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sábado, 11 de febrero de 2017

INÉS DE CASTRO, REINA DESPUÉS DE MUERTA


                Inés de Castro, reina después de muerta

La historia de Inés de Castro y Pedro I de Portugal tiene todos los ingredientes de una novela de amor trágica. Un príncipe azul enamorado. Una dama viviendo un cuento de hadas. Un amor imposible. Un cruel asesinato. Una guerra fratricida entre padre e hijo. Una venganza.

Para comenzar nuestra historia debemos remontarnos al año 1339. Nuestra protagonista, Inés, una joven gallega de Orense, rubia y elegante de 15 años, acudía a Portugal en compañía de su prima, Constanza Manuel, en calidad de dama de compañía. Constanza, hija del príncipe de Villena y prometida al futuro Pedro I de Portugal llegaba al país luso para contraer matrimonio con un infante que llegaba a este matrimonio desilusionado, por no tener la oportunidad de escoger a su propia esposa. Previamente, Pedro ya había contraído matrimonio con la castellana Blanca, hija del infante Pedro de Castilla. Sin embargo, el matrimonio no llegó a consumarse pues Blanca era una joven de 14 años muy enfermiza y el matrimonio finalmente se deshizo.

Muy pronto y en contra de todas las expectativas, el infante portugués quedó prendado de la belleza de Inés y ambos se entregaron a una aventura de amor y pasión prohibida. Tal situación desesperaba a Constanza que se moría de celos. Tras la muerte de su primer hijo, en infante Luis, fallecido a los pocos días de nacer, le seguiría la muerte de la reina poco tiempo después, tras dar dar a luz al que sería el futuro heredero al trono, Fernando.

                             Pedro I de Portugal

Aunque no ha quedado constancia documental sobre el más que posible matrimonio clandestino de Pedro e Inés en 1354,  lo cierto es que el príncipe se fue  a vivir con ella, a pesar de la oposición de Alfonso IV, padre del infante, que no veía con buenos ojos este desventurado adulterio. Tras el fallecimiento de la reina, Pedro instaló a su amada en un palacio próximo al monasterio de Santa Clara, para poder verla desde su cuarto. El rey, muy preocupado, veía peligrar el acceso al trono de su legítimo nieto Fernando. Y es que de esta clandestina aventura de amor y convivencia  nacieron varios hijos (Afonso, Joâo, Diniz y Beatriz) que en el futuro podrían reclamar el trono portugués.

Sin embargo, había algo más que preocupaba al anciano rey y que podía poner en riesgo la independencia de Portugal. Álvaro y Fernando de Castro, hermanos de Inés, buscaban derrocar al rey de Castilla y para eso buscaron el apoyo del infante Pedro, ofreciéndole incluso el trono castellano.  Además, le preocupaba el bienestar de su nieto Fernando, quien podría ser asesinado en cualquier momento en favor de uno de los hijos bastardos de Pedro e Inés.

Ante la amenaza que el Estado portugués vivía, aparecieron 3 vasallos del rey, los caballeros Alonso Gonçalves, Pedro Coelho y Diogo Lópes Pacheco que aconsejaron al monarca el asesinato de Inés para atajar la situación.

Así, el 7 de enero de 1355, aprovechando que el infante se encontraba de cacería, los 3 secuaces se dirigieron al monasterio de Santa Clara, donde se encontraba Inés con sus 4 hijos. A pesar de las súplicas de la gallega, los 3 hombres no tuvieron piedad e Inés acabó cosida a puñaladas  o degollada.

                      Ejecución de Inés de Castro

Cuando Pedro tuvo conocimiento de la triste noticia montó en cólera y se puso en franca oposición contra su padre, provocando duras peleas entre ambos. Tras un periodo convulso de enfrentamientos, Pedro volvió a la obediencia de  su padre y aceptó casarse por tercera vez con Teresa Guille Lourenço con quien tendría al futuro Juan I, fundador de la dinastía Avis. Poco después Alfonso IV moría y subía al trono el infante Pedro, cuyo primer acto como rey fue el de buscar a los asesinos de su amada,  que se hallaban escondidos en Castilla. A Pedro Coelho le fue arrancado el corazón por el pecho y a Gonçalves por la espalda. Pacheco logró escapar de las iras del monarca portugués refugiándose en Francia.

Cuenta la tradición que no la historia, que tras su acto de venganza, Pedro I mandó desenterrar a su amada, la colocó en el trono, puso una corona sobre su cabeza y obligó a los nobles rendir pleitesía besando la mano del cadáver.

              Entronación del cadáver de Inés de castro

Luego, el rey mandó  esculpir un sarcófago de mármol blanco donde se representan escenas de su vida. En la tapa de la tumba aparece la figura de Inés con la corona en la cabeza como si efectivamente hubiese sido reina. Al morir Pedro I en 1367, su tumba no fue colocada al lado de la de Inés, como era costumbre entre los reyes, sino que dando instrucciones al respecto, su sarcófago quedó enfrente al de su amada, pues así, el día de la resurrección, lo primero que verían sus ojos al levantarse, sería al amor de su vida y podrían caer en los brazos el uno con el otro.


                 Sarcófagos de Pedro I e Inés de Castro 
  

Actualmente, ambas tumbas pueden visitarse en el monasterio de Alcobaça y están ubicadas en el crucero de la iglesia.

   





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