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lunes, 3 de julio de 2017

ESPAÑOLES EN CAMPOS NAZIS (III): LA LIBERACIÓN


El tiempo transcurría y a partir de 1943 el invencible e imparable ejército alemán comenzaba su decadencia, enlazando una derrota tras otra en los campos bélicos de Europa y Rusia. El 7 de diciembre de 1941, la aviación japonesa había atacado la base naval estadounidense de Pearl Harbor, metiendo de lleno a los Estados Unidos en la II Guerra Mundial. La incorporación norteamericana al conflicto mundial dio cierto vigor a las fuerzas aliadas en su lucha contra el Eje.


Sobre estas líneas, grupo de españoles que ayudaron a liberar París. La caída de París sería un duro golpe para los alemanes y una gran esperanza para los prisioneros de Mauthausen.


Los prisioneros de los campos de concentración no eran ajenos a las noticias que llegaban desde los frentes de batalla. Improvisaban  radios con  pequeñas piezas y elementos que iban sustrayendo a los nazis. Esconder las radios era una odisea y por eso eran trasladadas de un lado a otro.  Así, las buenas nuevas que llegaban renovaron las esperanzas de los penados.

La actitud de sus guardianes también cambiaría a raíz de las derrotas que los alemanes estaban sufriendo. No es que los nazis dejaran de asesinar y ejecutar impunemente a los prisioneros sino que hicieron de estas muertes un asunto legal, justificándolas ahora por razones nimias. 


LOS ESPAÑOLES SE ORGANIZAN

Con esperanzas renovadas los prisioneros estaban dispuestos a sobrevivir por todos los medios. La primera medida indispensable para la supervivencia era obtener la confianza de sus captores y esta no iba a tardar mucho en darse.

Poco a poco algunos de los kapos fueron cayendo en desgracia o fueron reclutados para luchar en el frente. Uno de ellos, de los más sanguinarios, fue sorprendido con la esposa de un guardia en actitud bastante cariñosa. Bachmayer lanzó a su perro contra el kapo que acabó con los genitales arrancados y muerto tras una agonía de tres días. 

Aún quedaban varios y odiados kapos como el siniestro King Kong, quien pronto sería desafiado para sorpresa suya. En una ocasión, mandó a un jefe de barracón español dar 25 latigazos a otro preso. Cuando el español se negó, King Kong humillado, le mandó ocupar el puesto del preso. El jefe de barracón impasible y con dignidad se bajó los pantalones y se dispuso a recibir los latigazos. Ese día la autoridad del kapo quedó ridiculizada. Algo estaba cambiando y el kapo lo sabía. 


Esta placa conmemorativa nos recuerda el número de víctimas españolas de los campos de Mauthausen-Gusen

Los alemanes se fijaron entonces en algunos españoles quienes comenzaron a ejercer puestos de confianza. Además apreciaban la profesionalidad de sus oficios y fueron encargados en diversas obras. La gestión que harían estos acabarían salvando cientos de vidas.

La solidaridad empezaría por la comida. Los presos más fuertes y robustos apartaban un trozo de su ración diaria de pan para repartirlo entre los penados más debilitados y enfermos. Además, los encargados de cocina o de la distribución de alimentos se las ingeniaban para robar  comida. Pan, margarina, mermelada o azúcar eran sustraídos a los SS y repartido entre los más débiles. También las inyecciones de calcio que el doctor español Pedro freixa ponía a escondidas a algunos penados les salvó de una muerte segura.

Medicamentos, ropa, comida, incluso armas como  ametralladoras o granadas fueron sustraídas para luchar contra los 3000 guardias del campo en caso de necesidad. 

Tras el avance de los aliados, los alemanes planeaban ocultar todas las pruebas de los campos de concentración exterminando a todos sus presos. Los españoles junto a otros penados rusos, polacos y franceses conocían los planes de exterminio nazis y habían estudiado la forma de hacerse con el control del campo por las armas al menor indicio o sospecha. 

La solidaridad de los penados estuvo acompañada además de una organización clandestina de resistencia. Aunque el resto de nacionalidades siguieron los pasos de los españoles, la organización de estos fue la más poderosa e importante del campo. Esta organización iba a ser muy importante de cara a la preservación y conservación de material fotográfico que acabaría condenando a varios nazis en el posterior juicio de Nuremberg. 

Los nazis eran muy metódicos y ordenados en todas las cosas. Cuando un penado ingresaba en el campo de concentración este era fotografiado y registrado, guardando 3 copias fotográficas para el registro, aunque le aguardara la muerte minutos después. Francesc Boix era el fotógrafo del campo y creyendo que nunca saldría de allí quiso dejar constancia de los horrores que allí vivían logrando ocultar varios rollos de película en la casa de una viuda comunista alemana. Estas fotografías mostraban la cara más amarga de los campos de concentración como lugares de exterminio, así como los rostros de los que lo perpetraban.


La actuación y testimonio de Francisco Boix en los juicios de Nuremberg y Dachau fue determinante para el enjuiciamiento de algunos dirigentes nazis.



LA LIBERACIÓN

Tras la derrota inminente de Alemania, los oficiales de las SS comenzaron a limitar aún más la comida de los presos. Casi hasta los últimos días no dejaron de exterminar presos, especialmente judíos y rusos.

Pronto y ante la cercanía de los aliados, los guardias nazis se retiraron, no sin antes  destruir toda documentación comprometida. Luego marcharon a luchar en los frentes de defensa y sus puestos fueron ocupados por la Wehrmacht, relegando al comandante del campo como mero observador.

Previamente, se había filtrado la posibilidad de que los nazis exterminarían a todos los presos, haciéndoles creer que los aliados   bombardearían el campo. Así que conduciendo a los penados a los sótanos de los diferentes edificios, los masacrarían posteriormente allí. Los presos estaban preparados ante tal eventualidad. habían hecho acopio de rifles, ametralladoras, granadas e incluso algún bazooca. Tenían los planos del campo y habían urdido un plan para tomar y controlar el recinto. Pronto veremos que no hubo necesidad de ello. 

Mientras tanto, en el mes de marzo de 1945 las cámaras de gas y los crematorios no daban abasto. En el mes de abril se sucedieron las últimas ejecuciones. Un grupo de mujeres fueron asesinadas y destrozadas literalmente a hachazos.

El 3 de mayo, los oficiales del campo abandonaron el recinto y tiraron las llaves al suelo. El nuevo responsable del campo, un comandante de la Wehrmacht se echó a llorar y dijo que él no era responsable de lo que había ocurrido allí. Los presos le solicitaron su arma y le permitieron irse. Lo que vino después se podría atribuir justamente al "karma". 

Los presos, movidos por la ira y la venganza, fueron a por los kapos más sanguinarios. Algunos, intuyendo su fin inminente se habían suicidado, otros habían sido apalizados a golpes hasta la muerte y otros fueron ejecutados tras ser juzgados y condenados por los presos.

Automáticamente, un enorme grupo de hambrientos y harapientos penados se lanzaron sobre las cocinas y estantes donde se guardaba y conservaba la comida. Muchos morirían, ya que sus estómagos no estaban acostumbrados ni preparados para soportar tanta comida de repente. Hubo de controlar estos excesos y poner a los presos a una dieta específica antes de comer de manera normal y regular.

El 5 de mayo, los norteamericanos llegaban al campo de concentración de Mauthausen. 


Los penados españoles elaboraron una gran pancarta para recibir a las fuerzas de liberación estadounidenses: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras".

El comandante Ziereis, antiguo responsable del campo fue identificado, detenido y llevado de vuelta al campo, donde fue interrogado por Boix. Llorando y quitándose responsabilidades, el comandante fue ejecutado por un soldado norteamericano de origen cubano que asumió la responsabilidad de hacer justicia.


A pesar de ir de paisano, el comandante del campo de Mauthausen Zeireis fue reconocido y herido de bala antes de ser detenido. 

En los juicios de Nuremberg, el testimonio y las fotografías mostradas por Francisco Boix serían determinantes para enjuiciar a Albert Speer y Ernst Kaltenbrunner, este último sería ejecutado en 1946. 


Algunos de los acusados durante los juicios de Nuremberg. Aunque algunos de ellos fueron ejecutados por crímenes contra la humanidad, muchos de ellos (sobre todo científicos) fueron vergonzosamente reclutados por las grandes potencias y puestos al servicio de sus nuevos países. 

Para el resto de españoles la vida resultaría muy incierta. Algunos con el tiempo volverían a España, pero otros se quedarían en Francia y no volverían jamás a nuestro país. Para los rusos el infierno solo acababa de empezar. Considerados traidores a la patria por haberse rendido, la mayoría acabarían sus días en los terribles gulags estalinistas. 

Pocos españoles quedan vivos ya de ese infierno, pero su legado y recuerdo jamás morirá. Todos recordamos y honramos la memoria de esos valientes que se enfrentaron cara a cara con la muerte, el absolutismo y el fanatismo de unos locos.  


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