Image { text-align:center; }

lunes, 28 de agosto de 2017

LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA (1934-1936)



Las elecciones de 1933 suponían la incorporación de los católicos a la República y un castigo para la izquierda que no había estado a la altura de las circunstancias. No obstante y a pesar de ganar las elecciones, Alcalá Zamora no llamó a gobernar a la CEDA a quienes le correspondía gobernar por derecho, sino a los radicales de Lerroux. Pronto veremos que ni unos ni otros fueron capaces de dar estabilidad y paz a un país más dividido por momentos. 

LAS CRISIS DE 1934

El nuevo gobierno se encontraba con el problema del Estatuto Vasco. Redactado en agosto de 1933 y sometido a referendum declaraba al País Vasco como un "núcleo político administrativo" dentro del Estado español con Hacienda propia y desligada de la española. Sin embargo Álava votó no en el referendum y los ayuntamientos alaveses decidieron abandonar la Comunidad Autónoma en febrero de 1934. En enero de ese año, ERC ganó las elecciones autonómicas en Cataluña.

Pronto comenzarían los choques entre el ejecutivo y el presidente de la República con motivo de la amnistía a los militares por el golpe de 1932 que solicitaba la derecha. La izquierda, lejos de condenar la medida, solicitó una extensión de la amnistía a comunistas y anarquistas. La amnistía se ampliaba a los condenados, no rebeldes, por delitos políticos. Era una manera de contribuir a la pacificación de todos los partidos. Aunque el decreto salió adelante, a pesar de Zamora, Lerroux dimitió y Ricardo Samper del Partido de Unión Republicana Autonomista era investido como nuevo presidente del gobierno.


Sobre estas líneas Ricardo Samper, quien fue presidente del Gobierno en abril de 1934 y dimitió en octubre del mismo año.

En Cataluña, Companys pretendía que los arrendatarios de tierras se convirtieran en propietarios. Para eso  presentó y se aprobó la Ley de Contratos de Cultivos que concedía facilidades a los arrendatarios que llevaban cultivando la tierra durante 15 años y quisieran adquirirla. Los propietarios protestaron y el Gobierno central les amparó, alegando la inconstitucionalidad de dicha ley, ya que debía ser las Cortes quienes la aprobaran. El Tribunal se pronunció  a favor de los propietarios. Además, los propietarios comenzaron a mecanizar las tareas del campo, lo cual no dejaba trabajo para los jornaleros. Las huelgas y protestas se sucedieron. José Antonio Primo de Rivera relataba la situación del campo como intolerable.

"Ayer he estado en la provincia de Sevilla...hay un pueblo que se llama Vadolatosa; en este sitio salen a las tres de la madrugada las mujeres para recoger garbanzos; terminan la tarea al mediodía, después de una jornada de nueve horas que no puede prolongarse por razones técnicas, y a estas mujeres se les paga una peseta."

Hay que decir que durante el considerado bienio negro, se acometieron reformas agrarias con reparto de tierras que benefició a casi 7000 familias respecto a las 4000 del periodo anterior.   

En Madrid falangistas y socialistas se enzarzaban en constantes peleas callejeras. El 10 de junio moría apaleado un joven falangista en la Casa de Campo y sus compañeros reaccionarían con violencia matando a una joven en una manifestación socialista. El ministro de Gobernación cerró los locales falangistas y detuvo a Primo de Rivera en las Cortes por tenencia ilícita de armas (sí, los diputados llevaban sus armas al congreso). El socialista Indalecio Prieto, amigo de la familia salió en defensa de Rivera.

El ministro de Gobernación temía una revolución y actuó con contundencia contra los campesinos insurrectos. Multiplicó la presencia de la Guardia Civil, detuvo a agricultores e impuso la censura. La situación era insostenible, y en el Congreso, diputados de uno y otro bando se levantaron de sus asientos, algunos con pistolas en la mano. 


LLAMAMIENTO A UN GOLPE DE ESTADO

El 3 de febrero de 1934 nacía el Comité Nacional Revolucionario auspiciado por el ala más radical del Partido Socialista, encabezado por Largo Caballero e Indalecio Prieto. Sus miembros recaban información sobre las ideas políticas de vecinos, trayectos, matrículas y se hicieron simulacros  de ataques a centros enemigos combinando la lucha armada y el sabotaje con huelga general.

El 5 de junio se descubría en un depósito socialista un arsenal de 600 pistolas y 80,000 balas.

La situación era caótica. El Gobierno se hundía y Gil-Robles lo sabía. Era el momento de que la CEDA adquiriera más protagonismo. En octubre de 1934 tres ministros de la CEDA entraban en el Gobierno y esto no gustó nada a los diputados socialistas. El diario El Sol  había publicado un artículo de Largo Caballero el 10 de julio en el que reclamaba a la CEDA la lealtad al régimen de la República. 

En septiembre, Gil Robles se trasladaba a Asturias para arengar a sus fieles. Los trabajadores de Oviedo y Gijón iniciaron una huelga y llenaron de chinchetas la carretera por la que debía pasar el líder cedista.

El 5 de octubre se sucedían huelgas por toda España impulsadas por la UGT. En Cataluña eran aprovechadas para declarar un Estado catalán independiente. Companys entendía que un Gobierno que integrara a la CEDA no era legítimo, no era republicano. Una oleada de nacionalismo había recorrido la región durante todo el año. Se dejó de hablar castellano en las aulas universitarias y se repartían folletos instando a los catalanes a no contaminar su sangre casándose con castellanas. La juventud de Esquerra portaban y adoptaban símbolos fascistas y se organizaron militarmente. Sin embargo muchos catalanes no reconocían el "republicanismo burgués " de Companys. 

La sublevación de Companys le salió cara y tan solo unas horas después de la proclamación de independencia, el general Batet controlaba la situación y el líder nacionalista era detenido y su gobierno desmantelado. 


Tras reprimir la sublevación, Lluis Companys fue encarcelado con otros miembros de la Generalitat.


En Madrid la sublevación fracasaba por la pasividad de la población y la falta de compromiso de algunos oficiales que habían prometido la entrada de los revolucionarios a los cuarteles. No obstante hubo intercambios de disparos entre las fuerzas del orden y los sublevados. En toda España se sucedían episodios revolucionarios y que no encontrarían apoyo en la población civil excepto en gran parte de Asturias.

En Asturias el proletariado se levantaba en armas contra un gobierno, según ellos, que representaba al capitalismo. En el resto de España los anarquistas no participaron, así tampoco los comunistas y en el socialismo estaban divididos. González PeñaIndalecio Prieto y Largo Caballero (este último muy comprometido con las tesis revolucionarias) participaron y apoyaron la rebelión asturiana. 

El partido de Azaña publicaba lo siguiente el día 5 de octubre:

"Izquierda Republicana declara que el hecho monstruoso de entregar el Gobierno de la República a sus enemigos es una traición que rompe toda solidaridad con las instituciones actuales del régimen y afirma su decisión de acudir a todos los medios en defensa de la República

Esta y otras declaraciones similares de otros partidos contra la CEDA, ponían de manifiesto el rechazo a gobernar  quienes por derecho habían ganado las elecciones.

Cabe recordar que existía un miedo irracional de la izquierda a un gobierno de derechas que podía derivar al fascismo. Durante mucho tiempo la facción más radical del PSOE  llamó al pueblo a la revolución. Los discursos incendiarios de Largo Caballero propugnaban la lucha contra la dictadura fascista en favor de la dictadura socialista. Según él, la República solo era el medio para alcanzar un fin, la dictadura del proletariado , y su modelo era sin duda el comunismo de Rusia. No en vano Caballero era conocido como el Lenin español. Este hecho resulta paradójico ya que mientras Caballero pedía lealtad a la CEDA, el líder socialista estaba conspirando para derrocar al Gobierno e imponer un modelo de régimen al estilo soviético. Esta afirmación que para nada es gratuita se puede comprobar en los documentos custodiados por la Fundación Pablo Iglesias en los que se puede seguir todos los tejemanejes de la conspiración y el posterior golpe de Estado acaecido en octubre de 1934.

Mientras tanto en Asturias, los socialistas habían logrado adquirir y repartir armas entre los mineros. Liderados por el socialista González Peña, los obreros se sublevaban contra el nuevo Gobierno. En Mieres, 200 sindicalistas armados sitiaban el ayuntamiento y el cuartel de la Guardia Civil. Luego se dirigieron a Oviedo. Los guardias civiles eran aislados en sus guarniciones. A la capital llegaronn 8,000 rebeldes con pocas armas pero mucha dinamita. El Gobierno mandó a la Guardia de Asalto pero en poco tiempo toda la ciudad estaba en manos de los rebeldes. Sin embargo, el golpe de Estado había fracasado en Madrid y Barcelona. Los rebeldes estaban solos. En el tiempo que duró la revolución, los rebeldes ejecutaron a sacerdotes, guardias y algunos hombres de negocios. 

Finalmente el Gobierno mandó tropas regulares que tomaron sin esfuerzo Avilés y Gijón. El ejército republicano bombardeó Mieres, La Peña y Turón. Los desesperados rebeldes en Oviedo volaron su catedral. Lerroux envió al general López Ochoa, un hombre humanitario y masón, que desgraciadamente sería posteriormente fusilado en la Guerra Civil por los republicanos por su participación en Asturias, cuando en realidad tuvo un comportamiento ejemplar.


Los periódicos nacionales recogieron todos los avatares acaecidos durante la revolución de Asturias y Cataluña.

El 20 de octubre se recuperaba totalmente la ciudad y los rebeldes son reducidos. El balance es de entre 1000 y 4000 muertos (depende de las fuentes) y 30,000 prisioneros, además dejó un odio entre los civiles de la región. Se incautaron 120,000 armas y 41 cañones, gran parte de este arsenal comprado a la Alemania nazi de Hitler.

Para Javier Tusell la revolución carecía de sentido. la República no corría peligro ni la mayor parte de sus reformas. Para Gil Pecharromán el socialismo se dejó arrastrar por sus sectores más radicalizados.

Tras lo ocurrido en Asturias se restableció la pena de muerte y se ejecutó al sargento Vázquez que  abandonó el ejército para pasarse a los sublevados y al minero Jesús Argüelles que había ejecutado a ocho guardias civiles durante la revolución.



REFORMAS DURANTE 1935


En enero se suspendió el Estatuto catalán y se transfirieron sus competencias al Estado. Además se juzgó a los 3000 detenidos por el golpe fallido en Cataluña. Finalmente se restableció las funciones de Autonomía en Cataluña excepto las relativas al orden público que las controlaba el poder central.

En marzo de 1935 se aprobaba una reforma agraria   a través de la Ley de Arrenamientos Rústicos por la cual los arrendatarios de tierras podían convertirse en propietarios. La ley encontraría la oposición de Gil Robles y los terratenientes.

Vislumbrando unas nuevas elecciones generales algunos partidos de izquierda se fusionaron. Izquierda Republicana, Partido Radical Demócrata y el Partido Nacional Republicano se fundirían en uno solo.

En educación se limitó la influencia de la Institución Libre de Enseñanza y la actividad de las Misiones pedagógicas. Se devolvía así sus propiedades a los jesuitas.

En abril, Lerroux formaría un nuevo gabinete y prescindiría de la CEDA, a pesar de las protestas de esta alegando que ha sido el partido más votado. En mayo Lerroux volvía a reintegrarla, ocupando Gil Robles la cartera de Guerra. El cedista mantenía las reformas militares de Azaña pero destituyó y reemplazó a algunos mandos acusándoles de haber sido puestos por amiguismo. Los nuevos altos mandos serían Goded, Fanjul y Franco, partícipes activos en la sublevación del 36.

Gil Robles insistía en una reforma electoral que convirtiera el sistema en proporcional, pero los caciques locales se opusieron.

En septiembre se aprobaba una nueva reforma agraria en la que se anulaba la del bienio progresista, aunque se mantenía la cláusula que permitía la expropiación para uso público.

Ese mismo mes tiene lugar un escándalo que salpicaría al gobierno de Lerroux. El caso del estraperlo. Este vocablo tiene su origen en una composición de los apellidos del holandés Daniel Strauss y su socio Perlowitz que habían ideado un sistema de amaño para el juego de la ruleta. Las Cortes culparon a los radicales, sin embargo la justicia carecía de material suficiente para procesar a los implicados. No obstante, la imagen de corrupción del Partido Republicano Radical se mantuvo y Lerroux fue obligado a dimitir. Y es que en noviembre los radicales volvían a ser señalados por otro caso de corrupción, el del expediente Tayá.


El caso de corrupción del estraperlo puso la puntilla al gobierno centrista de Lerroux.



Finalmente Alcalá Zamora llamaba a Portela Valladares para que formara  un nuevo gabinete. Este no podía garantizar un gobierno sólido y entendía que debía disolver  las Cortes y convocar nuevas elecciones.

Gil Robles estaba desencantado. Entendía que jamás iba a gobernar la derecha aunque las elecciones le fueran propicias. Creía que la izquierda creó la República para sí misma y que mantendrían sus privilegios aun con métodos revolucionarios si fuere necesario. Robles consultó con los generales Fanjul, Goded, Franco y varela la posibilidad de tomar el poder mediante un golpe de Estado. Sin embargo los militares rechazaron la idea para evitar que se repitiera episodios como los del 34.


LOS PARTIDOS SE RADICALIZAN

Las elecciones del 36 iban a ser cruciales para el devenir de España. Los partidos de izquierda eran conscientes que sin una alianza la derecha volvería a ganar los comicios. El pacto de izquierdas serviría para salvar la República y hacer las reformas pertinentes que diera paso de un Gobierno republicano a otro Gobierno exclusivamente obrero. La gran coalición, llamada Frente Popular, englobaba a partidos de izquierda, marxistas y comunistas.  Su programa consistía en volver a 1931 y liberar a los 30,000 presos de la revolución de 1934.

Por otra parte la CEDA tenía más problemas para contrarrestar la coalición de la izquierda con un pacto que incluyera a toda la derecha. El centro ya no existía, aunque Alcalá Zamora se empeñó  en intentar formar una coalición centrista que sirviera de equilibrio entre unas fuerzas de derecha e izquierda cada vez más radicalizadas. Así nacía el Partido Centrista Democrático.   Su manifiesto no podía ser más acertado al referirse a los dos grupos extremos como "dos irreconciliables banderías...hemos de caer en la Guerra Civil que unos anuncian o en la Revolución Roja que por el otro extremo nos amenaza..."

Pero ¿realmente la República corría tales peligros? la obviedad de la Guerra Civil nos dice que en el caso de la derecha sí. Pero en el caso de la izquierda también, por mucho que algunos historiadores  se empeñen en minimizar el impacto rojo sobre nuestro país. Solo hay que echar un vistazo a los discursos de algunos políticos o las publicaciones de algunos diarios como El Socialista entre otros, para ver que el peligro de una revolución roja era real.

De todos modos fuese cual fuese el resultado electoral, ninguna de las fuerzas opositoras iba a encajarlo de ningún modo. Los carteles electorales iban impresos con hombres armados que llamaban a la acción. Los políticos aprovechaban de sucesos pasados para atacar a sus contrincantes. Se hablaba de asesinatos, fascismos, revoluciones rojas y de terror. 

Las elecciones del 16 de febrero de 1936 fueron todo lo ajustadas que podían ser. El Frente Popular obtenía el 34,3% de los votos. En segundo lugar, la derecha obtenía el 33,2%. En número de votos, la izquierda obtuvo 4,6 millones de votos por 4,5 millones de la derecha. El partido más votado fue el PSOE, seguido de la CEDA. 


A las elecciones del 36 concurría un nuevo bloque formado por  los principales partidos de  izquierda al que se denominó Frente Popular y que ganarían los comicios de ese año.



El revanchismo hace su aparición y como en el 1931 comienzan las revueltas y los desmanes. Gil Robles pide a Portela Valladares que declare el estado de guerra. La inestabilidad es más que patente y los generales Franco, Fanjul, Goded y Rodriguez Barrio se reúnen y contemplan  la posibilidad de un golpe de  estado.

Portela dimite. Los disturbios han dejado de ser desórdenes y se han tornado en batallas campales, multiplicándose los muertos y heridos. Azaña forma nuevo gobierno y promete estabilidad. Con la mayoría de las Cortes amnistía a 30,000 presos políticos, restablece los ayuntamientos vascos y el Gobierno de Companys.

Mientras, los militantes comunistas y socialistas exigen responsabilidades por la represión de los militares en el 34. Azaña destina a Franco a Canarias, Goded a Baleares y Mola a Pamplona. 

La vía de la violencia sigue en aumento. Las juventudes de izquierdas y derechas optan por seguir el camino de las armas. De un lado y otro son asesinadas decenas de personas anónimas. Pronto, personalidades políticas o militares se unirían a esta macabra lista de fallecidos.

En la segunda vuelta de las elecciones unos y otros se acusan de fraude electoral. La izquierda no permite que Primo de Rivera ocupe su escaño y además se ilegaliza la Falange.

Con todo esto, el 7 de abril las Cortes deponen a Alcalá Zamora como presidente de la República, valiéndose de una estratagema legal. Esta decisión ponía al país al borde de la guerra. Pero la puntilla la pondrá el asesinato de un instructor de la Guardia de Asalto, el teniente Castillo y el del político de derechas Calvo Sotelo. 


La convivencia entre derechas e izquierdas se hizo imposible al grado de que los asesinatos entre ambos bandos estaban a la orden del día. Las muertes del teniente Castillo y el político de derechas Calvo Sotelo fueron preludio  de la Guerra Civil.


La celebración del primero de mayo con 10,000 miembros de las juventudes socialistas uniformadas desfilando y coreando el nombre de Lenin y el Ejército Rojo no ayudaba a rebajar la tensión. El nombramiento de Azaña como presidente de la República y su política contra la derecha precipitaron las cosas. 

En junio, Gil Robles protestaba en las Cortes por la destrucción de 170 iglesias y los numerosos asesinatos cuyas cifras habían alcanzado ya los 269 y 1287 heridos. A ello había que sumar 133 huelgas generales y 218 parciales. La CEDA pedía medidas necesarias e inmediatas.

Tras el asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936 por funcionarios de las fuerzas de seguridad, los planes de sublevación se precipitaron. El 17 de julio las tropas de Marruecos se rebelaban y al día siguiente Casares Quiroga, presidente del Gobierno, dimitía. Azaña mandó a Diego Martínez Barrio formar gobierno quien ese mismo día telefoneaba a Mola para disuadirle de la conspiración y ofrecerle el Ministerio de Guerra. Mola rechazó el ofrecimiento y dijo:

"No habrá Gobierno alguno capaz de restablecer la paz social, de garantizar el orden público, de reintegrar a España y a sus hijos un decoro, un espíritu, una ley, desde hace tiempo en ruinas. Gracias, repito, señor presidente, pero en este mismo momento me voy a sublevar".

Empezaba la Guerra Civil Española.



REFLEXIÓN PERSONAL

La Guerra Civil Española fue un suceso triste, cruel y desgraciado que bien podría haberse evitado. La flamante República nacía con muchas ilusiones y esperanzas y podría haber supuesto la renovación y el progreso de una España atrasada. La hermosa y virginal República extendió sus brazos hacia todos  sus hijos, sin importar su credo o ideología política. Y es que en una república pueden caber todos y convivir en armonía y paz. Sin embargo, esa casta e inocente madame fue prostituida por unos y otros políticos en un intento de monopolizarla para sus propios intereses egoistas. La República no entendía de derechas e izquierdas, solo pretendía recoger y cuidar a su pueblo, a sus caros hijos, como la gallina junta a sus polluelos. Una gallina en medio de lobos. La República no murió el 1 de abril de 1939, la República feneció el mismo día que nació, cuando un país demasiado dividido no tuvo el coraje y la humildad para construir  una nueva nación en unidad y fraternidad. Espero que si un día nuestra hermosa Marianne resucita de entre los muertos lo haga en una España fuerte y unida y aprendamos de los errores pasados. 

Actualmente las encuestas aún se encuentran muy divididas respecto a la preferencia entre monarquía y república. Además, la figura del actual Rey de España, Felipe VI ha contribuido a mejorar la pésima imagen que su padre, don Juan Carlos I dejó en los últimos años. Un 70% de los encuestados dan una nota de 7,1 sobre 10 a la gestión de Felipe de Borbón por lo que el advenimiento de la III República tendrá que esperar de momento.  


Nota: Aunque para este artículo he utilizado en su mayor parte publicaciones de historiadores modernos, recomiendo al lector una vuelta por la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España. En sus volúmenes digitalizados podemos encontrar miles de publicaciones de la época, desde periódicos hasta memorias y biografías de sus personajes principales.
http://www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital



                                               






No hay comentarios: