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viernes, 10 de marzo de 2017

EL SANSÓN DE EXTREMADURA




Extremadura es en la actualidad una de las 17 comunidades autónomas que existen en  España. Esta tierra  posee una riquísima historia y es cuna de grandes héroes. Extremadura posee 3 lugares considerados Patrimonio de la Humanidad; la ciudad vieja de Cáceres, el monasterio de Guadalupe y el conjunto arqueológico de Mérida (la antigua Emérita Augusta romana). Además posee el célebre monasterio de Yuste, lugar de retiro y fallecimiento de Carlos I.

De tierras extremeñas salieron  personajes mundialmente célebres como Francisco Pizarro, Hernán Cortés, Pedro de Valdivia,  Inés de Suárez, Vasco Núñez de Balboa, Francisco de Orellana,  Pedro de Alvarado, Hernando de Soto,  Fernando de Alarcón y un largo etcétera de hombres y mujeres ilustres que hicieron más grande a España y Extremadura. 

Aunque todos los nombres arriba mencionados destacaron por su contribución a la conquista y descubrimiento de América, hubo un extremeño que sobresalió de manera sobresaliente en el viejo continente, su nombre era, Diego García de Paredes, pero fue más conocido como el Sansón de Extremadura.  

Diego García nació en Trujillo, Cáceres, en 1468 de una familia de nobles venida a menos. Ya de crío hizo gala de su fuerza venciendo a todos los niños que se enfrentaban a él. Diego debió aprender el oficio de las armas de su padre a edad muy temprana y en su juventud ya destacaba notablemente  en su manejo. 

Aunque se baraja la posibilidad de que Diego combatiera en la Guerra de Granada a las órdenes del Gran Capitán, es su paso posterior a Italia donde podemos seguir sus pasos como soldado de fortuna. Su habilidad con la espada y su fuerza descomunal le trajo fama y riqueza venciendo a innumerables contendientes en duelos particulares. Diego llamó especialmente la atención del Papa Alejandro VI, el Papa Borgia quién presenció asombrado como en una reyerta el extremeño mataba a 5 italianos, hería a 10 y dejaba en huída a otros tantos, armado solo con una barra de hierro.  Tal hazaña hizo que el Papa nombrara a Diego miembro de su escolta. Poco tiempo después era nombrado capitán de los Borgia. 



                        Alejandro VI, el Papa Borgia


Muy pronto la fama sobrehumana del extremeño se hizo patente cuando arrancó de cuajo las argollas  del portón de una fortaleza, abriéndola y ayudando al ejército del Papa a su acceso mientras gritaba jaleando a los suyos, ¡España, España!

Poco tiempo después, Diego caería en desgracia al matar en duelo particular a un capitán italiano, amigo de los Borgia. El italiano no tuvo ninguna posibilidad y acabó decapitado de un espadazo.

Por aquel entonces, los turcos se mantenían muy activos en el Mediterráneo, en especial contra las posesiones venecianas y habían tomado varios enclaves y plazas fuertes en el Peloponeso. Las numerosas derrotas a manos de los otomanos llevaron a los desesperados venecianos a pedir ayuda al Papa y a los Reyes Católicos, solicitando además que las fuerzas de liberación fueran comandadas por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Cuando este reclutó hombres para recuperar Cefalonia, Diego García no se lo pensó dos veces y se unió a las fuerzas expedicionarias. 



Sobre estas líneas Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán

La fortaleza de San Jorge estaba defendida por unos 700 jenízaros, las tropas de élite otomanas, calificadas como invencibles.  Durante el asedio, los otomanos utilizaron una especie de máquina provista de garfios que atrapaban a los soldados españoles por la armadura y los estrellaba contra las murallas. La mala suerte quiso que uno de esos garfios atrapara  a nuestro héroe y lo elevara a lo alto  de la muralla. Tras conseguir librarse del garfio, Diego esperó el ataque de sus enemigos que muy pronto llegó, con 50 jenízaros echándosele encima, pero contra todo pronóstico el extremeño resistió las acometidas otomanas durante ¡tres días!. Finalmente el español fue reducido y hecho prisionero con el fin de ser usado como moneda de cambio. Sin embargo, Diego escapó de su prisión rompiendo las cadenas que le sujetaban, matando al guardia que le custodiaba y destrozando a todo jenízaro que se le cruzaba al paso. Una vez libre se reincorporó a filas. Por su hazaña en lo alto de la muralla, se le empezó a conocer con los apelativos de "Sansón de Extremadura" "Hércules de España" o "el gigante de fuerzas bíblicas", así empezaba su leyenda.



           Representación de los temibles jenízaros

Tras reincorporarse al ejército vaticano con la graduación de coronel y participar en las tomas de algunas ciudades italianas,  César Borgia ordenó al extremeño la ejecución masiva de unos prisioneros, a lo que Diego rehusó y se opuso enérgicamente "No esperéis tal cosa de mi brazo, yo os ayudo aquí como soldado y no como asesino, y no he de permitir ensangrentar una victoria". 

Esta resolución salvó entonces a los reos que fueron amnistiados.

"De Diego García de Paredes ni palabras bastan para lo contar, ni razones para lo dar a entender. Traía una grande alabarda, que partía por medio al francés que una vez alcanzaba, y todos le dejaban desembarazado el camino. Daba voces a todos que pasasen al real de los franceses. A dos artilleros partió por medio Diego García hasta los dientes, de que el Marqués estaba espantado y comenzó a huir en uno de los cincuenta caballos que de Mantua habían traído"

Para Diego García de Paredes no existían los imposibles y un día, molesto por una decisión táctica del Gran Capitán, salió solo al campo de batalla buscando un paso estrecho donde no se le acumulasen muchos enemigos a la vez.  Según iban entrando los franceses para matarlo, eran ellos los que caían muertos. Algunas crónicas hablan de 2000 franceses caídos, otras hablan de unos 500. Lo cierto es que algunos compañeros de armas, animados por el arrojo y valentía del extremeño corrieron a auxiliarle y acabaron con la vida de unos 500 franceses.


"Con la espada de dos manos que tenía se metió entre ellos, y peleando como un bravo león, empezó de hacer tales pruebas de su persona, que nunca las hicieron mayores en su tiempo Héctor y Julio César, Alejandro Magno ni otros antiguos valerosos capitanes, pareciendo verdaderamente otro Horacio en su denuedo y animosidad"

"Túvose por género de milagro, que siendo tantos los golpes que dieron en Diego García de Paredes los enemigos saliese sin lesión"

Batalla de Pavía entre tercios españoles y franceses. En esta batalla en la que fue capturado el rey francés Francisco I, participó activamente Diego García.


En otra ocasión Diego fue elegido como uno de los once caballeros que debían enfrentarse  a otros once caballeros franceses en duelo.  El extremeño no estaba seguro de dar la talla ya que se encontraba con heridas de guerra muy recientes. Sin embargo, estaba en juego el honor de la patria y accedió. La batalla iba muy bien para los españoles que lograron vencer a los franceses, pero estos lograron atrincherarse detrás de sus caballos muertos. Los jueces querían dar la batalla como empate, pero el extremeño, sin espada ni lanza, cogió grandes piedras que lanzó contra unos atemorizados franceses que huyeron despavoridos. No obstante, los jueces concedieron el empate por la honrosa resistencia francesa.

Los franceses estaban cabreados con el extremeño y un oficial franco le retó a un duelo, eligiendo como armas porras de hierro. Sin embargo, al encontrar muy pesada el arma, el francés la abandonó y sacando su espada hirió al español. El capitán francés creyó que Diego no podría defenderse bien con la porra, pero este replicó hundiéndole la pesada arma en la cabeza, matándole en el acto. Durante 60 días, el extremeño fue desafiado diariamente por oficiales francos que acabaron muriendo a manos del español.    

Al acabar la guerra, Gonzalo Fernández de Córdoba gobernó Nápoles como virrey, nombrando a su amigo Diego García de Paredes Marqués de Colonetta, título que más tarde perdería cuando el Gran Capitán cayó en desgracia ante el Rey y el extremeño salía en su defensa desafiando a los que pedían cuentas al Gran Capitán: 


"Yo, señor he sido informado que en esta sala están personas que han dicho a V. A. mal del Gran Capitán, en perjuicio de su honra. Yo digo así: que si hubiese persona que afirme o dijere que el Gran Capitán, ha jamás dicho ni hecho, ni le ha pasado por pensamiento hacer cosa en daño a vuestro servicio, que me batiré de mi persona a la suya y si fueren dos o tres, hasta cuatro, me batiré con todos cuatro, o uno a uno tras otro, a fe de Dios de tan mezquina intención contra la misma verdad y desde aquí los desafío, a todos o a cualquiera de ellos"

Tras estas palabras, lanzó un guante en señal de desafío que nadie osó recoger.

Exiliado y enfadado con la Corona, Diego se exilió y se dedicó entonces a la piratería asaltando barcos franceses y berberiscos.

Cuando Diego volvió a España para encontrarse con los suyos le ocurrió el siguiente suceso, contado por su hijo:


"Me fui a mi tierra por Coria; llegué tarde, con sólo un paje, que a mi casa no pude andar tanto, y hallé en la posada dos rufianes, dos mujeres de malvivir y unos bulderos (los que repartían y cobraban las bulas de la Santa Cruzada, y tenían que recorrer los campos y las ciudades) que querían cenar, y como vestido de pardillo me viesen, y con un papahigo (gorro de paño que cubre el cuello y parte de la cara, usado por la gente rural para el viaje a caballo), pensaron que era merchán (comerciante) de puercos, y comenzaron a preguntarme si iba a comprar puercos, que allí los había buenos. Y no respondiendo, pensaron que era judío y sordo, y llegó uno de los rufianes a tirarme del papahigo, diciendo que era sordo. Yo estuve quieto, por ver qué haría; mas un buldero que parescía hombre de bien, les dijo quedito que no se burlasen conmigo, pues no sabía quién era, y se me parescían armas debajo del sayo. Estos rufianes llegaron a mí, por ver las armas. De que me vieron armado, los muy judíos no hicieron más escarnio. Las mujercillas decían si las habría robado, y que yo era un escapado del sepulcro huyendo.

"En esto llegó mi gente, que traía de Italia veinticinco arcabuceros, y envié al paje a ellos que no dijesen quién yo era e hiciesen que no me conocían, por ver en qué paraba la fiesta. Tornados al tema, vino uno de ellos y tiróme del papahigo diciendo que le mostrase las armas, que eran doradas. Un cabo de escuadra mío, no lo pudiendo sufrir más, puso mano a la espada; yo me levanté, tomé el banco en que estaba sentado y comencé por el rufián de las mujeres, y eché a las mujeres, los rufianes y los bulderos al fuego, y abrí la cabeza al rufián; una mujer que cayó debajo, murió; los otros, quemadas las caras y manos, salieron dando voces a la justicia, y el mesonero con ellos. Nosotros nos sentamos a cenar su cena, hasta que todo el pueblo se juntó a la puerta y vino el alcalde a quemarla. Yo la hice abrir, y entrando de golpe los porquerones (corchete o ministro de justicia encargado de prender a los delincuentes o malhechores y llevarlos a la cárcel), yo, que tenía la tranca de la puerta en la mano, derroqué tres de ellos y no osaron entrar más, y desde fuera me requerían que me diese a prisión, y me querían quemar dentro de la casa. En fin, vino el obispo, que era mi deudo, y asosegóse todo".


Finalmente Diego se reconcilió con el Rey y participó en las guerras de reconquista en el norte de África. 

Cuando Carlos I subió al trono español, enterado de las hazañas de Diego García, le nombró Caballero de la Espuela Dorada y quiso que le acompañara en todas las campañas y conflictos internos y europeos. El extremeño era una leyenda y era conocido en toda Europa.

En 1532 acudió en ayuda de Viena que se hallaba sitiada por Solimán el Magnífico. La vista del ejército de 200,000 hombres que se acercaban hizo desistir a los turcos en su empeño de entrar en Europa y levantaron el sitio. 

A lo largo de su vida, Diego García de Paredes luchó en innumerables batallas y se batió en duelo particular más de 300 veces saliendo victorioso en todos ellas. Fue tal su fama que hasta el mismo Cervantes le mencionaría años más tarde en el capítulo 32 de su famoso y célebre Don Quijote.

Diego García murió en 1533 tras sufrir unas heridas producidas en un accidente de caballo mientras jugaba con unos niños a un juego de lanzas. Su cuerpo fue enterrado en su ciudad natal, Trujillo, en la parroquia de Santa María, cuya tumba aún permanece y cuyo epitafio podemos leer:


"A Diego García de Paredes, noble español, coronel de los ejércitos del emperador Carlos V, el cual desde su primera edad se ejercitó siempre honesto en la milicia y en los campamentos con gran reputación e integridad; no se reconoció segundo en fortaleza, grandeza de ánimo ni en hechos gloriosos; venció muchas veces a sus enemigos en singular batalla y jamás él lo fue de ninguno, no encontró igual y vivió siempre del mismo tenor como esforzado y excelente capitán. Murió este varón, religiosísimo y cristianísimo, al volver lleno de gloria de la guerra contra los turcos en Bolonia, en las calendas de febrero, a los sesenta y cuatro años de edad. Esteban Gabriel, Cardenal Baronio, puso esta laude piadosamente dedicado al meritísimo amigo el año 1533, y sus huesos los extrajo el Padre Ramírez de Mesa, de orden del señor Sancho de Paredes, hijo del dicho Diego García, en día 3 de las calendas de octubre, y los colocó fielmente en este lugar en 1545".



Más tarde, otro Diego García de Paredes (arriba en la foto), se haría célebre por su contribución a la conquista de América. El hijo del Sansón de Extremadura, del mismo nombre, se asociaría con hombres como Francisco Pizarro, Hernando de Soto o Francisco de Orellana. Participó en la conquista del Imperio Inca y de Venezuela, capturó a Lope de Aguirre cuando este intentaba crear un reino independiente y fue gobernador de Popayán, nombrado por Felipe II. Murió a manos de los indios en una emboscada, cuando se dirigía a cumplir con su gobernación, en 1563.






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