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miércoles, 10 de agosto de 2016

HISTORIA DE AMÉRICA. LA CONQUISTA DE MÉXICO



La conquista de México es clave para comprender el desarrollo de la conquista de América y su artífice fue Hernán Cortés, que sin vinculación a la gran nobleza fue a América a hacer fortuna llegando a ser encomendero.


BREVE BIO DE HERNÁN CORTÉS


¡Hermanos y compañeros: sigamos la señal de la Santa Cruz con fe verdadera, que con ella venceremos! 
Lema que Cortés mandó escribir en su estandarte. 


La figura de Hernán Cortés está llena de controversias y ha sido siempre objeto de terribles ataques, exageraciones y leyendas negras sobre su persona. Eso se debe a que potencias enemigas de la época como la inglesa u holandesa, se encargaron a partir de finales del siglo XVI de construir una sarta de mentiras y falacias en torno a la conquista y el propio conquistador. Con la Guerra de Independencia, esa leyenda negra se acrecentó muy oportunamente. Desde entonces, se ha hecho más caso a esta literatura anti española que a las crónicas de la época. Y aún de estas no podemos fiarnos del todo, ya que para colmo hubo incluso algunos españoles que la tomaron con Cortés. Detractores y enemigos  cuya credibilidad afortunadamante  hoy es nula. Así, los escritos de detractores como fray Bartolomé de las Casas hay que mirarlos con lupa, ya que ni participó en la conquista de México y siempre negó la evidencia de que los indígenas  practicaran sacrificios humanos. Diego Velázquez, gobernador de Cuba, fue un enemigo acérrimo de Cortés y no dudó en crear una leyenda negra en torno a su persona. Otros tantos fueron los hombres de Pánfilo de Narváez, que al no recibir las riquezas esperadas en su participación de la conquista echaron pestes de Cortés. Así, entre unos y otros nos ha llegado una imagen muy distorsionada y mitológica del conquistador extremeño. 

Hoy en día  está cambiando la imagen que el mundo tiene de Cortés y la conquista. Gracias al trabajo de historiadores y arqueólogos, podemos separar la realidad del mito y conocer al verdadero Hernán. Uno de los mejores trabajos que podemos encontrar sobre la conquista de México, se encuentra  en un ciclo de conferencias celebrado esta primavera en el propio país azteca, donde prestigiosos doctores en historia y catedráticos mexicanos han expuesto su visión del tema, echando por tierra algunos de los mitos lo que se han enseñado tantos años en la escuela. 

Uno de los mejores testimonios de la época es el de  Bernal Díaz del Castillo, que nos dejó una Historia verdadera de la conquista de la Nueva España en respuesta a los escritos de Francisco López de Gómara, que se centra en la figura de Cortés y se olvida de los compañeros que hicieron posible la conquista. El testimonio de Díaz del Castillo como soldado de la expedición junto al de otro soldado llamado Francisco de Aguilar y el del propio Gómara son esenciales para conocer de primera mano la conquista de México y el carácter de Hernán Cortés. Probablemente la crónica de Díaz del Castillo sea la más precisa de cuantas existen. En ella no omite los defectos de Cortés, pero tampoco esconde sus virtudes.  

No podemos olvidarnos de las propias cartas de relación que Cortés escribió al rey y que relatan los pormenores de la conquista en un estilo maravillosamente escrito. Otro documento extraordinario y clave para entender la conquista es el que elaboraron  indígenas tlaxcaltecas llamado Lienzo de Tlaxcala, en el que nos muestra el papel crucial que jugaron los tlaxcaltecas como aliados de los españoles en la conquista de México, narrando las batallas conjuntas.


El lienzo de Tlaxcala es un códice escrito en nahuatl y español y narra la conquista de México desde el punto de vista de los aliados indígenas tlaxcaltecas. 

Si bien es cierto que Cortés cometió algunos actos censurables durante la conquista, no debemos olvidar que el extremeño fue un hombre de su época y que su actuación correspondería a la de cualquier militar europeo del siglo XVI.  Los propios indígenas no le fueron a la zaga en cuanto a crueldad. Sin embargo, poco se cuenta que durante la conquista, Cortés era más partidario de usar la diplomacia, la bondad y el perdón antes que la fuerza y por ello encontró muchas tribus aliadas en su lucha contra los mejicanos. Las crónicas de la época representan a un Cortés pacificador, enemigo de la violencia innecesaria, emotivo, de lágrima fácil y de gran sentimiento cristiano. Pero también fue disciplinado, justo, tenaz y vengativo cuando se trataba de castigar la traición. Abrazaba a sus nuevos amigos sin hipocresía y lloraba la muerte y desgracia de sus aliados indígenas. Sometió a sus hombres a unas leyes estrictas en las que prohibió el saqueo y las violaciones sin su consentimiento.  Bernal Díaz  hacía un llamamiento para que cesaran las críticas infundadas sobre los conquistadores:


"...pues de aquellas matanzas que dicen que hacíamos, siendo nosotros cuatrocientos soldados los que andábamos en la guerra, harto teníamos que defendernos no nos matasen y nos llevasen de vencida, que aunque estuvieran los indios atados, no hiciéramos tantas muertes, en especial que tenían sus armas de algodón, que les cubrían el cuerpo, y arcos y saetas, rodelas, lanzas grandes, espadas de navajas como de dos manos, que cortan más que nuestras espadas, y muy denodados guerreros...Dicen que derrocamos y abrasamos muchas ciudades y templos, que son cúes, y en aquello les parece que placen mucho a los oyentes que leen sus historias y no lo vieron ni entendieron cuando lo escribían; los verdaderos conquistadores y curiosos lectores que saben lo que pasó, claramente les dirán que si todo lo que escriben de otras historias va como lo de la Nueva España, irá todo errado.


Resulta hipócrita que la literatura anglosajona  juzgue a un hombre cuyas acciones derivaron en la construcción mediante el mestizaje y la fusión de culturas en una nueva nación, mientras sus antepasados ingleses llevaban el genocidio a América del Norte hasta sus últimas consecuencias. Desde 1516, Cortés mantuvo la idea del mestizaje y por eso en su viaje al continente 3 años después, no permitió que embarcara mujer española alguna. Sus hombres acabarían uniéndose a las nativas, dando lugar a una nueva etnia. Y es que el propio Cortés había tenido un hijo con una indígena taína,  por el que luchó para que fuera reconocido por la sociedad, al punto de casarse obligado con una mujer española a la que no amaba. 

De acuerdo con Gómara, Fernando Cortés nació en Medellín, Badajoz, en 1485. Era hijo de Martín Cortés de Monroy y Catalina Pizarro Altamirano, que era a su vez prima segunda del conquistador Francisco Pizarro. La familia Monroy era cuna de hidalgos y por tanto apellido ilustre, por lo que Cortés incluyó en su escudo de armas el blasón de los Monroy y un lema que no aparece en la cédula de concesión "Judicium domini aprehendit eos et fortitudo ejus corrobovarit brachium meum" que viene a decir "El Señor los juzgó en sus actos y fortaleció mi brazo". 

Los padres de Fernando estaban considerados por sus vecinos personas muy honradas, bondadosas y cristianas. La madre era honesta, devota y caritativa. De niño, Cortés era débil y enfermizo, al punto de coquetear con la muerte en alguna una ocasión. Gracias a su devoción a San Pedro el niño pudo sanar y desde entonces el apóstol fue a quién se encomendaría siempre en la batalla. El joven Fernando estudió brevemente en la universidad de Salamanca, por tanto, a diferencia de otros conquistadores, Cortés fue una persona culta. El extremeño fue un hombre muy mujeriego y eso le acarreó muchos problemas con muchos padres y esposos.  En 1504 el joven Cortés viajó a las Indias para trabajar como escribano en la isla de La Española. Allí se casaría obligado con Catalina Suárez, cuñada del gobernador, Diego Velázquez.

En 1511 se embarcó en una expedición a Cuba como secretario de Velázquez, nombrándole este alcalde de la nueva ciudad de Santiago. 7 años después Velázquez le mandó encabezar una expedición a Yucatán. Sin embargo, la desconfianza del gobernador hizo que le relevara de su encargo. Así, antes de recibir la notificación, Cortés se hizo a la mar con 11 barcos y 600 hombres para cumplir su cometido.



COMIENZA LA CONQUISTA


El Imperio Azteca estaba formado por 38 provincias, integradas por diversos pueblos, a los que los aztecas exigían el pago de un tributo y la entrega de victimas para sacrificios religiosos. Tenochtitlan era la capital del imperio y residencia de Moctezuma. Cortés aprovecharía el resentimiento de los otros pueblos con los aztecas para establecer alianzas que le aportaron guerreros, porteadores e información.


Sería Pedro de Alvarado el primero en desembarcar y llegar al pueblo indígena de Cozumel, que se hallaba desierto, pues sus gentes habían huido ante la presencia de los españoles, dejando gallinas, enseres, oro de baja calidad y otras cosas que cayeron en manos de los soldados.

Cuando Hernán Cortés llegó censuró a su capitán por coger lo que no les pertenecía y ordenó que devolvieran todo lo robado. Tras entrevistarse con el cacique principal y dar a conocer sus intenciones pacíficas, el pueblo regresó y trató a los españoles con tal familiaridad como si les conocieran de toda la vida.


Nadie conocía la lengua nativa y eso era algo que contrariaba a Cortés. Sin embargo, el conquistador logró saber por unas extrañas palabras de los indígenas (castillan, haciendo referencia a Castilla) que había dos españoles que vivían en un poblado a pocos días de allí. Sin duda, debían ser supervivientes de alguna  expedición anterior malograda. Cortés mandó a varios nativos para que trajeran a esos castillan. Cuando regresaron al cabo de unos días traían consigo a un extraño con más pinta de indio que de castellano que tras ver a los españoles gritó ¡Dios y Santa maría y Sevilla!. El extraño se presentó como Jerónimo de Aguilar, natural de Écija y formaba parte de una desdichada y malaventurada expedición que naufragando 8 años atrás, fue capturado por los nativos junto a otros  supervivientes. Algunos tuvieron la mala fortuna de acabar sacrificados  por los indígenas. Jerónimo logró escapar junto con otros compañeros y había estado 8 años viviendo entre indígenas más apacibles. La providencia quiso que Cortés contara con un intérprete para su expedición.




La labor de Jerónimo de Aguilar como intérprete fue crucial para la conquista de México.


El 12 de marzo de 1519, los españoles llegaron a Tabasco donde 12,000 guerreros esperaban para darles muerte. Cortés utilizó a Aguilar como intérprete para intentar convencer a los nativos de sus intenciones pacíficas y les rogaba que no comenzaran la guerra, que venían como hermanos y que solo querían beber agua e intercambiar presentes por comida. Pero los indígenas, confiados en su número despreciaron a los españoles, amenazándoles de muerte si entraban en el pueblo. Dicho esto los indígenas se abalanzaron sobre los soldados lanzando piedras, flechas y lanzas. Los españoles respondieron bien y consiguieron rechazar el ataque. Al día siguiente volvieron a la carga y de nuevo fueron rechazados, muriendo muchísimos indígenas. Por parte española, hubo varias decenas de heridos y un solo muerto. 



Finalmente, los caciques principales se acercaron a Cortés con un presente de oro y 20 mujeres que el extremeño  repartió entre los capitanes. Había entre las mujeres, una muy especial, de singular belleza, inteligente y muy desenvuelta  que sería pieza clave en la conquista. Su nombre cristiano era el de Marina pero todos la conocían como la Malinche. Doña Marina era hija de un cacique que al morir, la viuda madre se casó con otro hombre y al tener un hijo en común, se deshicieron en secreto de la niña, a fin de evitar que heredara por derecho, el cacicazgo. Así, su propia madre la entregó a otra tribu. 



Muchos han criticado y vilipendiado a Malinche por el papel que jugó en la conquista, tildándola de traidora a la patria. Los que así lo creen olvidan que en el momento de la conquista, México no existía como nación y que los pueblos que lo ocupaban estaban en continuas guerras  entre sí, buscando la oportunidad de imponerse a través de alianzas contra un enemigo en común. Marina odiaba a muerte a los mexicas y los españoles sirvieron bien a su propósito. En el Lienzo de Tlaxcala, doña Marina es representada en varias ocasiones como una mujer reverenciada y respetada  tanto por los tlaxcaltecas como por los españoles.
"La doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España" 



La malinche o doña Marina ha sido considerada una traidora para unos y una heroína para otros. Lo cierto es que fue una mujer muy valerosa y respetada en su época. Doña Marina se puede considerar un símbolo de la unión de las dos culturas, ya que dio a luz un niño mestizo cuyo padre fue el propio Cortés.


Durante su servicio a Cortés sirvió como intérprete y secretaria. Como no sabía español, traducía el nahuatl al maya y Jerónimo de Aguilar que  no sabía nahuatl, traducía del maya al español.



Muy pronto la fama de Cortés se iba extendiendo por toda la tierra. Unos representantes de Moctezuma llevaron presentes al extremeño en nombre de su Señor, que estaba enterado de lo de Tabasco. Que Cortés supiera aprovecharse de que le confundieran con un Dios no hay duda que lo hizo, pero generalmente se presentaba a si mismo como mortal y vasallo del emperador don Carlos.


"..y que por su mandato venimos a estas tierras, porque hace muchos años que tiene noticias de ellos y del gran señor que les manda, y que le quiere tener por amigo y decirle muchas cosas en su real nombre."


Cortés siempre se presentaba como un devoto cristiano que adoraba a un solo Dios y les explicó que todos eran hermanos, hijos de Adán y de Eva e instaba a dejar de adorar a dioses que demandaban la sangre de sus propios hermanos. 



Cortés correspondió a Moctezuma con otra clase de presentes que cuando el Señor azteca recibió, supo de inmediato que en los españoles se cumplía una antigua profecía "tuvo por cierto que éramos de los que le habían dicho sus antepasados que vendrían a señorear aquella tierra"



Y es que antes de que llegaran los españoles "Los de México vieron entonces llamas de fuego hacia oriente, que es la Veracruz, y un humo grande y espeso que parecía llegar al cielo, y que mucho los espantó. Vieron eso mismo pelear por el aire gentes armadas, unas con otras; cosa nueva y maravillosa para ellos, y que les dio qué pensar y qué temer, por cuanto se platicaba entre ellos cómo había de ir gente blanca y barbuda a señorear la tierra en tiempo de Moteczuma"



"El mismo año que Cortés entró en México apareció una visión a un mallio cautivo de guerra para sacrificar, que lloraba mucho su desventura y muerte de sacrificio, llamando a Dios del cielo; la cual le dijo que no temiese tanto la muerte, y que Dios, a quien se encomendaba, habría merced de él; y que dijese a los sacerdotes y ministros de los ídolos que muy presto cesaría el sacrificio y derramamiento de sangre humana, por cuanto ya venían cerca los que lo habían de vedar, y mandar la tierra."



Moctezuma hizo lo necesario para que Cortés no llegara nunca a la tierra de los mexicas, obsequiando al español con toda suerte de lujos a cambio de que se quedara donde estaba. La riqueza de estos presentes no hizo sino despertar aún más el interés de Cortés en esa tierra.


Los españoles siguieron su camino, explorando las tierras del interior. Cuando Pedro de Alvarado dio su informe a Cortés, este no podía creer lo que su capitán le decía. 



"Llegado Pedro de Alvarado a los pueblos, todos estaban despoblados de aquel mismo día, y halló sacrificados en unos cúes hombres y muchachos, y las paredes y altares de sus ídolos con sangre, y los corazones presentados a los ídolos; también hallaron las piedras sobre las que sacrificaban, y los cuchillos de pedernal con que los abrían por los pechos para sacarles los corazones. Dijo Pedro de Alvarado que habían hallado todos los más de aquellos cuerpos muertos sin brazos y piernas, y que dijeron otros indios que los habían llevado para comer. Nuestros soldados se admiraron mucho de tantas crueldades."



"...Y estaban todas las paredes de aquel adoratorio tan babadas y negras de costras de sangre, y asimismo el suelo, que todo hedía muy malamente...un poco apartado un sacrificadero, y todo ello muy ensangrentado y negro de humo y costras de sangre, y tenían muchas ollas grandes y cántaros y tinajas dentro en la casa, llenas de agua, que era allí donde cocinaban la carnes de los tristes indios que sacrificaban y que comían los papas"



Los sacrificios humanos entre los aztecas eran una práctica común que se cobraba miles de víctimas anuales. 


Estos espectáculos de sangre eran una constante entre los pueblos mesoamericanos y los propios españoles llegarían a ser víctimas de estas prácticas en sus propias carnes. Es curioso que a pesar de las pruebas existentes, Bartolomé de las Casas negara siempre que tales prácticas se llevaran a cabo. La arqueología moderna contradice al fraile y ha hallado miles de indicios que apuntan a estos ritos inhumanos. Si hacemos caso a Gómara, cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán hallaron una macabra galería con 136,000 cabezas cortadas de víctimas de estos sacrificios. Siempre mantenían este número y cuando una caía, era reemplazada inmediatamente por otra. 



TLAXCALA

Cortés y los suyos siguieron tierra adentro cuando de repente les salió al frente un ejército de unos 6000 indígenas, que gritando les arrojaba flechas y lanzas. El extremeño intentó en vano convencer a estos hombres que no les diese guerra y que venían como hermanos. esto les hizo envalentonarse más y recrudecer sus ataques. Así que al grito de ¡Santiago y a ellos! Cortés mandó frenar el ataque. Las armas de fuego hicieron estragos entre los enemigos. Mientras tanto, los indígenas iban sumando efectivos hasta alcanzar los 40,000 hombres. Los españoles luchaban muy juntos pues era la única manera de que el enemigo no rompiera la formación. Los conquistadores aguantaron muy bien el primer combate, dejando en el campo de batalla muchos enemigos muertos. Tras esta prueba de fuego, los españoles se retiraron a curar sus heridas y a la mañana siguiente ya estaban preparados para seguir la contienda. Los indígenas estaban resueltos a no dejar un español con vida, así que cercaron a los 400 hombres de Cortés por todos los lados. Otra vez, gracias a las armas de fuego y la caballería, Cortés y los suyos salieron bien parados, aunque con 60 heridos y un muerto. Por parte indígena las víctimas fueron cuantiosas.

Los caciques tlaxcaltecas comenzaron a dudar. Probablemente debieron razonar: "¿Y si estos extraños son algo más que hombres? y aunque no sean dioses y solo  mortales, nos han dado una buena paliza, por lo que son guerreros formidables. Deberíamos congraciarnos con ellos y nos conviene darles nuestras mujeres para que tan esforzados y valientes guerreros levanten parentela entre nosotros."

Los mensajeros llevaron ofrendas de paz a Cortés, acompañadas de comida y 4 mujeres viejas para ser sacrificadas. El extremeño agradeció el presente, confesó que quería la paz y que venía en nombre del emperador don Carlos, que no eran dioses sino cristianos, adoradores de Jesucristo y que no tenían costumbre de matar a nadie en sacrificio, por lo que rogó que perdonaran la vida de esas mujeres.

Cortés supo entonces que los tlaxcaltecas le habían dado batalla creyendo que los españoles eran aliados del emperador mexica, Moctezuma, que era enemigo acérrimo de Tlaxcala. Los tlaxcaltecas estaban en continuas guerras con los poderosos mexicas. Eran pobres y carecían de muchas cosas "no alcanzan oro ni plata, ni piedras ricas, ni ropa de algodón, ni aun sal para comer, porque Montezuma no les da lugar para salirlo a buscar."



La conquista de México nunca habría sido posible sin la ayuda del pueblo tlaxcalteca. Tan fieles fueron a España y el emperador que este nombró a Tlaxcala con el título de "Muy Leal Ciudad". En 1812 hubo incluso representación tlaxcalteca en la Constitución de Cádiz. 

Cortés fue invitado a la ciudad de Tlaxcala mientras los mensajeros de Moctezuma le avisaban de que no fuera allá, que los tlaxcaltecas le matarían a las primeras de cambio. Sin embargo, el recibimiento que tuvo fue apoteósico. La gente se agolpaba en las calles para saludar con rostros alegres a los nuevos aliados de Tlaxcala. Allí, Cortés pudo conocer de primera mano la situación de aquella tierra. Los caciques tlaxcaltecas le informaron que  Moctezuma conquistaba a sangre y fuego todo lo que se le antojaba. Disponía de un ejército de 150,000 hombres para someter bajo sus pies a sus enemigos. Moctezuma había intentado conquistar Tlaxcala en varias ocasiones sin conseguirlo. Los pueblos sometidos estaban obligados a entregar impuestos en forma de sacrificios humanos, por lo que periódicamente los recaudadores mexicas se llevaban como tributo cientos y miles de personas al matadero de Tenochtitlán. Los caciques tlaxcaltecas insistieron en los términos de paz, entregar a Cortés y sus hombres sus propias hijas para que los hijos nacidos de esos valientes pudieran defenderlos de los mexicas. Cortés por su parte, declaró a los tlaxcaltecas como amigos y vasallos de la corona imperial española. Desde entonces, Tlaxcala no solo se sometió a España sino que miles de tlaxcaltecas se unieron al ejército de Cortés como conquistadores; derribaron  sus ídolos, muchos se convirtieron al cristianismo y prohibieron los sacrificios humanos. Y es que para horror de los españoles, descubrieron que la inmolación era una práctica común en este pueblo, poniendo en jaulas a sus enemigos y cebándolos para luego sacrificarlos y comerlos. No obstante los tlaxcaltecas eran excelentes y valientes guerreros, como muestra el Lienzo de Tlaxcala. Cuando entraban en combate lo hacían al grito de "Por Tlaxcala, por Castilla y por el emperador". Aún en las duras y maduras de Cortés, este nunca encontró un aliado tan fiel como los tlaxcaltecas, que le acompañaron incluso en la derrota. Tras la conquista, Tlaxcala entró en un lugar privilegiado en la historia de México en el que sus habitantes no tenían que rendir cuentas a nadie excepto al mismísimo emperador de España. 


CHOLULA

Mucho se ha hablado y escrito acerca de la matanza de Cholula, en la que murieron 6000 personas. Aquí Cortés hizo una escabechina que le ha granjeado muchísimas críticas a lo largo de la historia. 

Cortés seguía empeñado en alcanzar la gran Tenochtitlán. Cuenta Bernal Díaz que llegando a las proximidades  de Cholula, los caciques de ese pueblo quisieron invitar a los españoles a su ciudad. Antes, rogaron a Cortés que dejara fuera del pueblo a los miles de tlaxcaltecas que le acompañaban, ya que estos eran enemigos de los de Cholula. El conquistador accedió y predicó a los caciques para comprometerles a servir al emperador y abandonar los sacrificios humanos y la idolatría. A todo ellos accedieron los de Cholula, pero la mecha de la traición ya había sido encendida. Moctezuma había enviado un ejército de 20,000 hombres que ya estaban apostados estratégicamente, mientras los de Cholula hacían hoyos en las calles para que los caballos no pudieran correr.  A los tres días los de Cholula ya no trataban a los españoles igual. 3 indígenas aliados de Cempoala descubrieron a Cortés lo que estaba ocurriendo y cómo habían descubierto los hoyos y la traición. 

La noche anterior los de Cholula habían sacrificado 5 niños para asegurarse la victoria sobre Cortés. Gracias a la imprudencia de una anciana que contó a doña Marina todo lo que iba a acontecer, Cortés supo cuando se llevaría a cabo la traición. Prevenidos los soldados y preparados para atacar a los que portaran armas, Cortés descubrió a los caciques sus planes perversos. Los caciques aterrados al descubrirse el pastel se defendieron echando la culpa a Moctezuma. Pero la suerte estaba echada y Cortés determinó que tal traición no podía quedar sin castigo. Ese día fueron muertos 6000 cholultecas, la mayoría a manos de los tlaxcaltecas que lucharon como dragones y volvieron ricos con un botín de mantas, oro, sal y esclavos. 

Cortés mandó a los tlaxcaltecas que devolvieran a sus tierras a los cholultecas capturados, considerando que ya habían recibido bastante castigo. Mandó a los caciques cholultecas que volvieran a repoblar la tierra, que no habría represalias y les hizo amigos de Tlaxcala.



La matanza de Cholula vino justificada por una posible conspiración contra los españoles. Sea como fuere, la masacre fue desproporcionada y murió mucha gente inocente desarmada. Tras esta prueba de fuerza donde murieron unas 6000 personas, los de Cholula permanecieron fieles a Cortés y Tlaxcala.

En Huejotzingo, pueblo aliado de Tlaxcala, Cortés escuchó de los caciques las barbaridades que cometían los recaudadores de Moctezuma: "dan tantas quejas de Montezuma y de sus recaudadores, que les robaban cuanto tenían, y su mujeres e hijas, si eran hermosas, las forzaban delante de ellos y de sus maridos y se las tomaban, y que les hacían trabajar como si fueran esclavos."

Moctezuma seguía empeñado en que los españoles no llegaran a Tenochtitlán y para ello intentaba sobornarles con presentes y así disuadirles de seguir adelante. Sin embargo solo logró despertar en los conquistadores más  interés en esas tierras tan ricas.



LOS ESPAÑOLES EN TENOCHTITLÁN






Finalmente, Moctezuma accedió a encontrarse con Hernán Cortés. Ambos se examinaron y escudriñaron mutuamente. Sin duda, esos hombres se asemejaban a lo que la profecía había predicho, debió pensar el emperador azteca. Los españoles mientras tanto no salían de su asombro al contemplar la magnificencia y esplendor de la ciudad de Tenochtitlán. Una vez instalados los soldados, Cortés se entrevistó con Moctezuma. Este confesó sus inquietudes al conquistador, asegurando que  se había cumplido lo que sus antepasados dijeron respecto a unos hombres que llegarían de donde sale el Sol para señorear esa tierra. Cortés no desaprovechó la ocasión para afirmar las palabras del gran cacique y dar a conocer a su gran Señor, el emperador don Carlos, de quien ellos eran vasallos y quien poseía muchas tierras y príncipes a su servicio. Don Carlos había enviado a su siervo a esas tierras para protegerles y convertirlos a la fe cristiana, le habló del Plan de Salvación de las almas, de la creación y de que todos eran hermanos a causa de Adán y Eva, que solo existía un Dios y que sus dioses no eran más que diablos. Le instó a no adorar ídolos y a poner fin al derramamiento de sangre a través de los sacrificios humanos:


“Todos los hombres del mundo, muy soberano rey, y nobles caballeros y religiosos, ora vosotros aquí, ora nosotros allá en España, ora en cualquier parte, que vivan de él, tienen un mismo principio y fin de vida, y traen su comienzo y linaje de Dios, casi con el mismo Dios. Todos somos hechos de una manera de cuerpo, de una igualdad de ánima y de sentidos; y así, todos somos, no sólo semejantes en el cuerpo y alma, más aún también parientesen sangre; empero acontece, por la providencia de aquel mismo Dios, que unos nazcan hermosos y otros feos; unos sean sabios y discretos, otros necios, sin entendimiento, sin juicio ni virtud; por donde es justo, santo y
muy conforme a razón y a voluntad de Dios, que los prudentes y virtuosos enseñen y doctrinen a los ignorantes, y guíen a los ciegos y que andan errados, y los metan en el camino de salvación por la vereda de la verdadera religión.
Yo pues, y mis compañeros, vos deseamos y procuramos también tanto bien y mejoría, cuanto más el parentesco, amistad y el ser vuestros huéspedes; cosas que a quien quiera y donde quiera, obligan, nos fuerzan y constriñen. En tres cosas, como ya sabréis, consiste el hombre y su vida:
en cuerpo, alma y bienes. De vuestra hacienda, que es lo menos, ni queremos nada, ni hemos tomado sino lo que nos habéis dado. A vuestras personas ni a las de vuestros hijos ni mujeres, no habemos tocado, ni aun queremos;
el alma solamente buscamos para su salvación; a la cual ahora
pretendemos aquí mostrar y dar noticia entera del verdadero Dios. Ninguno que natural juicio tenga, negará que hay Dios; mas empero por ignorancia dirá que hay muchos dioses, o no atinará al que verdaderamente es Dios. Mas yo digo y certifico que no hay otro Dios sino el nuestro de cristianos; el cual es uno, eterno, sin principio, sin fin, criador y gobernador de lo criado. Él solo hizo el cielo, el Sol, la Luna y estrellas, que vosotros adoráis; él mismo crió la mar con los peces, y la tierra con los animales, aves, plantas, piedras, metales, y cosas semejantes, que ciegamente vosotros tenéis por dioses. Él asimismo, con sus propias manos, ya después de todas las cosas criadas, formó un hombre y una mujer; y formado, le puso el alma con el soplo, y le entregó el mundo, y le mostró el paraíso, la gloria y a sí mismo. De aquel hombre pues y de aquella mujer venimos todos, como al principio dije; y así, somos parientes, y hechura de Dios; y aun hijos; y si queremos tornar al Padre, es menester que seamos buenos, humanos, piadosos, inocentes y corregibles; lo que no podéis vosotros ser si adoráis estatuas y matáis hombres. ¿Hay hombres de vosotros que querría le matasen? No por cierto. Pues ¿por qué matáis a otros tan cruelmente? Donde no podéis meter alma, ¿para qué la sacáis? Nadie hay de vosotros que pueda hacer ánimas ni sepa forjar cuerpos de carne y hueso; que si
pudiese, no estaría ninguno sin hijos, y todos tendrían cuantos quisiesen y como los quisiesen, grandes, hermosos, buenos y virtuosos; empero, como los da este nuestro Dios del cielo que digo, dalos como quiere y a quien quiere; que por eso es Dios, y por eso le habéis de tomar, tener y adorar por tal, y porque llueve, serena y hace sol, con que la tierra produzca pan, fruta, yerbas, aves y animales para vuestro mantenimiento. No os dan estas cosas, no las duras piedras, no los maderos secos, ni los fríos metales ni las menudas semillas de que vuestros mozos y esclavos hacen con sus manos sucias estas imágenes y estatuas feas y espantosas, que vanamente adoráis. ¡Oh qué gentiles dioses, y qué donosos religiosos! Adoráis lo que hacen manos que no comeréis lo que guisan o tocan. ¿Creéis que son dioses lo que se pudre, carcome, envejece y sentido ninguno tiene? ¿Lo que ni sana ni mata? Así que no hay para qué tener más aquí estos ídolos, ni se hagan más muertes ni oraciones delante de ellos, que son sordos, mudos y ciegos. ¿Queréis conocer quién es Dios, y saber dónde está? Alzad los ojos
al cielo, y luego entenderéis que está allá arriba alguna deidad que mueve el cielo, que rige el curso del sol, que gobierna la tierra, que bastece la mar, que provee al hombre y aun a los animales de agua y pan. A este Dios pues, que ahora imagináis allá dentro en vuestros corazones, a ése servid y adorad,
no con muerte de hombres ni con sangre de sacrificios abominables, sino con sola devoción y palabras, como los cristianos hacemos; y sabed que para enseñaros esto venimos acá”.


Moctezuma y los mexicas quedaron muy impresionado por las palabras de Cortés y aplacaron su ira tras ver derribados sus ídolos.

El tren de vida de Moctezuma era muy lujoso. Le guisaban más de 300 platos de comida con toda clase de carnes, incluida la de niños de poca edad, así como toda suerte de verduras y frutas. Le traían 50 jarras espumosas de cacao, que nada tiene que ver con lo que bebemos actualmente, ya que estaba fermentado y tenía propiedades afrodisiacas. Mientras comía unos bufones le divertían o disfrutaba de la música con bailes y cantos. Cuando terminaba de comer se fumaba un cigarro  que le ayudaba a dormir la siesta. Vivían en palacio unas 1000 mujeres, hijas de los nobles, de las que el emperador podía escoger para acostarse cuando quisiera. Moctezuma poseía un enorme zoológico con todo tipo de animales y aves. Muchos de estos animales eran alimentados con la carne y sangre de los sacificados. Poseía igualmente un jardín donde cultivaba toda clase de vegetales y hierbas medicinales. La industria textil era muy avanzada y tenían expertos artesanos en la fabricación de objetos de oro y plata. Había un comercio muy próspero y concurrido, donde se intercambiaban toda clase de productos. "Entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, en Constantinopla y en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien comparada y con tanto concierto y tamaña y llena de tanta gente no ha habían visto."



Moctezuma II realmente llegó a apreciar a Cortés y sus hombres. Le gustaba mantener largas conversaciones con ellos. Probablemente estaba convencido de que aquellas extrañas gentes eran los protagonistas de las señales que profetizaban el regreso de unos señores blancos y barbudos a los que esa tierra pertenecía.

Gómara  describe los pasatiempos y juegos a los que  dedicaban los aztecas en su tiempo de ocio. Los mexicas gustaban de escuchar música y romances y jugaban a un juego parecido a las tabas pero el juego estrella era el de la pelota. donde se movían muchas apuestas. 

Cuando los españoles visitaron los templos quedaron horrorizados. "Estaban allí unos braseros con incienso, que es su copal, y con tres corazones de indios que aquel día habían sacrificado y se quemaban, y con el humo y copal le habían hecho aquel sacrificio. Y estaban todas las paredes de aquel adoratorio tan babadas y negras de costras desangre, y asimismo el suelo, que todo hedía muy malamente.  ...tenía en las paredes tantas costras de sangre y el suelo todo bañado de ello, que en los mataderos de Castilla no había tanto hedor. Asimismo estaban unos bultos de diablos y cuerpos de sierpes junto a la puerta, y tenía un poco apartado un sacrificadero, y todo ello muy ensangrentado y negro de humo y costras de sangre, y tenían muchas ollas grandes y cántaros y tinajas dentro en la casa, llenas de agua, que era allí donde cocinaban la carnes de los tristes indios que sacrificaban y que comían los papas."

Quizás Cortés no había reparado en ello antes, pero ahora veía la posibilidad de que la enorme y fortificada ciudad de Tenochtitlán, con unos 150,000 habitantes pudiera convertirse en su propia tumba. Si Moctezuma pretendiera matarlos, nada podría salvarles de aquella ratonera. Necesitaba un plan y este llegaría con los asesinatos de 7 soldados españoles por parte de los mexicas en una ciudad bajo jurisdicción de Tenochtitlán. Cortés acusó a Moctezuma de estar detrás de esas muertes, así como de extorsionar a los pueblos aliados que estaban bajo la protección del emperador de España. Que además mantenía charlas secretas con sus capitanes, buscando la manera de conspirar contra sus vidas. Moctezuma negó todos los hechos y se sorprendió cuando Cortés mandó prenderle y confinarle en su palacio bajo arresto. Con todo, Moctezuma siguió manteniendo su autoridad y viviendo según su costumbre, no obstante era vigilado estrechamente por los españoles. En sus días de aburrimiento, el cacique charlaba distendidamente   con los españoles, disfrutando enormemente de esas pláticas. Moctezuma llegó a apreciar de verdad a Cortés. En alguna ocasión delató a los que pretendían matar a los españoles y descubría a Cortés las conspiraciones contra estos. El sentimiento era recíproco y el extremeño llegó a apreciar realmente a Moctezuma. Cuando los mexicas intentaron liberarle de su cautiverio, Moctezuma tranquilizó a los suyos, afirmando que estaba bien y estaba donde quería estar.

Cortés estaba realmente preocupado. En cualquier momento podía estallar una rebelión y solo la figura de Moctezuma les mantenía a salvo. Que fácil habría sido escapar si no hubiese destruido sus propias naves. Para colmo, Diego Velázquez había mandado a Pánfilo de Narváez con 900 hombres para hacer prisionero a Cortés. El conquistador dejó al mando a Pedro de Alvarado y con parte de sus tropas e indios aliados fue al encuentro de Narváez al que derrotó. Bajo la promesa de grandes riquezas, los soldados de Narváez se reintegraron en el ejército de Cortés junto a 2000 guerreros tlaxcaltecas. Así, fortalecido en número de tropas, Cortés regresó a Tenochtitlán.  Hay que decir que aunque la expedición de Narváez no consiguió su objetivo, un esclavo negro de su grupo,  enfermo de viruela, sería el responsable de miles de muertes en el continente al propagar la enfermedad.

A su regreso a Tenochtitlán, en junio de 1520, Cortés  comprobó que las cosas habían cambiado en la ciudad y el ambiente se respiraba tenso. Moctezuma abrazó a Cortés y le felicitó por su victoria sobre Narváez, pero el conquistador estaba mosca e interrogó a Alvarado sobre la situación presente. Los indios estaban cabreados con los españoles porque  tras la celebración de unos festejos, estos habían matado a cuchilladas a varios nobles indígenas en el templo mayor para sustraerles algunos objetos de valor. Esto, unido a la masacre que los tlaxcaltecas cometieron sobre la población mexica, hizo agotar la paciencia de los mejicanos.



LA NOCHE TRISTE 


la rebelión ya estaba en marcha. Moctezuma intentó calmar a la muchedumbre que intentaba asaltar el palacio, pero los ánimos estaban caldeados y comenzaron a arrojarle piedras y flechas hiriéndole mortalmente y muriendo a los tres días. Gómara afirma que Moctezuma había pedido el bautismo antes de su muerte y si no se hizo fue porque pretendían honrar su petición en fecha tan señalada como la Pascua. Por tanto, el gran cacique murió sin el sagrado sacramento.

La muerte de Moctezuma exasperó aún más a los mexicas que resueltos a vengar la muerte de su emperador decidieron matar a todos los españoles y sus aliados tlaxcaltecas. El nuevo líder de los mexicas, Cuitlahuac buscó alianzas entre los demás pueblos a fin de exterminar a sus enemigos. 

Miles de mexicas atacaban diariamente a unas fuerzas españolas que se defendía bien,  pero que también acusaba las bajas y el hambre. Atrincherados en uno de los palacios, Cortés decidió que si habían de sobrevivir, lo mejor era huir de Tenochtitlán hacia tierra aliada.

Como veíamos que cada día menguaban nuestras fuerzas y las de los mejicanos crecían, y veíamos muchos de los nuestros muertos y todos los más heridos, y que aunque peleábamos muy como varones no podíamos hacerlos retirar, y la pólvora apocada, y la comida y agua por el consiguiente, y el gran Montezuma muerto, las paces y treguas que les enviamos a demandar no las querían aceptar, y, en fin, veíamos nuestras muertes a los ojos, y las puentes que estaban alzadas, fue acordado por Cortés y por todos nuestros capitanes y soldados que de noche nos fuésemos, cuando viésemos que los escuadrones guerreros estaban más descuidados...Desde que supimos el concierto que Cortés había hecho de la manera que habíamos de salir e ir aquella noche a los puentes, y como hacía algo oscuro y había niebla y lloviznaba, antes de medianoche se comenzó a traer el puente y caminar el fardaje y los caballos y la yegua y los tlascaltecas cargados con el oro; y de presto se puso el puente, y pasó Cortés y los demás que consigo traía primero, y muchos de a caballo. Estando en esto suenan las voces y cornetas y gritas y silbidos de los mejicanos, y decían en su lengua a los de Tatelulco: ¡Salid presto con vuestras canoas, que se van los teúles, y tajadles que no quede ninguno con vida!.

Muchos de los soldados ya habían pasado el puente y aún podían haber pasado algunos más, pero la codicia de los que cargaban demasiado oro fue su perdición. Diaz del Castillo, testigo directo de esta matanza y superviviente, nos cuenta que aquellos que se negaron a desprenderse de su botín o bien se ahogaron en las acequias, o fueron capturados por los mexicas. Más les hubiera valido ahogarse o suicidarse porque los prisioneros españoles que sobrevivieron acabaron sacrificados y devorados por sus enemigos. Más de la mitad de los españoles quedaron en Tenochtitlán, muertos o hechos prisioneros. De los tlaxcaltecas, casi todos acabaron muertos y solo sobrevivieron un puñado de ellos. 


OTUMBA


Los supervivientes decidieron huir hacia Tlaxcala, sin embargo Cortés estaba preocupado. Tras la tremenda paliza que los mexicas les había infligido, no estaba seguro de que los tlaxcaltecas aún le fueran leales. Así lo expresaba Díaz del Castillo "Lo peor de todo era que no sabíamos la voluntad que habíamos de hallar en nuestros amigos los de Tlascala."

Además, todavía se encontraban en tierra hostil y sus enemigos podían atacar en cualquier momento. Ya habían sufrido varias escaramuzas pero lo peor estaba por llegar. Los mexicas habían reunido un formidable ejército (según algunas fuentes, 200,000) con una consigna clara, capturar a sus enemigos y ofrecerlos en sacrificio a sus dioses. Quizás, el reto de capturar vivos a los españoles fue el gran error de los mexicas. Ahora no se encontraban en Tenochtitlán, estaban en un campo abierto y ahí los españoles se manejaban muy bien, a pesar de no tener pólvora y ser infinitamente inferiores en número.

El 14 de julio de 1520 los ejércitos mexicas comenzaron a rodear al ejército de Cortés que se componía de unos 600 soldados españoles, algunos de los temidos perros alanos y sus aliados tlaxcaltecas.  Los españoles debían tener su corazón en un puño, sabiendo que solo cabía la victoria o la muerte. Afortunadamente, los mexicas desconocían el modo de pelear de los europeos en campo abierto y eso fue fatal para ellos. 

Cortés mandó formar un círculo defensivo con los piqueros en vanguardia. Los españoles se defendieron bien, causando muchas bajas a un enemigo incapaz de romper las filas enemigas. Entre las filas aliadas había una única mujer española que lanza en mano luchó como una heroína. Díaz del Castillo la menciona como la única española que escapó de Tenochtitlán en la Noche Triste y que destacó en Otumba. Dicha mujer se llamaba María de Estrada. 

Los españoles llevaban horas defendiéndose de las hordas mexicas que les acosaba. El cansancio podría hacer mella en un ejército ya desgastado por las horas de batalla. Cortés era consciente de que si quería ganar esa batalla debía cortar la cabeza de la serpiente. El extremeño sabía que si mataban al líder enemigo y capturaban su estandarte real los mexicas se retirarían de la lucha. Así, con los caballos que le quedaban, el conquistador mandó una carga que rompió las filas enemigas, logrando llegar hasta el líder del ejército mexica que fue derribado y alanceado. "Cuando le vio Cortés, con otros muchos mejicanos que eran principales, que todos traían grandes penachos, dijo a los demás capitanes:¡Ea, señores, rompamos por ellos y no quede ninguno de ellos sin herida!.  Nuestro Señor Dios fue servido que, muerto aquel capitán que traía la bandera mejicana, y otros muchos que allí murieron, aflojó su batallar, y todos los de a caballo siguiéndolos. Nuestros amigos los de Tlascala estaban hechos unos leones, y con sus espadas y montantes y otras armas que allí apañaron, hacíanlo muy bien."


La batalla de Otumba fue una prueba muy dura para un ejército español cansado, herido y extremadamente inferior en número. 

De este modo y sin un líder claro que les guiara hasta la victoria, los mexicas huyeron del campo de batalla. No está claro el número de muertos por ambas partes. Algunas fuentes estiman que sobre el campo de batalla quedaron muertos más de 20,000 mexicas. 

Cuando los españoles llegaron a Tlaxcala, se encontraron con un pueblo que movido en misericordia y la hospitalidad,   curó sus heridas y les alimentó. Ahora estaban a salvo y lo único que les reprochó los de Tlaxcala era no haberles escuchado cuando advirtieron a Cortés respecto a los mexicas.

"Ya os lo habíamos dicho muchas veces que no os fiaseis de gente mejicana, porque un día y otro os habían de dar guerra. No me quisisteis creer. Ya hecho es, no se puede al presente hacer más de curaros y daros de comer. En vuestras casas estáis. Descansad e iremos luego a nuestro pueblo y os aposentaremos. Y no pienses, Malinche, que has hecho poco en escapar con las vidas de aquella tan fuerte ciudad y sus puentes. Yo te digo que si de antes os teníamos por muy esforzados, ahora os tengo en mucho más. Bien sé que llorarán muchas mujeres e indios de estos nuestros pueblos las muertes de sus hijos, maridos, hermanos y parientes. No te congojes por ello. Y mucho debes a tus dioses que te han aportado aquí y salido de entre tanta multitud de guerreros que os aguardaban en lo de Otumba, que cuatro días había que lo supe que os esperaban para mataros. Yo quería ir en vuestra busca con treinta mil guerreros de los nuestros, y no pude salir a causa que no estábamos juntos y los andaban juntando."


SITIO Y CAÍDA DE TENOCHTITLÁN


Cortés y sus hombres lloraron y lamentaron la pérdida de tantos compañeros y amigos en Tenochtitlán. Lo peor era que muchas tribus que se habían juramentado en favor de Cortés, habían roto el pacto y habían asesinado a las guarniciones españolas y aliadas. La cosa no iba a quedar así. Durante los meses que Cortés pasó con sus aliados tlaxcaltecas estuvo ideando un plan de reconquista. Cortés comenzó por castigar a aquellos pueblos que habían masacrado a las guarniciones. Para ello pidió a sus aliados algunas tropas y los tlaxcaltecas respondieron con 4000 hombres. Si los españoles deseaban vengar su afrenta los tlaxcaltecas tenían más ganas aún. La primera batalla fue contra los de Tepeaca que al ver que los mexicas eran vencidos, cambiaron de bando y se entregaron a Cortés en un acuerdo de paz. En poco tiempo, las fuerzas aliadas controlaron y pacificaron esa zona y sus alrededores. A aquellos prisioneros que habían luchado contra los españoles y sus aliados se les marcó con una "G" como esclavos de guerra. Cortés dejó una guarnición para controlar la estratégica ciudad de Tepeaca y se dirigió a Tlaxcala. Allí mandó serrar tablones de madera para la construcción de varios bergantines. Era todo un desafío porque debían llevar la madera tierra adentro y una vez llegaran a las lagunas de Tenochtitlán debían montarlas y ensamblarlas (Eso era un reto y no lo de Ikea). 

Mientras tanto, la viruela seguía haciendo estragos tanto en los mexicas como los aliados. Cortés lloró la muerte de Maseescasi, fallecido por esa mortal enfermedad. El anciano cacique tlaxcalteca, había sido un fiel aliado y gran amigo, al que Cortés consideraba como su propio padre. Se hizo gran luto por este hombre y los españoles honraron a sus hijos y parientes. Hubo una especie de despertar religioso y espiritual en el que muchos tlaxcaltecas abrazaron el cristianismo, entre ellos Xicotenga el Viejo, otro gran aliado de Cortés al que en su bautizo se le puso el nombre de Lorenzo de Vargas


La viruela mató entre dos y tres millones de indígenas en América. Originaria de China, llegó a Europa hacia el siglo VIII y a América en 1520. Aunque supuestamente la enfermedad ha sido erradicada a veces surgen brotes epidémicos, sobre todo en los países del tercer mundo.

Posteriormente Cortés se dirigió a tierra mexica bien pertrechado con pólvora, caballos, artillería, todo tipo de armas de fuego y miles de guerreros. La arenga que hizo a sus hombres fue esta:

“Muchas gracias doy a Jesucristo, hermanos míos, que os veo ya sanos de vuestras heridas y libres de enfermedad. Pláceme mucho de veros así armados y ganosos de revolver sobre México a vengar la muerte de nuestros compañeros y a cobrar aquella gran ciudad; lo cual espero en Dios haréis en breve tiempo, por ser de nuestra parte Tlaxcallan y otras muchas provincias, por ser vosotros quien sois, y los enemigos los que suelen, y por la fe cristiana que hemos a publicar. Los de Tlaxcallan y los otros que nos han siempre seguido están prestos y armados para esta guerra, y con tanta gana de vencer y sujetar a los mexicanos como nosotros, que en ello no sólo les va la honra, mas la libertad y aun la vida también; porque si no venciésemos, ellos quedaban perdidos y esclavos; que los de Culúa peor los quieren que a nosotros, por nos haber recogido en su tierra, a cuya causa jamás nos desampararán, y con tino procurarán de servirnos y proveernos, y aun de atraer sus vecinos a nuestro favor. Y ciertamente lo hacen tan bien y cumplido como al principio me lo prometieron y yo os lo certifiqué; porque tienen a punto de guerra cien mil hombres para enviar con nosotros, y gran número de tamemes, que nos lleven de comer, la artillería y fardaje. Vosotros pues los mismos sois que siempre fuisteis; y que siendo yo vuestro capitán, habéis vencido muchas batallas, peleando con ciento y con doscientos mil enemigos, ganado por fuerza muchas y fuertes ciudades, y sujetado grandes provincias, no siendo tantos como ahora estáis. Y aun cuando en esta tierra entramos no éramos más, ni al presente somos más menester por los muchos amigos que tenemos, y ya que no los tuviésemos, sois tales, que sin ellos conquistaríais toda esta tierra, dándoos Dios salud; que los españoles al mayor temor osan, pelear tienen por gloria y vencer por costumbre. Vuestros enemigos ni son más ni mejores que hasta aquí, según lo mostraron en Tepeacac y Huacacholla, Izcuzan y Xalacinco, aunque tienen otro señor y capitán; el cual, por más que ha hecho, no ha podido quitarnos la parte y pueblos de esta tierra que le tenemos; antes allá en México, donde está, teme nuestra ida y nuestra ventura; que, como todos los suyos piensan, hemos de ser señores de aquella gran ciudad de Tenuchtitlan. Y mal contada nos sería la muerte de nuestro amigo Moteczuma si Cuahutimoc quedase con el reino. Y poco nos haría al caso, para lo que pretendemos, todo lo demás si a México no ganamos; y nuestras victorias serían tristes si no vengamos a nuestros compañeros y amigos. La causa principal a que venimos a estas partes es por ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella se nos sigue honra y provecho, que pocas veces caben en un saco. Derrocamos los ídolos, estorbamos que no sacrificasen ni comiesen hombres, y comenzamos a convertir indios aquellos pocos días que estuvimos en México. No es razón que dejemos tanto bien comenzado, sino que vamos a do nos llaman la fe y los pecados de nuestros enemigos, que merecen un gran azote y castigo; que si bien os acordáis, los de aquella ciudad, no contentos de matar infinidad de hombres, mujeres y niños delante las estatuas en sus sacrificios por honra de sus dioses, y mejor hablando, diablos, se los comen sacrificados; cosa inhumana y que mucho Dios aborrece y castiga, y que todos los hombres de bien, especialmente cristianos, abominan, defienden y castigan. Allende de esto, cometen sin pena ni vergüenza el maldito pecado por que fueron quemadas y asoladas aquellas cinco ciudades con Sodoma. Pues ¿qué mayor ni mejor premio desearía nadie acá en el suelo que arrancar estos males y plantar entre estos crueles hombres la fe, publicando el santo Evangelio? Que, pues vamos ya, sirvamos a Dios, honremos nuestra nación, engrandezcamos nuestro rey, y enriquezcamos nosotros; que para todo es la empresa de México. Mañana, Dios mediante, comenzaremos”.

Luego se dirigió a los tlaxcaltecas y sus otros aliados:

“Señores y amigos míos, ya sabéis la jornada y camino que hago. Mañana, placiendo a Dios, me tengo de partir a la guerra y cerco de México, y entrar por tierra de mis enemigos y vuestros. Lo que os ruego delante todos es que estéis ciertos y constantes en la amistad y concierto que entre nosotros está hecho, como hasta aquí habéis estado, y como de vosotros publico y confío; y porque no podría yo acabar tan presto esta guerra, según mis deseños ni según vuestro deseo, sin tener estos bergantines que aquí se están haciendo, puestos sobre la laguna de México, os pido por merced que tratéis a los españoles que dejo labrándolos con el amor que soléis, dándoles todo lo que para sí y para la obra pidieren; que yo prometo quitar de sobre vuestras cervices el yugo de servidumbre que vos tienen puesto los de Culúa, y hacer con el emperador que os haga muchas y muy crecidas mercedes”.

Los indígenas aliados no solo se comprometieron a lo que Cortés les rogaba sino que juraron llevar ellos mismos los bergantines hasta Tenochtitlán y pelear  junto a los españoles.

Cortés llegó a las proximidades de Tezcuco, actual Texcoco, donde le salió al paso unos indios, que humillándose en señal de paz ofrecieron al ejército de 80,000 hombres refugio y comida en su ciudad. Cortés agradecido les dijo que no temieran, que si mantenían su promesa de paz serían protegidos de los mexicas. El extremeño ya había aprendido la lección y no podía fiarse de las promesas de paz que le hacían todas las tribus. Cuando entraron en la ciudad, la gente estaba huyendo hacia tierra mexica y los nobles principales que quedaron se sometieron a Cortés en un  acuerdo de paz. 

Má adelante, Cortés mandó secretamente a varios hombres  reconocer el terreno y supo que los mexicas habían cortado varios árboles en el camino para que los caballos no pudieran pasar. Con mil hombres Cortés despejó el camino de árboles y ramas, mientras detrás seguía el resto del ejército. Una vez despejado el camino, al rato llegaron a las lagunas. Entonces se mandó que trajeran desde Tlaxcala la madera que debía servir para construir los bergantines. Cuando los tlaxcaltecas llegaron a Tezcuco, cargados y engalanados con sus plumas y buenas mantas, entraron en la ciudad al son de los tambores y cornetas gritando "¡Viva, viva el emperador nuestro señor! ¡Castilla, Castilla! ¡Tlascala, Tlascala!" 

Antes de poner rumbo a Tenochtitlán, Cortés juramentó a sus soldados con el compromiso de  que no blasfemasen, no riñeran entre ellos, no se jugasen las armas ni los caballos, que no forzasen a las mujeres, que nadie tomara botín o capturara esclavos sin consentimiento de él y que tuvieran buen trato con los indígenas aliados y no les injuriaran. 

Cortés puso cerco a Tenochtitlán y dividiendo su ejército en tres cuerpos cortó las posibles vías de auxilio a la ciudad. Intentó en numerosas ocasiones cegar las vías de agua potable que llegaba a la ciudad a costa de muchas bajas. Y aunque  conseguía cegarlas, a la mañana siguiente los mexicas volvían a abrirlas. De cuando en cuando los mexicas tenían la fortuna de capturar algún español vivo que obviamente servía de sacrificio y comida. Resulta curioso que desde la altura de los templos, los españoles podían observar como a pocos metros de allí, en otros templos en poder del enemigo, eran testigos presenciales de los gritos y agonía de sus propios compañeros ofrecidos a los dioses. Cada noche, los españoles observaban impotentes la misma escena, que acompañada de fuertes gritos y ruidos de tambores y música, un compañero capturado era sacrificado, desmembrado, cocinado y comido. 

"vimos que a muchos de ellos les ponían plumajes en las cabezas y con unos como aventadores les hacían bailar delante del Huichilobos, y cuando habían bailado, luego les ponían de espaldas encima de unas piedras algo delgadas, que tenían hechas para sacrificar, y con unos navajones de pedernal los aserraban por los pechos y les sacaban los corazones bullendo y se los ofrecían a sus ídolos que allí presentes tenían. Los cuerpos dábanles por los pies por las gradas abajo, y estaban aguardando abajo otros indios carniceros, que les cortaban brazos y pies, y las caras desollaban, y las adobaban después como cuero de guantes, y con sus barbas las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras, y se comían las carnes con chimole. De esta manera sacrificaron a todos los demás, y les comieron las piernas y brazos."



En el sitio de Tenochtitlán los españoles no pudieron maniobrar ni luchar como querían a causa de la estrechez de las calzadas. Sin los bergantines, los caballos y los aliados tlaxcaltecas, la victoria no habría sido posible.


El tiempo pasaba y Cortés iba ganando terreno poco a poco, gracias  a los bergantines que podían competir con las miles de canoas utilizadas por los guerreros mexicas. Cada calle, cada tejado de cada casa era un campo de batalla y Cortés no tuvo más remedio que ir derribando las viviendas para no meterse en una ratonera. Las bajas en ambos bandos eran cuantiosas, sobre todo en el lado mexica. Cortés no permitía que sus hombres cometieran excesos y de hecho, mandó ejecutar a un aliado tlaxcalteca cuando se le descubrió comiendo carne de un mexica muerto. Finalmente  (para ahorrar al lector el horror y depravación que se cometió en esta guerra) el líder de la resistencia mexica, Cuauhtémoc, fue capturado por los españoles cuando trataba de huir en una embarcación. Se puso frente a Cortés y le ofreció  un cuchillo para que el conquistador acabara con su vida, tras creerse deshonrado. Cortés le abrazó y le dijo que por ser tan valiente y mirar por su ciudad le tenía gran aprecio y que no debía preocuparse, pues seguiría gobernando como antes. Desgraciadamente unos años más tarde, Cuauhtémoc sería torturado y ejecutado por unos españoles ávidos de oro que querían averiguar donde estaban las riquezas que los soldados de Cortés habían dejado atrás en la famosa Noche Triste. Nunca se supo que ocurrió con ese oro y nunca se ha encontrado.  

Tenochtitlán fue reconstruida y Cortés se dedicó a pacificar el resto de poblaciones que se habían alzado en rebelión. Cuando controló la situación Cortés se interesó también por la conquista de Centroamérica. Para ello envió a la zona una expedición mandada por Pedro de Alvarado, que venciendo a los quichés guatemaltecos logró dominar una franja costera hasta la actual frontera de El Salvador.

Como último dato curioso, el legado genético de Moctezuma no murió con él. En México son muchos los descendientes de este hombre. Incluso en España el apellido Moctezuma o Montezuma es incluso más abundante que el del propio autor de este artículo. Y es que varios descendientes del gran azteca viajaron a nuestro país y perpetuaron su linaje hasta nuestros días.

La hazaña de Cortés en México fue extraordinaria, logrando su sueño dorado de fusionar las dos culturas a través del mestizaje. Sin embargo, no podemos obviar y olvidarnos de los verdaderos conquistadores que hicieron posible la derrota del imperio azteca y la construcción de una nueva sociedad; los tlaxclatecas. Y es que en realidad, la conquista de los indios fue realizada mayormente por los indios.






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