PRIMA,
¿QUIERES CASARTE CONMIGO?
Si multiplicáramos una y
otra vez por dos los progenitores de una persona nacida hoy, es decir, los dos
padres, los cuatro abuelos, los ocho bisabuelos y así sucesivamente, esa
persona habría tenido (basándonos en una generación media de unos 25 años) en la época de la invasión musulmana en
España un número aproximado de
1,124,000,000,000 parientes vivos. Sin
embargo, en aquella época, nuestro país solo contaba con unos 3,000,000 de
habitantes y además no ha habido ninguna región
ni época en el mundo, en la que haya vivido tanta gente a la vez.
Evolución demográfica e histórica de la población española hasta 2015
Para evitar que eso suceda,
tiene lugar un fenómeno en el que se involucran los vínculos de parentesco. Ese
vínculo es el que une a las personas que
descienden unas de otras o que tienen un ascendente en común.
Este fenómeno sucede cuando
los primos se casan entre sí, ya sean uniones de conveniencia, hechas a
propósito, o entre primos lejanos que no saben que están emparentados. Cada vez
que dos primos se casan ocurre una duplicación en las genealogías de sus
descendientes ya que como primos, ya han ocupado un lugar en ellas.
El árbol genealógico de cada persona tiene forma
de rombo. Al principio tiene forma de diamante invertido hasta alcanzar un punto
máximo de expansión, tras lo cual comienza a estrecharse hasta llegar a un solo
individuo, es decir, yo.
La proximidad del parentesco
de consanguineidad se mide por grados y se organiza en líneas, siendo un grado
la distancia que hay entre dos personas engendradas una de otra y lo podemos
averiguar así: Ascendemos hasta llegar al más próximo antepasado común con la
otra, y luego bajar por la línea recta descendente que une a este antepasado
con la otra cuyo parentesco con la primera se mide.
Grado
de parentesco lineal
Desde el punto de vista de
una persona, llamada el tronco, las líneas de parentesco son importantes para
heredar,etc..
Grado
de parentesco colateral
En las líneas colaterales
los grados entre dos parientes se cuentan por generaciones en la línea ascendiente
desde el primer pariente hasta el tronco (i.e., antepasado en común) y se sigue
contando por la línea descendiente hasta llegar al otro pariente. Por ejemplo,
entre hermano y hermana hay dos grados de separación: un grado del hermano a
los padres, y otro de los padres a la hermana. Entre un tío y un sobrino has
tres grados de separación: uno del tío a sus padres, y dos de ellos al sobrino
y así sucesivamente.
Lo cierto es que los
matrimonios entre primos y primos segundos representan más del 10% actualmente,
y mientras en algunas culturas es un requisito indispensable, en otras está
totalmente prohibido. En algunos países de Oriente medio representan más de la
mitad de los matrimonios. En Qatar, Yemen y los Emiratos Árabes Unidos, las
tasas de consanguineidad están aumentando en la generación actual. Un caso
curioso es el de Japón que tiene una de
las tasas de consanguineidad más altas del mundo, ya que lleva siglos
celebrando matrimonios de conveniencia entre primos carnales.
En la cultura occidental, siempre han sido legales en la mayoría de los
países, y disfrutó de amplia aceptación social hasta la primera mitad del siglo
XX. El matrimonio entre primos hermanos era legal en la antigua Roma hasta que
fue prohibida por el emperador cristiano Teodosio I en el año 381 en el imperio
romano de occidente y algo después de la muerte de Justiniano, en el imperio
oriental.
El antropólogo inglés Jack Goody dice que el matrimonio entre
primos era un patrón típico de Roma. Aunque en la mayor parte del Imperio de
Occidente los matrimonios entre parientes no estaba difundido entre los
plebeyos, en España y Noricum (Zona de la actual Austria) son excepciones a
esta regla, pero incluso allí los porcentajes no se elevaron por encima del
10%.
En la Biblia, concretamente
en los libros de Levítico y Deuteronomio, el matrimonio entre ciertos parientes
no estaba prohibido. En el Antiguo Testamento leemos de varios ejemplos de
parientes casados entre sí. Isaac se casó con su prima Rebeca. Raquel y Leah eran primas de Jacob, el hijo de Isaac. Jacob
amaba a Raquel y trabajó siete años para su padre Labán a cambio de obtener su
permiso para desposarse con ella. El hermano de Jacob, Esaú también se casó con
su prima Mahalath, hija de Ismael. Incluso el patriarca Abraham estaba
desposado a su sobrina Sara. Aún el Nuevo Testamento leemos que María y José
estaban emparentados y es muy posible que por tradición, el propio Jesucristo
estuviera casado con su prima María de Betania.
Según el profesor Robin Fox, de la Universidad Rutgers,
es probable que el 80% de todos los matrimonios en la historia hayan sido entre primos segundos o incluso más cercanos.
En general se acepta que la población fundadora de Homo sapiens era pequeña, unos
700 a 10.000 individuos, y se combina con la dispersión de la población causada
por una existencia de cazadores-recolectores, una cierta cantidad de endogamia
habría sido inevitable. A veces, el matrimonio
entre primos ha sido la opción para mantener los valores culturales intactos a
través de muchas generaciones, garantizar la compatibilidad de los cónyuges, y
preservar la riqueza familiar, a veces a través de las ventajas relacionadas con
la dote. Otras razones tienen que ver con la proximidad geográfica. La gente
que ha habitado en poblaciones pequeñas y aisladas, ha estado más cerca de
celebrar este tipo de enlaces. Considerando la Europa rural del siglo XIX, el
radio de aislamiento medio, o fuente de esposas potenciales, abarcaba unos 8
kilómetros, que era la distancia media que el hombre podía recorrer paseando
cuando buscaba una novia. Con la invención de la bicicleta ese radio aumentó a
40 kilómetros.
Los hijos de matrimonios
entre primos hermanos tienen un mayor riesgo de trastornos genéticos, aunque el
aumento del riesgo incremental es relativamente pequeño, según muchos
investigadores. No obstante, en el pasado, algunos países como EEUU crearon
comisiones dedicadas a estudiar a los “idiotas”, relacionando el matrimonio
entre primos como causa de esa idiotez.
De Carlos II Se dice que
era bajito, impotente, de constitución débil, que padecía diarreas y vómitos
frecuentes y que tenía aspecto de anciano cuando falleció con 39 años. Un
estudio gallego publicado en la revista PLOS ONE asegura que la causa de todos
sus males fue la endogamia, que provocó alteraciones genéticas que extinguieron
la casa de Austria.
Se
supone que cada persona tiene dos progenitores, y cada uno aporta la mitad del
material genético (50%). Si los progenitores no se repiten, entonces en cada
generación hacia atrás se duplica la cantidad de progenitores (2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos...)
y consecuentemente se demedia la cantidad de material genético (50% por cada
padre, 25% por cada abuelo, 12,5% por cada bisabuelo...). Ahora bien, si un
mismo progenitor se repite, obviamente va a aportar material genético en el grado
de ascendencia por todas las líneas le corresponda.
Lo cierto es que los hijos
de padres cuyo parentesco es mayor que el de primos cuartos corren mayor riesgo
de heredar un desorden genético recesivo. Entre las consecuencias genéticas más
comunes a causa de la endogamia se encuentran los defectos en los ojos y oídos,
malformaciones estructurales y deficiencias mentales. También puede reducir la
aptitud para reproducirse, trastornos comunes de la edad adulta, como la
hipertensión, enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular, cáncer,
trastornos bipolares, la depresión, el asma, la gota, úlcera péptica, y la
osteoporosis, entre otros. Así, cuanto mayor sea la consanguineidad de la
pareja, mayores las posibilidades de que su descendencia se vea afectada.
Trastornos similares se han
encontrado en la Iglesia Fundamentalista
de Jesucristo de los Santos de
los Últimos Días, donde la endogamia aparece en el 75 a 80 por ciento y están
relacionados con los dos fundadores de los años 30.
Los patrones matrimoniales
de los amish son también un ejemplo de severa
endogamia.
Observando estos patrones
quizás no sería descabellado pensar que gran parte de la mortalidad en el
pasado estuviera relacionada con la endogamia. Y es que sin ser el factor más
importante, a las epidemias y las hambres, la endogamia pudo contribuir a la
mortandad de unos organismos de por sí ya debilitados.
Quizás la prueba más
palpable sobre la endogamia la encontremos sobre todo, en los cementerios
rurales o de escasa población. Cuando contraje matrimonio hace unos años, mi genealogía se duplicó al formar parte de la
historia familiar de mi hermosa esposa. Su patrimonio histórico familiar es muy rico, ya
que la historia de sus antepasados en el
pueblo granadino de Churriana de la Vega, se remonta a la época en la que los
moriscos fueron expulsados del pueblo y las tierras fueron recolonizadas por
cristianos llegados de otras provincias. Encontré que un gran porcentaje de los
enterrados en el cementerio local compartían al menos un apellido en común. Mi
sorpresa fue mayor cuando revisando los más de 1500 nombres de antepasados
conservados por mi familia política, encontré que seguía el mismo patrón y
muchos de los apellidos se repetían una y otra vez por generaciones desde el
siglo XVII. Incluso pudimos relacionar un antepasado en común del siglo XVIII.
Es indudable que nuestros
ancestros practicaron la endogamia ya fuera de forma voluntaria o por
desconocimiento.
En este punto quiero aportar
un dato que quizás a muchos les sorprenda. No importa el origen o las características
de nuestros árboles genealógicos, todos están conectados y deben unirse y
confundirse en el árbol genético de toda la humanidad antes de la época en que
se hayan extendido más allá de cincuenta generaciones de antepasados. En mi
caso y el de mi esposa nos encontramos un tronco común hace unas 12
generaciones. Para otros será antes o será después, pero finalmente todos
quedamos conectados por un tronco común. Se dice por tanto que es prácticamente
seguro de que cualquiera de nosotros seamos descendientes directos de Mahoma,
Khrisna, Abraham, Julio César, Confucio… y es mucho más que seguro que lo
seamos del gran Gengis Khan, quien tuvo la fortuna de ser padre de más de mil hijos
con sus múltiples esposas.
Quizás estos datos te animen
a pensar que la búsqueda de nuestros antepasados no sea tan difícil después de
todo. Pero solo acabamos de empezar.
LOS
DATOS
Según los estudios, al menos
un 19% de la población que ha existido en la Tierra ha pasado a un completo
olvido, sin ni siquiera dejar constancia de sus nombres. Además, las guerras, el fuego, las inundaciones
y otras catástrofes, han destruido millones de documentos y registros que nos
han privado de identificar a muchos de nuestros antepasados. Muchos de esos
documentos fueron destruidos durante la epidemia de peste del siglo XIV que
arrasó Europa, ya que una de las medidas preventivas contra la enfermedad era
quemar las viviendas de los afectados con todas sus pertenencias dentro. En
España, las enfermedades y epidemias tales como la viruela, la gripe o la ya
mencionada peste, hacían actuar a las autoridades sacando de las viviendas de
los enfermos todos sus muebles, ropa y enseres para quemarlos como medio de
fumigación y muchos documentos importantes eran destruidos junto a esas
pertenencias.
La práctica de llevar a cabo
censos es muy antigua. El primer estudio sobre la población a escala nacional
del que se tiene constancia en la historia de la Humanidad fue llevado a cabo
en la antigua Babilonia, en el año 4500 a.C. Sin embargo, según las fuentes
disponibles, fue en China donde se llevó a cabo el primer recuento de
población, el primer censo en términos propios y es considerado el único país
de las antiguas civilizaciones que ha podido conservar hasta hoy día datos
continuados y completos de registro de la población.
Según los datos, la historia
de los censos en China se remonta en torno al año 2200 a.C., durante la época
de Yu.
Sin embargo, fue en el año 2
d.C. cuando el gobierno imperial de la época llevó a cabo el primer registro
completo del número de familias y la población de cada provincia y distrito del
Imperio. Desde entonces y en adelante, las dinastías sucesivas establecieron
sus propios sistemas de estadísticas de población.
La antigua Roma también vivió un sistema de reclutamiento de acuerdo a los bienes poseídos, hizo necesario establecer un censo de propiedades y transmisiones, que se revisaba cada cuatro años. El efecto inmediato fue el de dividir a la sociedad romana: a la división ya existente entre patricios y plebeyos, se añadía ahora la división entre propietarios y proletarios. El censo se hacía cada cuatro años.
El censor en la antigua Roma era responsable de la realización del censo, la supervisión de la moralidad pública, y de ciertos aspectos de las finanzas públicas. |
Desde la antigüedad, todos
los pueblos del mundo han realizado censos para conocer los recursos humanos y
materiales con que contaban y así proyectar su futuro.
Las grandes civilizaciones tenían
necesidad de conocer la cantidad de hombres y soldados disponibles, tanto para
la construcción de importantes obras públicas como para la guerra. En España
además, se daba mucha importancia a los registros entre la propia ciudadanía,
ya que a través de la genealogía los españoles más orgullosos de su sangre
podían mostrar al mundo que sus antepasados
estaban libres de cualquier mancha genética judía. Y es que la
persecución contra los judíos era tal, que incluso se toleraba y dispensaba
tener un abuelo o bisabuelo morisco, pero una sola gota de sangre judía en
cualquiera de sus tres generaciones contaminaba toda la genealogía. Unos siglos
después la Alemania de Hitler seguiría los mismos pasos, proclamando la
superioridad de la raza aria y persiguiendo de forma implacable a los judíos.
Durante la Edad Media la
Iglesia Católica centralizó las actividades destinadas al recuento de la
población. Además monopolizaba la información a través de las partidas de
bautismo, casamiento o defunción. Los registros eclesiásticos son precursores
de los registros civiles y se iniciaron con el Concilio de Trento en el año
1562. En realidad fueron los avances de la herejía protestante que llevaron a la Iglesia Católica al deseo de
controlar sus fieles, regularizando el
modo de llevar los libros parroquiales de bautismos y matrimonios. Existen los archivos parroquiales que recoge el
registro de las actas sacramentales de los bautismos, matrimonios y defunciones.
Debido a la inexistencia, hasta hace escasamente dos siglos de los Registros
Civiles, toda la información personal, estadística, sociológica y genealógica
de dichas entidades constituyen uno de los mayores tesoros que ha generado y
aún se mantienen bajo la administración de la Iglesia. Los monacales o
conventuales que están relacionados con las bibliotecas de los monasterios y
conventos, los archivos catedralicios o capitulares, Los archivos diocesanos
que guarda la documentación que se ha ido recopilando por todas las parroquias
que conforman cada diócesis y los archivos vaticanos, entre los cuales destaca
el famoso Archivo Secreto Vaticano.
Prueba de la importancia que
fueron adquiriendo esos libros de registros parroquiales fue la ley de 1749,
por la que se encargaba a los prelados “que se pusiese todo cuidado a fin de
que los libros parroquiales estuvieran bien custodiados y con total seguridad
en sus iglesias”.
Pero la fiabilidad de los
registros dejaba mucho que desear. Tanto el clero como los pobres estaban
exentos de registrarse en dichos censos. Además, muchos ciudadanos buscaban la
picaresca para eludir los controles del censo y así evitar los tan odiados
impuestos.
En España Lo que hoy
entendemos como Registro Civil se fue formando, al principio como un simple
instrumento estadístico. Finalmente, el Estado se hizo cargo exclusivamente de los registros, que tan útil
le resultaría para el control administrativo y policial de la población. Tras
la caída de Isabel II y con la revolución de 1868 se introdujo definitivamente
unos usos totalmente laicos en la nueva Constitución de 1869, en la que se
proclamaba la libertad de culto. Esta libertad exigía la creación de un
Registro Civil en el que anotar los datos de todos los españoles, fueran o no
católicos que implantó por vez primera en el Estado tal registro, ya con sus
actuales características generales. Tal ley entró en vigor en 1 de enero de
1871. Y aunque titulada "provisional", mantuvo su vigor hasta ser
substituida por otra nueva de 1957 que junto a su reglamento comenzó a regir el
primero de enero del año siguiente. El registro Civil está concebido como un
instrumento "público para quienes tengan interés en conocer los
asientos", como proclama en su artículo 6º.
En resumen, todos los
registros civiles que no han desaparecido o hayan sido destruidos desde 1871
hasta el presente, están actualmente a disposición de cualquier usuario que desee buscar su filiación.
Para empezar la búsqueda de
nuestros antepasados, habremos de dirigirnos al registro civil de la localidad
donde nacimos. Allí y de manera gratuita
podemos solicitar nuestra partida de nacimiento literal donde se expone lo
siguiente.
Como podemos observar,
la partida de nacimiento contiene datos de sumo interés para el usuario. A la
información propia, se le añade la de nuestros padres y abuelos. Teniendo
dichos datos en nuestro poder podemos solicitar posteriormente las partidas de
nacimiento, matrimonio o defunción de nuestros padres, abuelos, bisabuelos,
etc… hasta 1871. A partir de ahí nos veremos en la obligación de consultar
otras fuentes.
Las fuentes eclesiásticas
como ya hemos visto, las componen los registros parroquiales y diocesanos. La
reticencia inicial de muchos miembros del clero a la hora de mostrar al público
los documentos parroquiales, ha dado paso en estos últimos tiempos a una
apertura total de sus archivos, al digitalizarlos y colgarlos en internet. Hoy
en día son algunas las diócesis españolas que cuentan con una página web
propia, y ofrece al usuario un buscador para que pueda encontrar a sus
antepasados entre los registros digitalizados. Los archivos eclesiásticos son
de un incalculable valor ya que nos permite retroceder en nuestra línea
genealógica hasta fechas muy distantes.
Otro valor seguro lo
encontramos en un tipo diferente de registro, pero de igual valor, como son los
diccionarios geográficos, que permiten ubicar una localidad geográficamente,
pero también en su contexto administrativo, religioso y judicial. Así, es
posible dirigirse a la parroquia, obispado o registro civil que corresponda en
busca de documentación. Como antecedente de los diccionarios se puede consultar
el Catastro del Marqués de la Ensenada.
A mediados del siglo XVIII,
durante el reinado de Fernando VI, el citado Marqués promueve la elaboración de
un censo – en el sentido más extenso del término- que sirva para conocer la
realidad económica del territorio (Corona de Castilla) y de sus habitantes y
que finalmente posibilite ajustar una
política fiscal más adecuada. A
través de la cual se obligaba a ciudades, villas, lugares y a todos sus
respectivos vecinos, sin diferenciación de estamento, a declarar sus bienes,
rentas y cargas. Se inició tras el Real Decreto del 10 de octubre de 1749 y
hasta 1756 llegaron a operarse 15.000 localidades, dando como resultado un
conjunto de libros cercano a los 80.000 volúmenes. Se trataba de averiguarlo
“todo de todos”. Esta joya del pasado está a disposición de cualquier usuario
con conexión a internet, ya que dichos registros se hallan digitalizados y se
pueden consultar en www.pares.mcu.es/Catastro/
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