La Inmaculada Concepción es un dogma de la Iglesia Católica que afirma que María, madre de Jesucristo, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado, libre de toda mancha o efecto del pecado original, transmitido a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva.
Sin embargo, el origen de la celebración de dicho dogma, el 8 de diciembre, responde a un suceso que ya relaté anteriormente en un artículo dedicado a los tercios españoles y que merece la pena recordar en el día de hoy.
Todo comenzó el día 7 de diciembre de 1585, en el contexto de la Guerra de los 80
años que culminaría con la paz de Westfalia en 1648, en la guerra que enfrentó al Imperio español contra las 17 provincias de los Países Bajos.
Tras la toma de
Amberes por Alejandro Farnesio, este puso sus ojos en las provincias católicas
oprimidas del norte, enviando a los Tercios a la isla de Bomel, entre los ríos
Mossa y Waal. Sin embargo, el almirante holandés Holak había situado a su flota
entre el dique de Empel y la ciudad de Bolduque-Hertogenbochde, de forma que
los españoles se hallaban bloqueados y estaban al alcance de la artillería
rebelde. Holak ofreció una rendición honrosa a los 5000 Tercios estacionados
allí. La respuesta del comandante español Francisco Arias de Bobadilla fue
clara:
"Los
infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de
capitulación después de muertos."
Francisco Arias de Bobadilla
Francisco Arias de Bobadilla
Holak no se tomó muy
bien esta respuesta y decidió acabar con todos los españoles. Abrió los diques
del canal del río Mossa, inundando la isla de Bomel, con la intención de ahogar
a unos soldados españoles que por los pelos tuvieron el tiempo justo de subir
al pequeño monte Empel y no perecer en el agua.
"La inundación
echó el río sobre casi toda la isla con tanta presteza que apenas tuvo tiempo
Bobadilla para llevar tras el Mossa al lugar de Empel y a otros de la vecindad
las tropas, artillería y vituallas. Pero ni aquí les dejó libres la corriente
del río, porque si bien los españoles habían tomado los puntos más altos, el
campo desde la isla Bomel a Boldu que era algo más bajo
y fácilmente llamó a sí las aguas y menos unos altos a los que
habían subido los soldados, el otro campo del río parecía un mar hinchado
".
Sin comida, abrigo,
con la ropa húmeda y apilados en un terreno minúsculo, el almirante holandés
disparó la artillería sobre los indefensos Tercios. Solo un milagro podía
salvar a los españoles.
El mapa muestra la desesperada situación de los españoles
La providencia quiso
que un español hallara, mientras excavaba una trinchera, una tabla de madera
con la imagen de la Inmaculada Concepción pintada en ella. Convencidos de
que se trataba de una señal divina, los Tercios improvisaron un altar donde colocaron
la imagen y le rezaron una Salve.
"En ésto,
estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse
debajo de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la
iglesia de Empel, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la
tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora,
pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se
hubiera acabado de hacer. Como si hubiera descubierto un tesoro acuden de las
tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo Bobadilla. Llevanla
pues como en procesión al templo entre las banderas la adoran pecho por tierra
todos: y ruegan a la Madre de los Ejércitos que pues es la que solo podía
hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquella azechanzas de elementos y
enemigos: que tenían por prenda de su libertad cercana su imagen entregada
piadosamente cuando menos imaginaban y más necesidad tenían, que prosiguiese y
llevase a cabo su beneficio ".
"Pusieron la
tabla en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray
García de Santisteban hizo luego que todos los soldados le digesen una salve, y
lo continuaban muy de ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron debajo
de la tierra fue un divino nuncio del bien, que por intercesión de la Virgen
Maria, esperaban en su bendito día"
La consigna era
clara, Dios estaba del lado de los españoles y había que aprovechar esa ayuda
divina. Así, la arenga no se hizo esperar:
"¡Soldados! El
hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a
salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería
y que abordemos esta noche las galeras enemigas?"
¡Sí, queremos! contestaron
los entusiasmados soldados.
La fortuna o la providencia hizo que los tercios adquirieran una ventaja totalmente inesperada.
La fortuna o la providencia hizo que los tercios adquirieran una ventaja totalmente inesperada.
Ya fuera por la
casualidad, la naturaleza o por la providencia divina lo cierto es que en
la noche del 7 al 8 de diciembre se levantó un terrible y gélido viento que
hizo congelar por completo el río Mossa de manera extraordinariamente rápida.
Al amanecer, los soldados españoles cruzaron a pie el helado río y cayeron por
sorpresa sobre las embarcaciones enemigas. Los rebeldes poco pudieron hacer
ante el ímpetu y la fuerza de las armas españolas y no tuvieron más remedio que
rendirse ante la posibilidad de una masacre más que segura. Todas las naves
rebeldes fueron quemadas. Ahí no quedaría la cosa, al día siguiente y
envalentonados por la victoria del día anterior, los Tercios atacaron la
fortaleza holandesa ubicada junto a la orilla del río Mossa y la tomaron a
sangre y fuego.
Holak, abatido por la
derrota solo pudo decir:
“Tal parece que Dios
es español al obrar, para mí, tan grande milagro”.
"cinco mil
españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y
cinco mil gastadores y cinco mil diablos"
Este hecho histórico
fue calificado por los católicos holandeses como El Milagro de
Empel, y los propios Tercios de Flandes e Italia adoptaron a la
Inmaculada como patrona. Más tarde, el 8 de diciembre de 1854, a través de la
bula Ineffabilis Deus, la Inmaculada Concepción fue declarada como dogma
de la fe católica.
Desde entonces y a
raíz de ese acontecimiento acaecido el 8 de diciembre de 1585, todos los años,
para conmemorar la hazaña, los españoles comenzaron a festejar cada 8 de
diciembre el día de la Inmaculada Concepción, aunque la gran mayoría
desconozca que dicha fiesta tiene su naturaleza en el llamado Milagro de
Empel.