de los españoles, estas resbalaron de sus dedos. Después de tres intentos fallidos de romper las líneas españolas, los japoneses decidieron huir y abandonar la lucha. 

Cuando regresaron a Japón y para evitar el bochorno de la derrota, los piratas hicieron correr el rumor que sus poderosos guerreros habían sido derrotados por wo-cou, demonios mitad pez, mitad lagarto, resaltando la feroz y sobrenatural fuerza de los Tercios españoles. 

EL MILAGRO DE EMPEL

¿Alguna vez os habéis preguntado por qué el día 8 de diciembre celebramos el día de la Inmaculada Concepción? Todo tiene que ver con la historia que viene a continuación y que tiene como protagonistas a nuestros Tercios.



Nuestra historia comienza el día 7 de diciembre de 1585 y forma parte de la Guerra de los 80 años que culminó con la paz de Westfalia en 1648, en la guerra que enfrentó a nuestro Imperio contra las 17 provincias de los Países Bajos. 

Tras la toma de Amberes por Alejandro Farnesio, este puso sus ojos en las provincias católicas oprimidas del norte, enviando a los Tercios a la isla de Bomel, entre los ríos Mossa y Waal. Sin embargo, el almirante holandés Holak había situado a su flota entre el dique de Empel y la ciudad de Bolduque-Hertogenbochde, de forma que los españoles se hallaban bloqueados y estaban al alcance de la artillería rebelde. Holak ofreció una rendición honrosa a los 5000 Tercios estacionados allí. La respuesta del comandante español Francisco Arias de Bobadilla fue clara:

 "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos."

Holak no se tomó muy bien esta respuesta y decidió acabar con todos los españoles. Abrió los diques del canal del río Mossa, inundando la isla de Bomel, con la intención de ahogar a unos soldados españoles que por los pelos tuvieron el tiempo justo de subir al pequeño monte Empel y no perecer en el agua.

"La inundación echó el río sobre casi toda la isla con tanta presteza que apenas tuvo tiempo Bobadilla para llevar tras el Mossa al lugar de Empel y a otros de la vecindad las tropas, artillería y vituallas. Pero ni aquí les dejó libres la corriente del río, porque si bien los españoles habían tomado los puntos más altos, el campo desde la isla Bomel a Boldu que era algo más bajo y fácilmente llamó a sí las aguas y menos unos altos a los que habían subido los soldados, el otro campo del río parecía un mar hinchado ".

Sin comida, abrigo, con la ropa húmeda y apilados en un terreno minúsculo, el almirante holandés disparó la artillería sobre los indefensos Tercios. Solo un milagro podía salvar a los españoles. 

La providencia quiso que un español hallara, mientras excavaba una trinchera, una tabla de madera con  la imagen de la Inmaculada Concepción pintada en ella. Convencidos de que se trataba de una señal divina, los Tercios improvisaron un altar donde colocaron la imagen  y le rezaron una Salve.
"En ésto, estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Como si hubiera descubierto un tesoro acuden de las tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo Bobadilla. Llevanla pues como en procesión al templo entre las banderas la adoran pecho por tierra todos: y ruegan a la Madre de los Ejércitos que pues es la que solo podía hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquella azechanzas de elementos y enemigos: que tenían por prenda de su libertad cercana su imagen entregada piadosamente cuando menos imaginaban y más necesidad tenían, que prosiguiese y llevase a cabo su beneficio ".
"Pusieron la tabla en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le digesen una salve, y lo continuaban muy de ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen Maria, esperaban en su bendito día"                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
La consigna era clara, Dios estaba del lado de los españoles y había que aprovechar esa ayuda divina. Así, la arenga no se hizo esperar:

"¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?"

¡Sí, queremos! contestaron los entusiasmados soldados.

Ya fuera por la casualidad, la naturaleza  o por la providencia divina lo cierto es que en la noche del 7 al 8 de diciembre se levantó un terrible y gélido viento que hizo congelar por completo el río Mossa de manera extraordinariamente rápida. Al amanecer, los soldados españoles cruzaron a pie el helado río y cayeron por sorpresa sobre las embarcaciones enemigas. Los rebeldes poco pudieron hacer ante el ímpetu y la fuerza de las armas españolas y no tuvieron más remedio que rendirse ante la posibilidad de una masacre más que segura. Todas las naves rebeldes fueron quemadas. Ahí no quedaría la cosa, al día siguiente y envalentonados por la victoria del día anterior, los Tercios atacaron la fortaleza holandesa ubicada junto a la orilla del río Mossa y la tomaron a sangre y fuego.
Holak, abatido por la derrota solo pudo decir:

Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro”.

"cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos"  

Este hecho histórico fue calificado por los católicos holandeses como El Milagro de Empel, y los propios Tercios de Flandes e Italia adoptaron a la Inmaculada como patrona. Más tarde, el 8 de diciembre de 1854, a través de la bula Ineffabilis Deus, la Inmaculada Concepción fue declarada como dogma  de la fe católica.

Desde entonces y a raíz de ese acontecimiento acaecido el 8 de diciembre de 1585, todos los años, para conmemorar la hazaña, los españoles comenzaron a festejar cada 8 de diciembre el día de la Inmaculada Concepción, aunque  la gran mayoría desconozca que dicha fiesta tiene su naturaleza en el llamado Milagro de Empel
                                                                                                                                                                                               



domingo, 22 de mayo de 2016

HISTORIA DE ESPARTA



Cuando pensamos en Esparta no podemos evitar que nuestra imaginación nos arrastre hacia aquel estrecho paso de las Termópilas en el año 480 a.C, donde un puñado de valientes hombretones de ondulantes pectorales puso en jaque a las innumerables huestes del rey persa Jerjes, (Jerjito para los amigos) pero ¿Quiénes eran estos extraordinarios hombres? ¿de donde venían?¿donde radicaba esa fuerza que los hacía ser una fuerza de choque imbatible? 

El origen del pueblo espartano es oscuro. Hace mucho tiempo, en algún lugar del Peloponeso, un grupo de belicosos dorios irrumpió  la tranquilidad de sus gentes tomando a sangre y fuego esta tierra. Atribuyéndose el derecho de conquista, los dorios no justificaron su acto aludiendo a que este país ocultaba armas de destrucción masiva, sino que la tierra ocupada había pertenecido a sus antepasados y  les era lícito recuperarla por el poder de las armas.  Este razonamiento pareció bien al resto de potencias que restaron importancia a la conquista de los dorios sobre la población autóctona. 

Tras esta primera guerra, las tribus dorias se asentaron, se unieron y fundaron una ciudad cercana al río Eurotas, dotada de defensas naturales, así nacía Esparta, cuyo nombre significa "la sembrada" o "la esparcida", pero sus contemporáneos la conocían como Lacedemón y los documentos oficiales hacían alusión a los espartanos como lacedemonios


EL ORDEN DE LICURGO


Inicialmente Esparta era una de las poleis de Grecia que peores leyes tenía. Tras la Segunda Guerra Mesenia en la que a pesar de la victoria, Esparta perdió muchos hombres, se estableció un nuevo orden conocido como “Orden de Licurgo”. pero ¿Quién era este Licurgo y en que se basaba ese orden? Si hacemos caso a lo que nos cuenta Plutarco en sus “Vidas Paralelas”, Licurgo era hijo de un rey espartano llamado Eunomo que vivió hacia el siglo VII a.C. o 2625 B.P. 

Muerto Eunomo le sucedió en el trono su hijo mayor Polydectes que de ahí a poco también acabaría criando malvas, subiendo al trono su hermano Licurgo. Sin embargo la mujer de Polydectes, es decir, su cuñada, estaba encinta, y como ésta tenía conocimiento de la flamante Ley del Aborto del ministerio de igualdad, se acercó a Licurgo y le dijo “oye majo, ¿Qué tal si me deshago del bombo y reinamos tú y yo juntitos?” Licurgo que era un tío majete y socio de Pro Vida se las apañó para convencer a su cuñadísima para que diera a luz al crío, con la promesa de deshacerse del bebé nada más nacer. Así, Licurgo engañó a su cuñada y protegió al niño que finalmente acabaría reinando el Estado lacedemonio, quedando Licurgo como tutor de la criatura. Sin embargo muchos pensaban que Licurgo acabaría con la vida del muchacho para así obtener el trono, para él solo, de modo que para evitar sospechas dijo “hasta luego Lucas” y se exilió. En sus viajes, Licurgo adoptó algunas de las leyes y formas de gobierno de los países que visitó, trasladándolas al gobierno de Esparta después. Sabemos que visitó Creta, Asia, Egipto, incluso España (no nos consta que de aquí adoptara la siesta, los toros y el tinto de verano)

Mientras tanto, Esparta era víctima del caos y el pueblo anhelaba la vuelta de Licurgo. Así, con las nuevas leyes debajo del brazo, Licurgo se acercó al oráculo de Delfos (el Rappel de la época) y mediante una más que probable suculenta suma de dinero, el oráculo aprobó el nuevo orden que fue legitimado por los dioses. Los espartanos que además de ingenuos eran muy devotos de San Apolo recibieron con entusiasmo el nuevo orden.




LA SOCIEDAD ESPARTANA

El corazón del nuevo orden constituido se centraba en la “Gran Retra” que para los espartanos significaba tanto como Messi para los barcelonistas. Legitimada desde lo alto, formaba la constitución espartana todas las formas de gobierno conocidas: Realeza, Asamblea Popular y el Consejo o Gerusia (especie de senado).

Realeza: Existía una monarquía dual cuyas funciones de uno y otro rey consistían en la dirección del ejército y la averiguación de la voluntad divina.

Consejo de Ancianos o Gerusia: elegidos por el pueblo por aclamación formaba este consejo 28 miembros mayores de 60 años más los dos reyes. Conservaban el cargo de por vida y sus funciones consistían en predeliberar las decisiones de la Asamblea Popular y tenían competencias jurídico-penales sobre todo en los procesos capitales. Los ancianos eran muy respetados por la sociedad espartana y tenían muy mala leche.

Asamblea Popular: incluía a cada ciudadano mayor de 30 años, aprobaba o rechazaba las propuestas y estaba excluida de la administración de justicia.

Con el tiempo de creó el eforato, encargado de proteger la constitución. El éforo era elegido por la Asamblea Popular por el espacio de un año y no podía ser reelegido. El cargo era accesible a cualquiera, recibían a los ministros, cursaban las resoluciones de guerra, velaban por el cumplimiento de las leyes y tenían competencias judiciales.

Los ciudadanos de pleno derecho de Esparta se llamaban espartiatas o homoioi, los “iguales”. Según Plutarco en sus Vidas Paralelas,  para ser un “igual” el espartano debía proceder de padre y madre espartiata. Cada recién nacido era examinado por un colegio de ancianos, si el bebé no presentaba ningún defecto físico o psíquico se le inscribía en la lista de ciudadanos y recibía un lote de tierras. Por desgracia, los niños que no pasaban el examen de aptitud eran abandonados a su suerte en un lugar inaccesible del monte Taigeto. (Esta importancia a la perfección física y racial volvería siglos después con el ascenso al poder de Hitler, que puso en marcha un plan para asesinar a miles de alemanes que padecían defectos físicos o psíquicos en pos de crear una nueva raza aria pura y sin defectos. En un próximo artículo hablaré sobre el Aktion t4, un proyecto nazi para la exterminación de estos enfermos)

 Cuenta Plutarco que las mujeres no lavaban a los niños con agua sino con vino a fin de fortalecer sus miembros. (No conocían las ventajas de untarse baba de caracol). Los niños, hasta la edad de 7 años podían jugar libremente y llevar una vida “relativamente familiar”, pero a los 8 años eran repartidos en clases donde comenzaba su educación, la Agogé, centrada en el fortalecimiento físico, resistencia y capacidad para soportar el hambre, el frío, el calor, la sed, los golpes y los dolores. Cuando dos críos peleaban, los ancianos metían cizaña y aleccionaban a los niños a darse de leches hasta que uno perdiera el sentido. Todas estas pruebas  servían para fortalecer el cuerpo e inculcar la obediencia y el ascetismo. Se corría en pelota picada, se dormía sobre ramas y cañas, sólo podían bañarse 2 o 3 veces al año y su comida era escasa, para que por sí mismos remediaran la penuria mediante el robo y el hurto. El robo estaba permitido y les hacía resueltos y habilidosos, sin embargo a aquel que era sorprendido en el hurto, se le aplicaba un buen correctivo por descuidado. Relata Plutarco que tal cuidado ponían los chicos en el robo que “uno que hurtó un zorrillo y lo ocultó debajo de la ropa, y despedazándole éste el vientre con las uñas y con los dientes, aguantó y se dejó morir por no ser descubierto..”

En el marco religioso existía una fiesta en honor a Artemisa vinculada a estos robos en la que muchos de estos jóvenes caían víctimas de los látigos.

Otra de las lecciones que recibían los jóvenes era a usar un lenguaje lacónico, esto es, a dar respuestas breves y concisas. La palabrería y charlatanería estaba castigada con un mordisco en el dedo pulgar (ya podían haber rezado si en aquella época hubiese vivido Ronaldinho). Cuando alguien preguntaba, la respuesta debía ser corta pero ingeniosa y contundente.

-¿Quién es el mejor de los espartanos?
-El que menos se parezca a ti.

Y es que el humor estaba muy presente en la vida de los espartanos, y los lacedemonios debían ser tolerantes y respetuosos tanto al gastar bromas como al recibirlas.

Durante su periodo de formación, el joven era asignado a un tutor, que además de entrenador podía llegar a ser su amante. Y es que tras años de acuartelamiento estos lugares eran un caldo de cultivo para la homosexualidad y la pederastia. 

A los 18 años los chicos ya habían pasado lo peor, no obstante seguían acuartelados hasta los 30 que es cuando adquirían el derecho de ciudadanía. Para poner en práctica lo aprendido, el nuevo espartiata se acreditaba con una especie de caza legal, llamada Kripteia en la  que los ilotas, es decir, los esclavos o sometidos eran asesinados en sus campos o sus casas de manera impune.

SYSSITIA. Una de las instituciones exigidas a los espartiatas era la de pertenecer a una syssitia o Sociedad gastronómica de hombres. En grupos de unos 15 comensales como mínimo, los espartanos solían celebrar diariamente banquetes comunes cuya participación era absolutamente obligatoria. El espartano contribuía a estos banquetes aportando mensualmente alimentos y dinero exigidos por el Estado. El precio era para todos el mismo. Sin embargo, en el momento que alguien no podía contribuir con la cuota exigida perdía automáticamente su status como “igual”. 

El número de comensales nunca variaba y en el momento que había una vacante, cualquier aspirante podía presentar su candidatura para formar parte de un grupo en particular. La elección se hacía cogiendo cada comensal un trozo de miga de pan y amasándola formaba una bola con ella, introduciéndola a continuación en una vasija de barro. Si no deseaba que el aspirante formara parte del grupo, cogía la miga de pan, la aplastaba con la mano y la introducía en la vasija. La votación debía ser unánime, así que un solo voto negativo echaba para atrás la candidatura del aspirante. 

En las syssitias no sólo se iba a comer, allí se hablaba de política, se gastaban bromas y se cultivaba la vida social. La comida ofrecida consistía en pan de cebada, queso, higos, caza o la famosa sopa negra, una sopa a base de sangre y carne de cerdo que según algunos autores tendría un sabor similar a nuestra morcilla actual. A veces emborrachaban a los esclavos para enseñar a los jóvenes las consecuencias de beber demasiado y así cultivar la moderación.

ILOTAS Y PERIECOS. En una sociedad extremadamente militarizada obviamente no dejaba tiempo para trabajar en otra clase de oficios, entonces ¿Quién procuraba el sustento de los espartanos? La población espartana estaba dividida en tres estratos. La parte más pequeña la constituía los ciudadanos de pleno derecho; una parte libre pero sin derechos civiles la formaba los periecos; por último los ilotas, que eran los siervos, formaban el grupo más grande. Hay que recordar que cuando los lacedemonios ocuparon las fértiles tierras de Laconia y Mesenia en el Peloponeso sometieron a la población local y la relegaron al status de siervos o esclavos, ilotas “conquistados o capturados”.

Los ilotas trabajaban las tierras de los espartiatas como esclavos estatales y de su trabajo entregaban una parte elevada a sus amos. El gran número de esclavos era de enorme preocupación para Esparta, por eso cada año los éforos declaraban la guerra a los ilotas, de modo que éstos podían ser matados como forajidos.
Los periecos “habitantes de los alrededores” pertenecían a la tribu de los dorios y hablaban el dialecto de los espartanos. Pagaban tributos regularmente y eran llamados a filas, pero no poseían ninguna clase de derechos políticos en Esparta. Trabajaban en los oficios vedados a los espartanos, tales como el comercio, los negocios o la artesanía.

MATRIMONIO. El matrimonio no sólo era un derecho sino una obligación. Según Plutarco la boda consistía en un rapto de la novia. Ésta era entregada a una madrina que la rapaba el pelo al cero y la vestía con ropa y zapatos de hombre sin pasar previamente por pronovias, la recostaba en un cuarto sola y sin luz, entonces llegaba el novio que sin presentación previa y sin una mala rosa que ofrecer…aquí te pillo, aquí te mato. Una vez consumado el acto sexual, el “romántico” esposo se excusaba diciendo que iba a por tabaco y no volvía hasta que volvía a allegarse a ella a la siguiente noche. Dice Plutarco que muchas parejas tenían incluso hijos antes de verse las caras a plena luz del día.

Los hijos en Esparta eran un bien muy valioso y el Estado incentivaba a las familias prolíficas. A fin de mejorar la casta, muchos ancianos permitían que los jóvenes se acostaran con sus esposas para asegurar que los hijos nacidos fuesen fuertes y robustos. Cualquier espartano enamorado de la esposa de otro podía pedir a éste la oportunidad de gozar de ella. Y es que el adulterio no existía en Esparta, es más, en Esparta estaba permitida la poliandria, esto es, las mujeres podían tener más de un marido. En una ocasión un forastero preguntó sobre el adulterio en Esparta “entre nosotros oh huésped, no los hay”- “¿y en el caso de que los hubiese?”- “pagan un toro tan grande , que por encima del monte Taigeto beba del Eurotas.”- “¿Cómo puede haber buey tan grande?”- “¿y como puede haber un adúltero en Esparta?”-

No casarse estaba mal visto por la sociedad y sujeto a multas muy graves. La base en la que se apoyaba Esparta eran los hijos y cuando alguien no contraía matrimonio ni producía nuevos soldaditos no era bien mirado por el resto. En una ocasión un anciano solterón reprochó a un joven que no le cediera un asiento.
-¿Por qué no me cedes ese asiento?
-Porque tú no dejas un hijo que me lo ceda a mi. 

EJÉRCITO.





El nuevo orden de Esparta se apoyaba en la formación de combate de los guerreros espartanos. Una línea de batalla compuesta por soldados de armamento pesado (hoplitas) intentaba en formación cerrada, hacer retroceder al enemigo con todo el peso de su masa. Dado que no tenían otra cosa que hacer que entrenarse y ejercitarse, los espartanos eran muy superiores a cualquier otro ejército. Así, el escaso número de combatientes espartanos era compensado con su extraordinaria fuerza y habilidad para la guerra. Formada la falange, y estando a la vista del enemigo, el rey hacía un sacrificio y ordenaba a los flautistas que tañesen el aire de Cástor y también daban el himno de embestir. Con semblante dulce y alegre marchaba el ejército atraído por el peligro. Vencido el enemigo, era perseguido hasta asegurar bien la victoria. Perdonaban a los que se rendían y acababan con los obstinados. En el siglo V a.C. había unos 8000 hoplitas espartiatas capacitados para llevar armas, pero su número fue descendiendo paulatinamente y en el siglo IV quedaban 2000 o 3000. Así, se requería la ayuda de periecos e ilotas puestos en libertad, e incluso de mercenarios.

Los espartanos eran muy religiosos y dependían totalmente de la voluntad divina para cualquier acto, así que si el  oráculo restringía la participación a una batalla, los espartanos no acudían a ella. Antes de entrar en combate, los lacedemonios cumplían varios rituales que les preparaba para entrar en el más allá si acababan muertos. Cuidaban con mimo su cuerpo, embadurnándolo con aceite y el cabello largo recogiéndolo en trenzas.

Hay que aclarar que en la batalla de las Termópilas, si bien merece el reconocimiento que la historia les ha brindado a estos 300 nobles guerreros, no podemos olvidar a los combatientes aliados que se sacrificaron en ese campo de batalla. A los 300 espartiatas habría que añadirle varios centenares de tespios, arcadios, tebanos, corintios, etc. hasta formar un ejército de unos 7000 hombres aproximadamente, contra un ejército de  unos 250,000 efectivos. Así que debemos desterrar la idea de que solo 300 hombres se enfrentaron a 2,500,000 enemigos (fuentes según Heródoto)

También habría que desterrar la idea de ese rey Jerjes con aires de Dios megalómano y egocéntrico. Muchas de las noticias que nos han llegado sobre el rey persa están basadas en crónicas griegas o la poco fidedigna película 300 que no le deja en muy buen lugar, pero si hacemos una comparación con otras fuentes, por ejemplo la biblia, vemos a un personaje totalmente diferente. De acuerdo con la mayoría de los eruditos, el rey Jerjes es mencionado en las Sagradas Escrituras como el rey Asuero, esposo de Ester y salvador del pueblo de Israel cuando por decreto los hebreos iban a ser exterminados. En cierto modo, podríamos decir que gracias a Jerjes el nacimiento de Jesucristo fue posible unos siglos después.
La batalla de Platea certificó la superioridad espartana sobre los persas, y su hegemonía sobre los griegos en la Guerra del Peloponeso, muy bien documentada por el historiador Tucídides.  

MUJERES. Las mujeres espartanas tenían fama en toda Grecia por su belleza y por ser parte importante de la sociedad espartana. Hay que recordar que la guerra de Troya fue causada por la hermosa Helena de Esparta. 

Aunque parezca mentira, la formación de las mujeres en Esparta era igual de esmerada que la de los hombres y se las instruía en los mismos ejercicios y habilidades que a los muchachos y lo hacían desnudas. Pero además eran excelentes administradoras y eran parte fundamental para el buen funcionamiento de las posesiones familiares. Y es que como los hombres pasaban mucho tiempo fuera, las mujeres eran las encargadas de levantar la economía de la ciudad y del hogar. Se podría decir que si no fuera por las mujeres, la sociedad espartana no habría podido sobrevivir tanto tiempo. El carácter de las espartanas era legendario y en más de una ocasión los extranjeros quedaron asombrados ante la inteligencia  de estas mujeres.

-¿Por qué las mujeres de Esparta mandan sobre los hombres?
-Porque las mujeres espartanas somos las únicas que parimos hombres.

-Los espartanos no preguntan cuantos son sus enemigos, sino donde están.

-Hijo, ve a luchar por Esparta y vuelve con tu escudo o sobre él.

Solo a los hombres y mujeres que hubiesen dado su vida por Esparta tenían derecho a un epitafio y eran venerados tras su muerte. Algunas mujeres mujeres espartanas solían morir en los partos. 

Aunque las mujeres no estaban representadas en las instituciones políticas su influencia en las decisiones de los hombres era más que patente y deliberaban en los asuntos más importantes, lo cual nos enseña que aunque no eran partícipes de las asambleas podían asistir a estas y emitir su parecer. La que habrían liado allí Cospedal o Aguirre. También asumieron funciones religiosas como sacerdotisas preparando el culto a Deméter y Artemisa.

La discriminación de las otras poleis respecto a la participación de las mujeres en las olimpiadas no fue excusa para que algunas espartanas ganaran premios olímpicos en carreras de carros. No como guías sino como dueñas de los caballos vencedores. 

El final de Esparta no tardaría en llegar. En un estado militarizado y discriminatorio con el tiempo fue quedándose sin efectivos y obligado a bajar sus estándares.  La primera derrota realmente dolorosa fue contra Tebas en la batalla de Leuctra en 371 a.C. Más tarde, Alejandro Magno y el Imperio Romano dominarían toda Grecia y la influencia de Esparta fue disminuyendo. En el 192 d.C Esparta tuvo que renunciar a las leyes de Licurgo. En el 395 sufrió el saqueo y destrucción de los visigodos y en el 1248 la ocupación de los francos. En 1834 fue construida la Esparta moderna.






viernes, 13 de mayo de 2016

LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA



Plaza de Madrid en 1680. Auto de fe 
en el que se juzgaron a 118 personas, 
20 de ellas fueron condenadas 
a morir quemadas en la hoguera.





Sevilla, 6 de junio de 1391. Una población cristiana exaltada y enfurecida  asalta la judería de la ciudad, robando, asesinando y quemando las casas de los hebreos. Pronto, la matanza se extiende por toda la Península. En Córdoba, los asesinatos se cometen durante 3 días muriendo casi toda la población judía. Se estima que más de 4000 judíos murieron a manos de estas turbas furiosas, mientras otros miles corrieron a bautizarse en masa para evitar ser masacrados. Mucha culpa de estas matanzas se achacan a las predicaciones anti-hebreas del arcediano de Écija, un clérigo exaltado que incitó a esta masacre y en la que la población judía quedó totalmente diezmada. 


Los conversos, en su condición de nuevos cristianos se concentraron en los núcleos urbanos y pronto ocuparon altos puestos y posiciones en todos los ámbitos de la sociedad, incluso en el eclesiástico y muchas de las profesiones fueron monopolizadas por ellos. Obviamente, los recelos de los cristianos viejos fue en aumento y comenzaron a desprestigiar y acusar a los nuevos conversos alegando que sus bautismos no habían sido sinceros y que su fe era fingida. Con el reinado de los Reyes Católicos hubo voces que pidieron a gritos la institución de un tribunal que determinase la sinceridad de los conversos. En 1478 se crearía la Inquisición con el propósito de combatir la herejía y confirmar la fe de los conversos mediante el estudio y la investigación. Es la famosa bula Exigit sincerae devotionis affectus. La palabra inquisición viene de Inquirir, indagar o estudiar algo con detenimiento antes de considerar una idea falsa o herética y evitar el riesgo de condenar y culpar a un inocente. La persecución a los conversos acusados de judaizar se basaba en señales tales como lavarse los brazos en público, comer con la mano izquierda, no comer carne, cantar canciones no eclesiásticas, observancia del sabbath, etc.  Resulta cuanto menos curioso que el gran responsable de las persecuciones contra los judíos fuera Tomás de Torquemada, un hombre de oscuro pasado cuyos orígenes eran hebreos. 


En realidad, la Inquisición es mucho más antigua de lo que esa fecha nos dice y ni siquiera se inventó en España. Fue en el Concilio de Toulouse de 1229 cuando se configuró el Tribunal de la Inquisición con dependencia del Papa. El motivo, combatir las diferentes herejías que proliferaban por Europa ante una Iglesia Católica celosa y temerosa de perder adeptos. Y es que desde el siglo X la doctrina albigense o cátara se había extendido por el sur de Francia y amenazaba con destruir la hegemonía católica. El resultado fue que miles de personas fueron condenadas a morir sin  garantías de defensa. En la Corona de Aragón, hubo en esta misma época un tribunal paralelo que estuvo activo en su defensa contra los cátaros. A partir del siglo XII proliferaron las sectas que amenazaban la ortodoxia católica. Otras inquisiciones nacieron paralelas a la española pero contra la herejía católica. Lutero, Calvino o Zwinglio mostraron igual  falta de piedad y tolerancia hacia el catolicismo, ejecutando a sus enemigos por miles. Así que ni la Inquisición se originó en nuestro país ni el número de ejecutados en España por herejía es comparable al de otros países europeos.  Entonces, ¿Por qué la Inquisición Española ha pasado a la historia como la institución más macabra de todos los tiempos? 

Muerte en la hoguera de Miguel Servet por sus creencias contrarias al calvinismo. Servet era contrario a la doctrina de la Trinidad y no creía en el bautismo infantil. Fue ejecutado en Ginebra, Suiza en 1553. El calvinismo estuvo muy activo en su lucha contra la herejía.


LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA: UNA INSTITUCIÓN REGIA

Una de las razones por las que la Inquisición española es célebre, es precisamente porque al ser un Tribunal completamente burocratizado e institucionalizado, conservamos miles de registros que nos dan una idea clara de como funcionaba el Santo Oficio en España. Hay que tener en cuenta que en otros países ni siquiera se conservan documentos, porque la mayoría de las ejecuciones se llevaban a cabo sin juicio previo. La Inquisición Española dependía directamente del Rey y no del Papa y contaba con grandes recursos policiales y judiciales controlados por el Estado.  Y es que gracias a la meticulosidad del Santo oficio en los procesos, poseemos una ingente cantidad de documentación sobre su funcionamiento y de sus casos, y al contrario que el calvinismo que condenaba a la hoguera sin juicio previo, la inquisición llevaba el proceso  legal con registros y documentos. Muchos de estos registros podemos consultarlos en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. En América la inquisición apenas tuvo protagonismo y cuando lo tuvo fue contra los españoles, ya que los nativos estaban siendo evangelizados y no se les podía condenar por herejía. 

La herejía siempre fue el mayor de los temores para la Iglesia. De los procesos por brujería apenas tenemos unos 60 casos que terminaron en la hoguera, y hablamos de 60 casos en toda la historia de la Inquisición Española (1478-1834). Si tenemos en cuenta que en el resto de Europa se ejecutó a más de 60,000 supuestas brujas y brujos en un lapso de tiempo mucho menor (unos 200 años), la comparación con los números españoles son totalmente desproporcionados. Tal era la preocupación en Europa sobre las brujas que en 1487 en Alemania salió a la luz un manual indispensable para la caza de estas, es el célebre Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas,  que podéis  descargar de manera gratuita y en español por internet.


EL PROCESO

El Santo Oficio solía instalarse en las ciudades más importantes, anunciándose y proclamando un periodo de tiempo razonable para que aquellos que tenían pecados graves que confesar, se acercaran y abjuraran de sus faltas de manera voluntaria. El miedo a ser denunciados injustamente por vecinos o enemigos, hacía que muchos ciudadanos confesaran cualquier cosa, pagar una multa y así reconciliarse con la Iglesia. Y es que las denuncias traían consigo recompensas y estipendios para los denunciantes. Tristemente, las denuncias falsas y exageradas proliferaban, en un intento ya sea de cobrar una recompensa, obtener venganza o simplemente por pura envidia. 

Una vez terminaba el periodo de confesión voluntaria, el Tribunal escogía las denuncias más verosímiles y se procedía al arresto y confiscación de bienes del denunciado, sin que este supiera quien y por qué motivo había sido delatado, ya que las denuncias eran secretas. Solo se le preguntaba si conocía los motivos de su detención y todo se hacía en el más absoluto secretismo trasladando al acusado a una prisión desconocida, donde podía pasar allí incluso años. En el tiempo que pasaba en la cárcel se obligaba al preso a recitar oraciones y rezos para comprobar si era un devoto católico o un hereje impenitente. Si negaba los cargos se le asignaba un abogado, que no debía ponerle mucho empeño en la defensa, no fuera que  acusaran de cómplice al letrado también. Así que la defensa se basaría en alegar locura por parte del acusado. Pero si se descubría que el acusado era culpable, el abogado abandonaba la defensa dejando al reo a merced de sus acusadores. Un buen ejemplo lo podéis ver en la célebre serie "El Ministerio del Tiempo", donde en el capítulo 4 de la primera temporada se muestra la celebración de un juicio llevado a cabo por la Inquisición. 


LA TORTURA

El tema de la tortura  en la época de la Inquisición es uno de los más controvertidos y malinterpretados de la historia. ¿Usó la Inquisición Española la tortura para arrancar confesiones a los acusados? Sí, pero la tortura no era exclusiva de la Inquisición sino de la época. Desde nuestra perspectiva moderna los métodos utilizados para torturar al acusado tal vez nos parezcan inhumanos y crueles, pero como he dicho, nosotros lo vemos desde el punto de vista de un ser humano del siglo XXI y tales métodos no eran ni por asomo exclusivos de la Iglesia o de España, sino que todos los países hacían uso de ellos incluso de manera más cotidiana que en nuestro país. 

Para la Inquisición, la tortura psicológica era más importante que la física y la simple vista de los aparatos de tortura hacía desatar  hasta la lengua de los mudos. No obstante, para evitar condenar a un hombre inocente, el Santo Oficio hacía escribir al acusado una lista de personas que pudieran tener algún resentimiento, odio o intereses contra él. Si el nombre del denunciante aparecía en la lista, se entendía que el acusado era inocente y que había sido acusado falsamente por motivos personales. Si el acusado entraba en contradicciones o confesiones parciales se podía recurrir a la tortura física. Tres eran los métodos más utilizados para arrancar las confesiones y nada tienen que ver con la imagen que nos han vendido sobre aparatos que más bien son típicos del medievo o de otros países. Estos tres métodos eran "la garrucha, la toca y el potro" 
La garrucha consistía en atar las manos del reo a la espalda, elevarlo a cierta altura y dejarlo caer de golpe sin llegar a tocar el suelo. Con eso se pretendía dislocar los brazos del acusado.

Muy utilizado por la Inquisición, la toca era un paño de lino que cubría la cara o boca del reo mientras se derramaba sobre la tela litros y litros de agua. La sensación era de ahogo y  arcadas. Sigue siendo usado por los servicios secretos de algunos países actuales.  


El potro era un aparato en el que se ataba de pies y manos al acusado en los dos extremos y se iban estirando lentamente hasta provocar luxaciones en tobillos, codos, rodillas, caderas y hombros.



Con todo hay que decir que la aplicación de estas torturas se utilizaban para los acusados más recalcitantes y que no siempre era necesaria su utilización, ya que como  he dicho, la simple vista de los aparatos  hacía confesar al acusado cualquier cosa.
Hubo otros métodos solo utilizados para aquellos obstinados  que se negaban a confesar. Para la herejía estaba la horquilla del hereje, una especie de instrumento que terminaba en dos puntas en cada extremo y que se colocaba entre la barbilla y el esternón, impidiendo moverse al reo bajo riesgo de clavárselo en la carne. También se usaba un instrumento de hierro llamado la pera, formado por 4 pétalos cerrados y en forma de pera que se introducía por la boca del acusado y al girar un tornillo los pétalos se abrían y rompía la mandíbula del hereje. En los delitos de sodomía se usaba este instrumento introduciéndolo por el ano del reo acusado de homosexualidad, o en caso de las mujeres acusadas de  mantener relaciones con Satanás, se usaba esta pera por vía vaginal. Poseemos registros no solo de los interrogatorios sino que se plasmaba incluso los quejidos y lamentos de los condenados. Así que muchos delatados preferían confesar lo que el tribunal quería oír aunque fuese mentira. Sin embargo, las confesiones arrancadas bajo tortura no eran válidas y tenían que ser ratificadas 24 horas después, fuera del tormento.
Vuelvo a reiterar que las torturas físicas no fueron la tónica general, excepto en casos puntuales. Los registros existentes muestran que los condenados que se hallaban confinados en prisión fueron bien alimentados y gozaron de servicio médico cuando era requerido. Otra cosa es la tortura psicológica al desconocer los detalles de por qué y donde  estaban encarcelados, la incertidumbre de si saldrían airosos de allí o la angustia de no poder ver a los suyos. 

LA SENTENCIA

Esta podría ser condenatoria o absolutoria. En caso de condena podía aplicarse 3 diferentes penas. El acusado podía ser penitenciado en el que tras abjurar de sus errores ante una cruz y con la mano en las santas escrituras quedaba libre. 
El reconciliado podía sufrir la confiscación definitiva de sus bienes, cárcel, trabajos forzados, remar en galeras, azotes y eran paseados por las calles en burro con un cartel colgado que explicaba el delito, para mofa y escarnio del público. Otra medida humillante era cargar con el sambenito o saco bendito, una prenda semejante a un poncho que  los condenados debían llevar como símbolo de su pecado. Era de diferentes colores. dependiendo del pecado y muchos tuvieron que llevarlo por cierto tiempo o incluso toda la vida. Su misión era avergonzar al acusado y despertar las burlas de sus vecinos. No llevarlo constituía un delito. La expresión colgarle a alguien el sambenito significa etiquetarlo de por vida por una presunta falta. 
Por último estaba el relajado, cuya pena significaba la muerte. La relajación se reservaba a los delitos más graves. Luteranismo, brujería, judaizar, o reincidencia en las faltas. Para la relajación se organizaba un Auto de Fe, un espectáculo público, cruel y sombrío que servía para que la gente tomara ejemplo. En el auto de fe se agrupaba a decenas de condenados a muerte. No asistir a esos espectáculos daba lugar a la sospecha o simpatía hacia los acusados por lo que era imperativa la presencia de todos los ciudadanos. El día antes de las ejecuciones tenía lugar la procesión de la Cruz Verde, llevando una cruz de estas características donde se realizaría el acto. Al amanecer otra procesión llevaba una cruz blanca a un quemadero, donde se ejecutaría en la hoguera a los acusados.
La plaza de la Cruz Verde de Madrid fue en su día un lugar donde se anunciaban los autos y ejecuciones del Santo Oficio. La cruz verde es símbolo de ese pasado macabro. Muchos son los ciudadanos que ignoran este oscuro acontecimiento de nuestro pasado.



En el auto de fe, se leían las acusaciones y sentencias de cada reo y se procedía a una ceremonia de abjuración, en un intento de llamar al arrepentimiento a los reos. Se les pasaba una antorcha por la cara para que vieran que es lo que les esperaba si no se arrepentían de sus faltas. Cuando alguien abjuraba de sus pecados, los religiosos se llenaban de júbilo y hasta abrazaban al reo. No obstante, la abjuración en el último momento no salvaba al reo de la muerte, simplemente se cambiaba la hoguera por el garrote vil, un método muy usado  que se reservaba a los arrepentidos y que consistía en el estrangulamiento y descoyuntamiento del cuello del reo. Este método de ejecución estuvo vigente en nuestro país hasta la despenalización de la pena de muerte en 1978 con la llegada de la nueva Constitución. 
Para los impenitentes y no arrepentidos su destino estaba sellado en la hoguera. Si el reo había muerto antes, se desenterraban sus restos y eran calcinados en la pira. Si estaba huido, se quemaba una efigie de cartón con los rasgos pintados del acusado. Aunque las ejecuciones eran públicas estas tenían lugar a las afueras de la ciudad. Aunque muchos no lo sepan, en la actualidad muchos barrios españoles se levantan sobre antiguos quemaderos o lugares de ejecución. 

La actual feria de abril que se celebra en Sevilla, está levantada sobre un antiguo quemadero donde se ejecutó a decenas de víctimas de la Inquisición. El lugar donde se encuentra la Diputación también fue otro quemadero.



FINAL DE LA INQUISICIÓN

De acuerdo con los registros que se posee y las cifras que manejan algunos expertos, hubo unos 150,000 procesos llevados a cabo por la Inquisición española en toda su historia, de los cuales, unos 10,000 acusados fueron ejecutados. Aproximadamente un 4% moriría en la hoguera. La mayoría de los condenados se podrían clasificar en este orden: blasfemos, mahometismo, judaizantes, luteranos, brujería, pecados de índole sexual...

En el caso de brujería como hemos visto, el número de ejecutados no llegó a los 60. Alemania ejecutó a unas 24,000 personas, Polonia a unas 10,000, Francia a unas 5,000, y les siguen Suiza, Inglaterra, Dinamarca, etc. España ocupa el puesto 16 en ejecuciones de brujas. En este contraste, Alemania, Francia e Inglaterra ejecutó a más personas por motivos religiosos que España. En Francia por ejemplo, a las ejecuciones templarias o cátaras hay que sumarle las persecuciones contra los hugonotes. Solo en la noche del 23-24 de agosto de 1572 en el país galo se ejecutó a 3000 adeptos de esta secta. Inglaterra  le va a la zaga con la persecución y matanza de católicos ordenada por el rey Enrique VIII. Cuando el rey rompió con la Iglesia muchos devotos católicos ingleses fueron cruelmente ejecutados. Su hija María, una fiel católica, al heredar el trono mostraría otro ápice de intolerancia hacia los protestantes, ejecutando a cientos de ellos.

En una época en la que España tenía muchos frentes abiertos, sus enemigos llevaron a cabo una campaña de desprestigio en la que  incluían a la Inquisición. En torno a esta se forjó una leyenda negra, que es conocida por todo el mundo, pero que aún sin quitar parte de razón, fue maliciosamente exagerada. Es curioso que los países que condenaron la Inquisición española, fueron los primeros en llevar a cabo masacres masivas, superando al Santo Oficio en actos de intolerancia y persecución religiosa. Ya lo dice el Nuevo Testamento: "¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?"


Durante los siglos que siguieron a su fundación, la Inquisición cada vez tuvo menos peso y menos delitos que juzgar. El último hombre en ser ejecutado por el Santo oficio fue un maestro de escuela acusado de hereje. Fue en el año 1826, pero para esa época la Inquisición ya estaba en franca decadencia. En 1834 la Inquisición se aboliría por completo.









domingo, 8 de mayo de 2016

Gladiadores del Imperio Romano



A nadie se le escapa el éxito y la fama que poseen actualmente algunos jugadores de fútbol. Jugadores como Messi o Cristiano Ronaldo son venerados e idolatrados en cada partido por una masa enfervorecida de seguidores y fanáticos del balompié. La consecución de un gol marcado por nuestro equipo o nuestros ídolos genera en nosotros una satisfacción y una euforia descontrolada que bien podría compararse a la que producía el antiguo gladiador en el público cuando este hundía su espada en la carne de su oponente.

Y es que los antiguos gladiadores bien podrían compararse a estos deportistas de élite de hoy en día, tanto en fama, gloria como en riqueza. Tal era el punto de veneración que le tenían a estos hombres, que incluso a su sangre se le atribuía propiedades curativas y era comercializada y vendida como un bien de lujo. Tal pasión despertaba estos hombres en las féminas, que se cuenta que una vez una dama de la alta sociedad romana, en un arranque de pasión, abandonó a su marido y familia para huir con un viejo gladiador poco atractivo y marcado de cicatrices por todo el cuerpo y cara, sufridas tras numerosos años de cruentos combates en la arena.

Cuando hablamos de gladiadores, es inevitable que se nos pase por la cabeza la imagen de Máximo Décimo Meridio, el personaje de ficción creado por Ridley Scott para su galardonada película Gladiator, un largometraje que nos hizo vibrar a todos y nos puso en conexión con un mundo casi desconocido, el del entretenimiento más cruel e idolatrado del mundo antiguo, la lucha entre gladiadores.

LOS COMIENZOS

Es difícil precisar con absoluta certeza cuando surgieron los primeros combates de gladiadores. Sí sabemos que  su origen procede de las costumbres etruscas y tenía como finalidad honrar a los caídos en una especie de ritual sangriento, inmolando a los enemigos cautivos en torno a las tumbas de los aliados muertos en batalla.

Es en el siglo IV a.C. cuando nace, siempre en el contexto religioso y ritual, el enfrentamiento y duelo entre sí de delincuentes o esclavos a los que sus amos no iban a echar de menos, en memoria de algún difunto importante. Era un medio para dar más realce a los funerales. Más tarde, estos rituales se convirtieron en un mero espectáculo violento, muy atraído y apreciado por un pueblo romano amante de las emociones fuertes. Fueron muchos los ciudadanos romanos prominentes y aspirantes a las diversas magistraturas, que utilizaron parte de sus fortunas para organizar esta clase de espectáculos y así influenciar en el voto popular. Y es que un buen espectáculo podía hacer ganar unas elecciones. Estos espectáculos estaban acompañados además de alimento gratuito que se repartía al público asistente. Pan y circo era lema de los ricos, para contentar a una plebe siempre dispuesta a sublevarse.

Con Augusto se consolidó la celebración de estos espectáculos haciendo que los magistrados ofrecieran al menos una serie de peleas cada semestre. Pero fue con la familia de los Flavios, con la construcción del Coliseo y la reglamentación de estos combates la que culminó este adueñamiento de las luchas de gladiadores.

LOS GLADIADORES





















Sobre  estas líneas, varios tipos de gladiadores que lucharon y murieron en la arena.

Para dar un buen espectáculo, la profesionalidad de los combatientes y la especialidad en todo tipo de armas era regla importante para el entretenimiento del público. los profesionales de la arena se dividían en clases de las que destacaban los mirmillones, retiarios, tracios, secutores y hoplómacos.

MIRMILLÓN: Variante del samnita. Iba equipado con una espada recta y corta llamada gladius que le servía para apuñalarse cubría la cabeza con un casco que representaba a un pez (mormyr) y se protegía con un gran escudo rectangular (scutum) u ovalado. las pantorrillas iban protegidas con grebas y en el brazo armado llevaba un brazal.

RETIARIO: Su apariencia se asemejaba a la de un pescador. Sus armas eran el tridente, una red y un puñal. A veces protegía su hombro con una hombrera metálica que se prolongaba por el resto del brazo. Estos luchadores dependían de la velocidad y habilidad para escapar de los gladiadores más equipados. La red la utilizaba para intentar que el oponente tropezara y se enredara en ella.

TRACIO: Peleaba con una espada corta y curva. Protegía su cabeza con un casco  cerrado con cresta y visera y utilizaba un pequeño escudo rectangular y grebas en las piernas. El famoso gladiador Espartaco correspondía a esta categoría. Era un desertor del ejército que como castigo fue enviado a formarse como gladiador. Él y otros 70 gladiadores iniciaron una rebelión a la que se les fue sumando otros esclavos hasta formar un ejército de 40,000 fugitivos que derrotó en varias ocasiones al todopoderoso ejército romano. Finalmente, Espartaco fue derrotado, capturado y ejecutado por Roma.

SECUTOR: El secutor era el oponente típico del retiario y por eso cubría su cabeza con un casco sin salientes, para que la red de su rival resbalara. Usaba un gran escudo rectangular u ovalado y protegía sus brazos con muñequeras y coderas. Su arma de ataque era la espada recta y larga.

HOPLÓMACO: Este luchador usaba una lanza ligera y un puñal. Protegía su cabeza con un casco similar al del tracio y un escudo pequeño y redondo. Las piernas las protegía con largas grebas metálicas y usaba un brazal metálico en el brazo.

Aunque en raras ocasiones, también hubo mujeres gladiadoras que combatían entre sí o con animales. tuvieron una vida efímera, prohibiéndose estos combates tras 150 años de práctica.

Un buen luchador podía costar unos 10,000 sestercios, que era el equivalente a 10 años de sueldo de un legionario, aunque había gladiadores más baratos. De modo que la vida de estos luchadores era un bien muy preciado y se les cuidaba con mimo. La alimentación del gladiador se basaba principalmente en la ingestión de cereales como las gachas de cebada, pero también comían frutas, verduras y carne. El gladiador recibía masajes con regularidad para mantenerse en buenas condiciones, tras horas de entrenamiento. El día anterior a los combates, se ofrecía a los luchadores un banquete al que asistía además parte del público que observaba y estudiaba con detenimiento a los gladiadores, para así asegurar y afinar las apuestas.

El oficio de gladiador estaba considerado una infamia y se comparaba al de la prostitución. La mayoría de ellos eran marginados como seres miserables. No obstante, en una sociedad guerrera como la romana, muchos de estos hombres eran venerados por su valor y coraje  y algunos disfrutaron de una fama y fortuna bien merecida. Un "galáctico" de la gladiatura podía cobrar entre 3000 y 15000 sestercios, entre los 1000 o 2000 sestercios de un gladiador normal.

Aunque la mayoría de los luchadores eran esclavos, propiedad del lanista (era el encargado de comprar y cuidar a los gladiadores y formarlos) hubo otros luchadores condenados a muerte por las leyes romanas a los que se les conmutaba la pena, a cambio de luchar en la arena, y hombres libres pobres, sin fortuna o endeudados que preferían jugarse la piel a la mendicidad. Estos gladiadores combatían con muchas ganas y por eso eran muy apreciados por el público. No ocurría así con los esclavos, prisioneros de guerra o los condenados por imposición legal. Hubo incluso hasta 9 emperadores que coquetearon con este oficio, desde Calígula, Adriano hasta el célebre emperador llevado a la gran pantalla, Cómodo.


APRENDIZAJE

    Sobre estas líneas, Palestra o lugar de entrenamiento de los gladiadores. Los edificios que se ven en la fotografía    pertenecen a las habitaciones de los luchadores, almacenes de armas, etc. Foto propia, tomada en la ciudad de Pompeya.

Los nuevos reclutas eran enviados a una escuela especial llamada ludus. Algunas estaban especializadas en un tipo de gladiador y otras entrenaban a todo tipo de luchadores. En el entrenamiento se cuidaban mucho de utilizar armas con las que pudieran herirse y usaban espadas de madera llamadas rudis (Si las cosas iban bien, recibirían esta espada al final de su trayectoria, como señal de libertad), a veces con contrapesas para habituarles al peso normal de las espadas de hierro. Esto también era una medida para evitar rebeliones como la causada antaño por Espartaco. Los escudos utilizados eran de mimbre. Los gladiadores se entrenaban practicando en un poste de madera de dos metros llamado palus, maniquíes y con otros gladiadores cuando habían aprendido a dominar las normas básicas de la lucha. El encargado de darles esta preparación era un entrenador al que se le conocía como doctor, bajo la atenta mirada y vigilancia del magister, que cumplía las funciones de director y entrenador de la escuela, así como juez que arbitraba los enfrentamientos en la arena.

La escuela de gladiadores estaba construida en torno a un espacio cuadrado de entrenamiento llamado palestra donde los luchadores realizaban toda clase de ejercicios y actividades. Alrededor se encontraban otras dependencias como los dormitorios. En el caso de los novatos los dormitorios eran colectivos y los veteranos tenían los suyos propios.

Los gladiadores que se entrenaban hacían un juramento sagrado especial ante un altar en el que juraban obediencia al lanista y soportar que lo marcaran, azotaran, quemaran o mataran, Uri, vinciri, verbetari, ferroque necari. Por su profesión infame, los gladiadores no podían casarse aunque sí tener pareja. Algunos incluso tuvieron hijos.



PREPARANDO LOS JUEGOS

Anfiteatro de Itálica, localizado en la ciudad sevillana de santiponce

El patrocinador de los combates de gladiadores era conocido con el nombre de editor, era quien organizaba el munus, término que alude a los juegos y  que tenía una acepción religiosa fúnebre, de deber hacia los muertos. Junto al lanista, el editor decidía cuantos gladiadores iban a combatir y cuantos artistas y músicos eran necesarios. El lanista tenía que asegurarse de ofrecer un buen espectáculo. En el contrato que firmaba editor y lanista se especificaba todo los que iba a aparecer en los juegos así como los costes. Si un gladiador moría, el lanista recibía una indemnización especial para la adquisición de un nuevo luchador que sustituyera al gladiador muerto. Es por ello que muchos editores concedían clemencia a los heridos para así evitar el pago de estas indemnizaciones.

Un día típico en el anfiteatro comenzaba con un paseíllo semejante al que hacen los toreros actuales. Los gladiadores desfilaban por la arena, mientras una escolta de esclavos les seguía portando las armas y estandartes. El desfile era encabezado por el editor, que vestía ropa muy vistosa y lujosa. Detrás de él iban los músicos tocando alegres melodías con sus trompetas y el hydraulis, un instrumento de sonido agudo parecido a un órgano moderno. Completaba el desfile, los sirvientes, funcionarios y árbitros.

Antes del espectáculo, el editor y el lanista decidían qué gladiadores iban a pelear entre sí y entraban a la arena para la probatio, es decir, para probar las armas y armaduras que se iban a utilizar durantes los combates. Para ello, se cortaban diversas verduras con las espadas y se golpeaban los escudos con palos. Como calentamiento, los luchadores realizaban enfrentamientos suaves  sin derramamiento de sangre. Esto les ayudaba a preparar la musculatura y a caldear el ánimo del público.

Una trompeta señalaba el inicio de los juegos, entonces los contendientes arremetían el uno contra el otro mientras el público animaba, insultaba y vociferaba a viva voz. Entre los gritos más frecuentes, se podía escuchar "habet, hoc habet". El público gritaba esta frase cuando un contendiente sucumbía ante el otro y viene a decir que ya lo tiene, que ya está a su merced. Los lorarii o fustigadores eran los encargados de azotar a los gladiadores que no mostraban suficiente valor en el combate. Si el vencido había luchado con valor podía solicitar clemencia. Para ello, se cubría con el escudo y levantaba la mano izquierda. Si el público estaba de acuerdo, entonces gritaba ¡mitte! que significa, ¡suéltalo! con el pulgar en alto o presionado con el índice. Pero si el vencido no había sido lo suficientemente valiente entonces no podía esperar del público más que un trágico destino, la muerte. Este signo se hacía alzando el pulgar para luego dirigirlo contra el pecho o hacia abajo, mientras el público gritaba la palabra ¡Iugula! que quiere decir ¡degüellalo! Entonces el vencido afrontaba resignado el fatal desenlace mientras el vencedor lo ejecutaba. Los esqueletos de gladiadores ejecutados  hallados,  han mostrado en sus heridas de muerte el método utilizado para terminar  con su desgraciadas vidas. Una de las formas de ejecución más comunes  era el degollamiento o el hundimiento de la espada a través del omóplato hasta el corazón. En el caso de los retiarios se ha encontrado que sus víctimas presentaban orificios de tridente en sus cráneos.
Cuando un gladiador caía a tierra y no se levantaba, se utilizaban hierros candentes para comprobar que el luchador estaba realmente muerto y no estaba fingiendo. Luego, con un gancho  de hierro el cadáver era arrastrado y retirado de la arena.

Mosaico  hispano-romano  que representa  un  combate  entre gladiadores. En este caso se observa que el luchador llamado Maternus fue muerto en dicho combate. Esto lo sabemos por el círculo con la raya que lo traspasa y que viene acompañado junto al nombre. Ese círculo atravesado indica que el luchador murió en la batalla. fotografía propia. Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Los espectáculos eran de lo más variado. Los más impresionantes eran las naumaquias, combates navales que recreaban acciones de guerra en el mar reales como la batalla de Salamina entre griegos y persas, aunque no siempre acababan  como contaba la historia, venciendo el equipo que representaba al ejército perdedor. Aquí se demuestra el gran conocimiento de ingeniería hidráulica que tenían los romanos. Para estas batallas La arena se cubría de agua con un sistema complejo de tuberías y se utilizaban barcos construidos a escala menor comandados por gladiadores. Una vez concluido el combate naval, el agua se drenaba y la arena quedaba lista para los combates tradicionales. El emperador Claudio organizó una batalla naval en el lago Fucino en la que participó 19,000 hombres, la mayoría delincuentes y condenados a muerte. Casi todos murieron y los que no lo hicieron fueron condenados a trabajar como esclavos.

Otro espectáculo muy apreciado por el pueblo romano eran las cacerías de animales o venatio. Tras la victoria de Escipión en Cartago en el 164 a.C, este trajo de África cientos de animales salvajes que tras hacerlos desfilar por las calles de Roma los utilizó en los combates de la arena. Los romanos disfrutaban de las peleas entre animales. Manadas de lobos o leones dando caza a ciervos o cebras. Peleas entre dos animales carnívoros, un oso contra un toro, una serpiente contra un león, etc.
Muchos cristianos al igual que muchos reos de muerte fueron asesinados, para disfrute del público romano, por fieras en un combate desigual y cruel.

PUNTO FINAL A LOS COMBATES

El culpable de que los combates de gladiadores llegara a su fin fue sin duda el cristianismo. Al pasar a ser la religión oficial del Imperio en el 313 d.C. los cristianos pidieron a Constantino la disolución de estos bárbaros juegos. El emperador vetó los combates privados en el año 326 d.C., no así los estatales. En el 404 d.C. el monje cristiano Telémaco separó a dos gladiadores que estaban luchando. Sin embargo, el monje fue asesinado por dos aficionados cabreados. Los últimos gladiadores lucharon a mediados del siglo V, cuando Honorio ya había proscrito estos espectáculos unas décadas antes. Roma estaba demasiado ocupada en intentar sobrevivir a las invasiones bárbaras como para organizar estos espectáculos que ya no gozaban de tanta popularidad.