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domingo, 3 de abril de 2016

HISTORIA FAMILIAR Y GENEALOGÍA (II)


PRIMA, ¿QUIERES CASARTE CONMIGO?

Si multiplicáramos una y otra vez por dos los progenitores de una persona nacida hoy, es decir, los dos padres, los cuatro abuelos, los ocho bisabuelos y así sucesivamente, esa persona habría tenido (basándonos en una generación media de unos 25 años)  en la época de la invasión musulmana en España  un número aproximado de 1,124,000,000,000  parientes vivos. Sin embargo, en aquella época, nuestro país solo contaba con unos 3,000,000 de habitantes y además no ha habido ninguna región  ni época en el mundo, en la que haya vivido tanta gente  a la vez.

 
          Evolución demográfica e histórica de la población española hasta 2015 

Para evitar que eso suceda, tiene lugar un fenómeno en el que se involucran los vínculos de parentesco. Ese  vínculo es el que une a las personas que descienden unas de otras o que tienen un ascendente en común.
Este fenómeno sucede cuando los primos se casan entre sí, ya sean uniones de conveniencia, hechas a propósito, o entre primos lejanos que no saben que están emparentados. Cada vez que dos primos se casan ocurre una duplicación en las genealogías de sus descendientes ya que como primos, ya han ocupado un lugar en ellas.



El árbol genealógico de cada persona tiene forma de rombo. Al principio tiene forma de diamante invertido hasta alcanzar un punto máximo de expansión, tras lo cual comienza a estrecharse hasta llegar a un solo individuo, es decir, yo.




La proximidad del parentesco de consanguineidad se mide por grados y se organiza en líneas, siendo un grado la distancia que hay entre dos personas engendradas una de otra y lo podemos averiguar así: Ascendemos hasta llegar al más próximo antepasado común con la otra, y luego bajar por la línea recta descendente que une a este antepasado con la otra cuyo parentesco con la primera se mide.

Grado de parentesco lineal
1º grado de consanguineidad      Se da entre padres e hijos
2º grado de consanguineidad      Se da entre abuelos y nietos
3º grado de consanguineidad      Entre bisabuelos y bisnietos.
4º grado de consanguineidad      Entre tatarabuelos y tataranieto.

Desde el punto de vista de una persona, llamada el tronco, las líneas de parentesco son importantes para heredar,etc..


Grado de parentesco colateral
2º de consanguineidad      se da entre hermanos.
3º de consanguineidad      se da entre tíos y sobrinos carnales.
4º de consanguineidad    se da entre los primos hermanos con los hermanos de los abuelos.

En las líneas colaterales los grados entre dos parientes se cuentan por generaciones en la línea ascendiente desde el primer pariente hasta el tronco (i.e., antepasado en común) y se sigue contando por la línea descendiente hasta llegar al otro pariente. Por ejemplo, entre hermano y hermana hay dos grados de separación: un grado del hermano a los padres, y otro de los padres a la hermana. Entre un tío y un sobrino has tres grados de separación: uno del tío a sus padres, y dos de ellos al sobrino y así sucesivamente.

Lo cierto es que los matrimonios entre primos y primos segundos representan más del 10% actualmente, y mientras en algunas culturas es un requisito indispensable, en otras está totalmente prohibido. En algunos países de Oriente medio representan más de la mitad de los matrimonios. En Qatar, Yemen y los Emiratos Árabes Unidos, las tasas de consanguineidad están aumentando en la generación actual. Un caso curioso  es el de Japón que tiene una de las tasas de consanguineidad más altas del mundo, ya que lleva siglos celebrando matrimonios de conveniencia entre primos carnales.

En la cultura occidental,  siempre han sido legales en la mayoría de los países, y disfrutó de amplia aceptación social hasta la primera mitad del siglo XX. El matrimonio entre primos hermanos era legal en la antigua Roma hasta que fue prohibida por el emperador cristiano Teodosio I en el año 381 en el imperio romano de occidente y algo después de la muerte de Justiniano, en el imperio oriental.
El antropólogo inglés Jack Goody dice que el matrimonio entre primos era un patrón típico de Roma. Aunque en la mayor parte del Imperio de Occidente los matrimonios entre parientes no estaba difundido entre los plebeyos, en España y Noricum (Zona de la actual Austria) son excepciones a esta regla, pero incluso allí los porcentajes no se elevaron por encima del 10%.

En la Biblia, concretamente en los libros de Levítico y Deuteronomio, el matrimonio entre ciertos parientes no estaba prohibido. En el Antiguo Testamento leemos de varios ejemplos de parientes casados entre sí. Isaac se casó con su prima Rebeca.  Raquel y Leah eran  primas de Jacob, el hijo de Isaac. Jacob amaba a Raquel y trabajó siete años para su padre Labán a cambio de obtener su permiso para desposarse con ella. El hermano de Jacob, Esaú también se casó con su prima Mahalath, hija de Ismael. Incluso el patriarca Abraham estaba desposado a su sobrina Sara. Aún el Nuevo Testamento leemos que María y José estaban emparentados y es muy posible que por tradición, el propio Jesucristo estuviera casado con su prima María de Betania.

Según el profesor Robin Fox, de la Universidad Rutgers, es probable que el 80% de todos los matrimonios en la historia hayan sido  entre primos segundos o incluso más cercanos. En general se acepta que la población fundadora de Homo sapiens era pequeña, unos 700 a 10.000 individuos, y se combina con la dispersión de la población causada por una existencia de cazadores-recolectores, una cierta cantidad de endogamia habría sido inevitable. A veces, el matrimonio entre primos ha sido la opción para mantener los valores culturales intactos a través de muchas generaciones, garantizar la compatibilidad de los cónyuges, y preservar la riqueza familiar, a veces a través de las ventajas relacionadas con la dote. Otras razones tienen que ver con la proximidad geográfica. La gente que ha habitado en poblaciones pequeñas y aisladas, ha estado más cerca de celebrar este tipo de enlaces. Considerando la Europa rural del siglo XIX, el radio de aislamiento medio, o fuente de esposas potenciales, abarcaba unos 8 kilómetros, que era la distancia media que el hombre podía recorrer paseando cuando buscaba una novia. Con la invención de la bicicleta ese radio aumentó a 40 kilómetros.
Los hijos de matrimonios entre primos hermanos tienen un mayor riesgo de trastornos genéticos, aunque el aumento del riesgo incremental es relativamente pequeño, según muchos investigadores. No obstante, en el pasado, algunos países como EEUU crearon comisiones dedicadas a estudiar a los “idiotas”, relacionando el matrimonio entre primos como causa de esa idiotez. 

De Carlos II Se dice que era bajito, impotente, de constitución débil, que padecía diarreas y vómitos frecuentes y que tenía aspecto de anciano cuando falleció con 39 años. Un estudio gallego publicado en la revista PLOS ONE asegura que la causa de todos sus males fue la endogamia, que provocó alteraciones genéticas que extinguieron la casa de Austria.

Se supone que cada persona tiene dos progenitores, y cada uno aporta la mitad del material genético (50%). Si los progenitores no se repiten, entonces en cada generación hacia atrás se duplica la cantidad de progenitores (2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos...) y consecuentemente se demedia la cantidad de material genético (50% por cada padre, 25% por cada abuelo, 12,5% por cada bisabuelo...). Ahora bien, si un mismo progenitor se repite, obviamente va a aportar material genético en el grado de ascendencia por todas las líneas le corresponda. 

Lo cierto es que los hijos de padres cuyo parentesco es mayor que el de primos cuartos corren mayor riesgo de heredar un desorden genético recesivo. Entre las consecuencias genéticas más comunes a causa de la endogamia se encuentran los defectos en los ojos y oídos, malformaciones estructurales y deficiencias mentales. También puede reducir la aptitud para reproducirse, trastornos comunes de la edad adulta, como la hipertensión, enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular, cáncer, trastornos bipolares, la depresión, el asma, la gota, úlcera péptica, y la osteoporosis, entre otros. Así, cuanto mayor sea la consanguineidad de la pareja, mayores las posibilidades de que su descendencia se vea afectada.

Trastornos similares se han encontrado en la Iglesia Fundamentalista   de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, donde la endogamia aparece en el 75 a 80 por ciento y están relacionados con los dos fundadores de los años 30.
Los patrones matrimoniales de los amish son también un ejemplo de severa endogamia.

Observando estos patrones quizás no sería descabellado pensar que gran parte de la mortalidad en el pasado estuviera relacionada con la endogamia. Y es que sin ser el factor más importante, a las epidemias y las hambres, la endogamia pudo contribuir a la mortandad de unos organismos de por sí ya debilitados.

Quizás la prueba más palpable sobre la endogamia la encontremos sobre todo, en los cementerios rurales o de escasa población. Cuando contraje matrimonio hace unos años,  mi genealogía se duplicó al formar parte de la historia familiar de mi hermosa esposa. Su patrimonio histórico familiar es muy rico, ya que  la historia de sus antepasados en el pueblo granadino de Churriana de la Vega, se remonta a la época en la que los moriscos fueron expulsados del pueblo y las tierras fueron recolonizadas por cristianos llegados de otras provincias. Encontré que un gran porcentaje de los enterrados en el cementerio local compartían al menos un apellido en común. Mi sorpresa fue mayor cuando revisando los más de 1500 nombres de antepasados conservados por mi familia política, encontré que seguía el mismo patrón y muchos de los apellidos se repetían una y otra vez por generaciones desde el siglo XVII. Incluso pudimos relacionar un antepasado en común del siglo XVIII.

Es indudable que nuestros ancestros practicaron la endogamia ya fuera de forma voluntaria o por desconocimiento.

En este punto quiero aportar un dato que quizás a muchos les sorprenda. No importa el origen o las características de nuestros árboles genealógicos, todos están conectados y deben unirse y confundirse en el árbol genético de toda la humanidad antes de la época en que se hayan extendido más allá de cincuenta generaciones de antepasados. En mi caso y el de mi esposa nos encontramos un tronco común hace unas 12 generaciones. Para otros será antes o será después, pero finalmente todos quedamos conectados por un tronco común. Se dice por tanto que es prácticamente seguro de que cualquiera de nosotros seamos descendientes directos de Mahoma, Khrisna, Abraham, Julio César, Confucio… y es mucho más que seguro que lo seamos del gran Gengis Khan, quien tuvo la fortuna de ser padre de más de mil hijos con sus múltiples esposas.
Quizás estos datos te animen a pensar que la búsqueda de nuestros antepasados no sea tan difícil después de todo. Pero solo acabamos de empezar. 


LOS DATOS

Según los estudios, al menos un 19% de la población que ha existido en la Tierra ha pasado a un completo olvido, sin ni siquiera dejar constancia de sus nombres.  Además, las guerras, el fuego, las inundaciones y otras catástrofes, han destruido millones de documentos y registros que nos han privado de identificar a muchos de nuestros antepasados. Muchos de esos documentos fueron destruidos durante la epidemia de peste del siglo XIV que arrasó Europa, ya que una de las medidas preventivas contra la enfermedad era quemar las viviendas de los afectados con todas sus pertenencias dentro. En España, las enfermedades y epidemias tales como la viruela, la gripe o la ya mencionada peste, hacían actuar a las autoridades sacando de las viviendas de los enfermos todos sus muebles, ropa y enseres para quemarlos como medio de fumigación y muchos documentos importantes eran destruidos junto a esas pertenencias.
La práctica de llevar a cabo censos es muy antigua. El primer estudio sobre la población a escala nacional del que se tiene constancia en la historia de la Humanidad fue llevado a cabo en la antigua Babilonia, en el año 4500 a.C. Sin embargo, según las fuentes disponibles, fue en China donde se llevó a cabo el primer recuento de población, el primer censo en términos propios y es considerado el único país de las antiguas civilizaciones que ha podido conservar hasta hoy día datos continuados y completos de registro de la población.
Según los datos, la historia de los censos en China se remonta en torno al año 2200 a.C., durante la época de Yu.
Sin embargo, fue en el año 2 d.C. cuando el gobierno imperial de la época llevó a cabo el primer registro completo del número de familias y la población de cada provincia y distrito del Imperio. Desde entonces y en adelante, las dinastías sucesivas establecieron sus propios sistemas de estadísticas de población.

La antigua Roma también vivió un sistema de reclutamiento de acuerdo a los bienes poseídos, hizo necesario establecer un censo de propiedades y transmisiones, que se revisaba cada cuatro años. El efecto inmediato fue el de dividir a la sociedad romana: a la división ya existente entre patricios y plebeyos, se añadía ahora la división entre propietarios  y proletarios. El censo se hacía cada cuatro años.



El censor en la antigua Roma era responsable de la realización del censo, la supervisión de la moralidad pública, y de ciertos aspectos de las finanzas públicas.
Desde la antigüedad, todos los pueblos del mundo han realizado censos para conocer los recursos humanos y materiales con que contaban y así proyectar su futuro.

Las grandes civilizaciones tenían necesidad de conocer la cantidad de hombres y soldados disponibles, tanto para la construcción de importantes obras públicas como para la guerra. En España además, se daba mucha importancia a los registros entre la propia ciudadanía, ya que a través de la genealogía los españoles más orgullosos de su sangre podían mostrar al mundo que sus antepasados  estaban libres de cualquier mancha genética judía. Y es que la persecución contra los judíos era tal, que incluso se toleraba y dispensaba tener un abuelo o bisabuelo morisco, pero una sola gota de sangre judía en cualquiera de sus tres generaciones contaminaba toda la genealogía. Unos siglos después la Alemania de Hitler seguiría los mismos pasos, proclamando la superioridad de la raza aria y persiguiendo de forma implacable a los judíos.

Durante la Edad Media la Iglesia Católica centralizó las actividades destinadas al recuento de la población. Además monopolizaba la información a través de las partidas de bautismo, casamiento o defunción. Los registros eclesiásticos son precursores de los registros civiles y se iniciaron con el Concilio de Trento en el año 1562. En realidad fueron los avances de la herejía protestante que  llevaron a la Iglesia Católica al deseo de controlar sus fieles,  regularizando el modo de llevar los libros parroquiales de bautismos y matrimonios. Existen los  archivos parroquiales que recoge   el registro de las actas sacramentales de los bautismos, matrimonios y defunciones. Debido a la inexistencia, hasta hace escasamente dos siglos de los Registros Civiles, toda la información personal, estadística, sociológica y genealógica de dichas entidades constituyen uno de los mayores tesoros que ha generado y aún se mantienen bajo la administración de la Iglesia. Los monacales o conventuales que están relacionados con las bibliotecas de los monasterios y conventos, los archivos catedralicios o capitulares, Los archivos diocesanos que guarda la documentación que se ha ido recopilando por todas las parroquias que conforman cada diócesis y los archivos vaticanos, entre los cuales destaca el famoso Archivo Secreto Vaticano.

Prueba de la importancia que fueron adquiriendo esos libros de registros parroquiales fue la ley de 1749, por la que se encargaba a los prelados “que se pusiese todo cuidado a fin de que los libros parroquiales estuvieran bien custodiados y con total seguridad en sus iglesias”.

Pero la fiabilidad de los registros dejaba mucho que desear. Tanto el clero como los pobres estaban exentos de registrarse en dichos censos. Además, muchos ciudadanos buscaban la picaresca para eludir los controles del censo y así evitar los tan odiados impuestos.
En España Lo que hoy entendemos como Registro Civil se fue formando, al principio como un simple instrumento estadístico. Finalmente, el Estado se hizo cargo  exclusivamente de los registros, que tan útil le resultaría para el control administrativo y policial de la población. Tras la caída de Isabel II y con la revolución de 1868 se introdujo definitivamente unos usos totalmente laicos en la nueva Constitución de 1869, en la que se proclamaba la libertad de culto. Esta libertad exigía la creación de un Registro Civil en el que anotar los datos de todos los españoles, fueran o no católicos que implantó por vez primera en el Estado tal registro, ya con sus actuales características generales. Tal ley entró en vigor en 1 de enero de 1871. Y aunque titulada "provisional", mantuvo su vigor hasta ser substituida por otra nueva de 1957 que junto a su reglamento comenzó a regir el primero de enero del año siguiente. El registro Civil está concebido como un instrumento "público para quienes tengan interés en conocer los asientos", como proclama en su artículo 6º.

En resumen, todos los registros civiles que no han desaparecido o hayan sido destruidos desde 1871 hasta el presente, están actualmente a disposición de cualquier usuario  que desee buscar su filiación.

Para empezar la búsqueda de nuestros antepasados, habremos de dirigirnos al registro civil de la localidad donde  nacimos. Allí y de manera gratuita podemos solicitar nuestra partida de nacimiento literal donde se expone lo siguiente.

Como podemos observar, la partida de nacimiento contiene datos de sumo interés para el usuario. A la información propia, se le añade la de nuestros padres y abuelos. Teniendo dichos datos en nuestro poder podemos solicitar posteriormente las partidas de nacimiento, matrimonio o defunción de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, etc… hasta 1871. A partir de ahí nos veremos en la obligación de consultar otras fuentes.

Las fuentes eclesiásticas como ya hemos visto, las componen los registros parroquiales y diocesanos. La reticencia inicial de muchos miembros del clero a la hora de mostrar al público los documentos parroquiales, ha dado paso en estos últimos tiempos a una apertura total de sus archivos, al digitalizarlos y colgarlos en internet. Hoy en día son algunas las diócesis españolas que cuentan con una página web propia, y ofrece al usuario un buscador para que pueda encontrar a sus antepasados entre los registros digitalizados. Los archivos eclesiásticos son de un incalculable valor ya que nos permite retroceder en nuestra línea genealógica hasta fechas muy distantes.

Otro valor seguro lo encontramos en un tipo diferente de registro, pero de igual valor, como son los diccionarios geográficos, que permiten ubicar una localidad geográficamente, pero también en su contexto administrativo, religioso y judicial. Así, es posible dirigirse a la parroquia, obispado o registro civil que corresponda en busca de documentación. Como antecedente de los diccionarios se puede consultar el Catastro del Marqués de la Ensenada.

A mediados del siglo XVIII, durante el reinado de Fernando VI, el citado Marqués promueve la elaboración de un censo – en el sentido más extenso del término- que sirva para conocer la realidad económica del territorio (Corona de Castilla) y de sus habitantes y que finalmente posibilite ajustar una  política fiscal más adecuada. A  través de la cual se obligaba a ciudades, villas, lugares y a todos sus respectivos vecinos, sin diferenciación de estamento, a declarar sus bienes, rentas y cargas. Se inició tras el Real Decreto del 10 de octubre de 1749 y hasta 1756 llegaron a operarse 15.000 localidades, dando como resultado un conjunto de libros cercano a los 80.000 volúmenes. Se trataba de averiguarlo “todo de todos”. Esta joya del pasado está a disposición de cualquier usuario con conexión a internet, ya que dichos registros se hallan digitalizados y se pueden consultar en www.pares.mcu.es/Catastro/


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