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domingo, 6 de noviembre de 2016

EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL





VIAJE AL SIGLO DE ORO

Imagina que pudieras viajar al pasado, concretamente a la edad dorada de la historia cultural española, el siglo que vio nacer a artistas de la literatura y pintura de la talla de Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Quevedo, Velázquez o Murillo. Probablemente verías cumplido un sueño irrepetible. Sin embargo, la realidad podría convertir tu dulce sueño en una aterradora pesadilla. Y es que sobrevivir en la Edad Moderna podría antojarse harto complicado para un señorito del siglo XXI, no acostumbrado a un modo de vida muy alejado de la comodidad de su propia época. 



El llamado siglo de oro español  es curiosamente denominado así a una sociedad cuyo índice de analfabetismo era de más del 85%. Una sociedad predominantemente rural y donde la esperanza de vida era de unos 25 años. Las riquezas estaban repartidas entre unos pocos, en contraste con una inmensa mayoría pobre y miserable. La mortandad era enorme y los conocimientos médicos limitados.

Pero no desesperes, si aún deseas viajar al siglo de Oro, un conocimiento preciso sobre los modos y costumbres de la época podrían ayudarte a sobrevivir en un mundo desconocido, hostil, violento y plagado de adversidades. Prepárate, porque te espera una aventura apasionante en el Madrid del siglo XVII.


PREPARACIÓN

Antes de viajar al siglo de oro deberías asegurarte de inmunizarte contra las enfermedades de la época como la viruela, la peste, el sarampión, el tifus y otras enfermedades infecciosas. No olvides llevar contigo una alforja con antibióticos, ya que te serán útiles ante la proliferación de enfermedades tales como neumonías o pulmonías. El ajo, el tomillo, la miel o la cebolla, son alimentos naturales con alto contenido antibiótico, así que no dudes en comprarlos en los mercados del lugar. La vitamina C además te ayudará a prevenir posibles infecciones virales. En aquella época la medicina tenía un limitado conocimiento sobre las ventajas de algunos alimentos de uso cotidiano para combatir las bacterias y las infecciones. Lleva además un saco de dormir y algunos repelentes contra pulgas y otros insectos. 

No olvides llevar un mapa de la época para orientarte en cada paso y momento que lo necesites.

Conocer el sistema monetario de la época te ayudará a evitar que tenderos y comerciantes sin escrúpulos tiren de la picaresca para engañarte. 

En el siglo XVI  la moneda más corriente es la blanca. 2 blancas hacían un maravedí. 34 maravedís hacían un Real de plata. 16 reales de plata hacían un escudo de oro. Además, 375 maravedís hacían 1 ducado.

Un jornalero o peón ganaba una media de 68 ducados al año para sobrevivir muy a duras penas. En el otro extremo, un noble podía ingresar unas rentas anuales de 120,000 ducados. La diferencia entre ambos era abismal. La "clase media", esto es, comerciantes o algunos financieros podían ganar entre 2000 y 5000 ducados. 

De acuerdo con la información que nos arroja la web del Instituto Cervantes, los precios de algunos alimentos básicos de 1610 quedarían de esta manera:

1 docena de huevos             63 maravedís
1 docena de naranjas          54 maravedís
1 pollo                                55 maravedís
1 gallina                            127 maravedís
1/2 kilo de carnero              28 maravedís

Teniendo en cuenta de que un maravedí equivaldría a unos 20 céntimos de euro actuales, la cesta de la compra te saldría por más de 60 euros. Por otro lado, si dividimos las ganancias anuales de un simple peón con lo que podría gastar a diario, nos arroja un gasto de unos 69 maravedís. Como ves, insuficientes para llevar una vida digna, más cuando además debían pagar impuestos. Por tanto, llevarás un par de ducados por cada día que pases en la España del siglo XVII para vivir de manera holgada. 

Respecto a la ropa, deberías intentar pasar desapercibido. Los amigos de lo ajeno siempre están acechando en las esquinas, escudriñando a los viandantes que pudieran parecerles adinerados. No vistas como un rico, pero tampoco como un campesino. Viste como un soldado. Eso te dará prestigio y respeto. El ejército al carecer de uniforme oficial, te da la oportunidad de vestir a tu antojo. 

Sin uniforme oficial, lo que diferenciaba a los soldados del resto de la población era el sombrero emplumado, la espada, la pistola y el bigotazo. De modo que o bien te dejas crecer el mostacho o te pones uno de pega. No olvides utilizar colores oscuros en tu indumentaria. La moda de la España de Felipe II se caracterizaba por haber puesto de moda el color negro. Con Felipe III primarían los colores brillantes, para volver al negro otra vez con Felipe IV.

En la España del siglo de oro se madrugaba mucho. La vida comenzaba al alba y terminaba cuando se ponía el sol. 

La percepción del tiempo y la falta de instrumentos para medirlo en el ámbito rural se suplía a través de un calendario de festividades y los ritmos agrarios y climatológicos. Así, el tiempo se medía por las estaciones con sus respectivas vidas laborales y los días no estaban determinados por un número sino por el nombre de un santo o de una festividad. En la ciudad era diferente y el replicar de las campanas llamando a la oración ayudaba a conocer las diferentes horas del día. 

Una vez preparado con todas estas cosas estarías listo para cruzar el umbral que lleva al Siglo de Oro.


CALLES DE MADRID 



Enseguida te das cuenta de estar allí. Lo notarás porque lo primero que percibirás será un olor nauseabundo y penetrante que inundará tus fosas nasales. Estás en la villa de Madrid y no habrás visto tanta suciedad en la ciudad desde Carmena. Y es que la higiene brillaba por su ausencia. Existía la creencia de que los baños eran perjudiciales para el cuerpo físico, así que se intentaba evitar a toda costa por recomendación facultativa. Aún el propio San Jerónimo había censurado el bañarse a menudo como algo contrario a la salvación. 

Las calles de Madrid eran un vertedero, las aceras no existían y a falta de retretes los portales cumplían tal función. Una mezcla de excrementos, orines y barro inundaban las calles en una de las ciudades más malolientes del mundo. Por eso, en 1639 se publicó la siguiente disposición:

"Que ninguna persona vacíe por las ventanas y canalones de agua, ni inmundicias ni otras cosas, sino por las puertas de las calles...pena de cuatro años de destierro y 20 ducados a los amos que consintieren y 100 azotes y seis años de destierro a los criados y criadas que lo echaren y de pagar los daños que hicieren."

En 1681 Juan Bautista Juanini escribía a propósito de Madrid:

"..el no llegar a viejos depende del ambiente salitroso y a las exhalaciones de vapores de los excrementos continuos que en sus calles se arrojan y mezcladas las unas con las otras, causan enfermedades, que en breves días matan sin saber ni poder muchas veces calificar el género de la enfermedad."

Deberías intentar por todos los medios alejarte de los caminos transitados por carrozas y carruajes si no quieres que estos te salpiquen toda la porquería de las calles.

El aspecto físico de los españoles de la época es una obsesión para estos. Existían unos modelos definidos entre hombres y mujeres. El modelo femenino primaba el pelo rubio y largo, los ojos verdes, manos largas y blancas, con uñas crecidas y delgadez patente. En los hombres primaba el cabello rubio o castaño y la altura del cuerpo, aunque los españoles por defecto eran "naturalmente pequeños de estatura, de una carnación morena y áspera de sequedad, negros de pelo y barba corta"

Muchos españoles gustaban de llevar gafas y proliferaban las trompetillas o cerbatanas, cuyo uso se asemeja a nuestros audífonos actuales. Gran parte de la población tenía serios problemas de caries, lo que hacía que el aliento fuese putrefacto.  

En cuanto a la vivienda, si hacemos caso a la descripción que nos hace Cervantes en el Quijote sobre esta, observarás lo siguiente:


Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva [despensa subterránea], en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que por ser del Toboso le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea»


Aunque esta es la descripción de la casa de un rico hidalgo, las casas más humildes seguían el mismo patrón aunque con menos lujos.


Al entrar en la casa, se pasaba al vestíbulo, denominado zaguán. Desde el recibidor se accedería directamente a la cocina o al patio y, en caso de tenerla, a la cuadra. En algunos edificios también había un lagar o bodega, donde se prensaban las uvas así como aceitunas para obtener aceite.

En la planta baja normalmente había una sala amplia. Durante el verano, las paredes se tapizaban con pieles de carnero curtidas y labradas con dibujos, con el fin de aislar del calor exterior y de impresionar a las visitas. Para refrescar el ambiente en verano se regaba el suelo, mientras que en invierno se cubría de alfombras. 

El fuego de la cocina se encendía a primera hora de la mañana. El fuego, además de servir para cocinar los alimentos, expandía su calor por toda la vivienda. 

El ama de la casa machacaba las especias en el mortero. Sentada en la silla de mujer o de estrado –desde la cual también cosía, acunaba niños y, en ocasiones, hasta daba a luz–, atizaba el fuego y daba vueltas a las cocciones con cucharas de palo. La vajilla,  se apilaba en la alacena, y los cubiertos en cuchareros. La cuchara era el instrumento básico, ya que el tenedor y el cuchillo no se empleaban todavía con soltura y se acostumbraba a comer con los dedos.




Si no estás seguro hacia donde ir, te recomiendo que saques el mapa y te dirijas a la Plaza Mayor, eso sí, evita los callejones oscuros y poco transitados, que es lugar de ladrones y maleantes. Sigue por las calles más concurridas y no te detengas hasta llegar a tu destino. Una vez allí podrás estudiar y escudriñar la vida cotidiana de sus gentes. Intenta sentarte cerca de ese grupo de tenderos y artesanos. la vida de estos hombres es muy conformista. Su meta es la de no trabajar y solo lo hacen cuando no les queda remedio para salir del paso. Pero cuando obtienen el puñado de reales necesarios para su subsistencia cierran la tienda y  van de un lado a otro a hacer lo que más les gusta, darle  a la lengua, hasta que lo gastan todo y tienen que volver a trabajar. Esta gente gusta de vestir de terciopelo y raso como el Rey. 

Si agudizas tu oído podrás escucharles hablar sobre temas de actualidad, decidiendo cuestiones de Estado y arreglando todos los intereses de los príncipes. Las discusiones derivan en riñas acaloradas y algunos se creen más políticos que los demás intentando someterles a sus opiniones. Nada nuevo bajo el sol. 

Si pasas cerca de lo que más tarde será la Puerta de Alcalá, entre las actuales calles Claudio Coello, Conde Aranda y Columela te encontrarás con un "quemadero", lugar donde la inquisición ejecutaba a los reos y las brujas. Aunque las muertes de estas últimas fueron muy limitadas. En 1619 Pere Gil avisaba contra la superstición y que se procediera con cautela sobre las supuestas brujas.

"Como son mujeres frágiles miedosas y delicadas con espantos y amenazas las hacen decir algunos juezes y notarios y ministros de justicia lo que no es verdad ni ellas ni otras lo han hecho. 
en el darles tortura confiesan desde otros lo q. no es verdad por miedo y dolor  de los tormentos...y los confessores... tienen indicios q. son inocentes... se ha de proçeder con grande tiento máxime a pena de muerte sinó ven claros los homiçidios, o, claras herejías con pertinencia Xª."

Aunque no verás a muchas brujas quemarse en la hoguera, lo más común son las ejecuciones de  reos por delitos menos místicos. Los criminales eran ahorcados dependiendo de la gravedad del delito, ya que también podían ser condenados a las galeras, que prácticamente era otra condena a muerte. La posición del delincuente también pesaba sobre la pena impuesta. La clase baja era condenada a la soga, pero los nobles eran decapitados, una muerte más "honrosa".

OCIO Y TIEMPO LIBRE

Pero como estos espectáculos son para mentes de hierro y estómagos fuertes, que mejor que asistir a un espectáculo menos cruento y vil como es el teatro. A los madrileños les encantaba las obras teatrales y en Madrid existían lo que llamaban "corrales de comedia", donde se representaban obras de escritores de renombre. Con una capacidad de entre 3000 y 5000 espectadores, estos espectáculos representan las obras de teatro de autores de renombre como el de Lope de Vega. 

Al principio, los corrales fueron los patios interiores de algunas manzanas de casas. Un típico patio medía 14 por 18 metros y se cubría con toldos para protegerse del sol, pues cuando llovía el espectáculo se suspendía. La obra empieza entre las dos y las cuatro de la tarde, dependiendo de la estación. Es mejor que llegues con antelación, ya que la cola será larga. Si estás en la fila y te fijas, verás que la mayoría de la gente lleva su propia comida. Y es que la obra tardará entre dos y tres horas, pero no te preocupes, en el interior podrás adquirir las vituallas necesarias como frutos secos, dulces y fruta. Una vez dentro verás que en las gradas  y el patio mantiene una separación de sexos. Una vez ocupadas las localidades, alguien aparece para dar un toque de silencio, canta al son de la guitarra y la vihuela o se recita una loa antes de comenzar la función, que se divide en tres actos.



En Madrid siempre hay variedad para el ocio y la diversión. Los espectáculos taurinos son ancestrales en nuestro país y en esta villa eran muy populares. El enfrentamiento entre el hombre y el toro era una lucha  que se consideraba honrosa, pues se demostraba valor personal. Estos espectáculos causaban asombro y admiración a los extranjeros. El checo Tetzel nos contaba:

"tenían toros bravos que traían a la plaza y montados sobre caballos muy ligeros disparaban contra los toros que llevaban, distinguiéndose el que estaba más tiempo a caballo y clavaba más dardos."

Las corridas fueron en origen una actividad de la aristocracia y en Madrid se realizaban en la Plaza Mayor bajo la atenta mirada de un público enfervorecido. Las corridas a pie aún no estaban muy popularizadas y formaban parte de las clases bajas. Y aunque los extranjeros se admiraban del valor de estos antiguos toreros, no tuvieron reparos en calificar esta fiesta de diversión bárbara.

"No está permitido sacar la espada contra el toro mientras este no haya hecho una ofensa, al caballero quien se considera ofendido cuando le derriban la pica, el chambergo o la capa, o cuando hieren el caballo que monta o cualquiera de su acompañamiento. En estos caso el caballero está obligado a guiar a su caballo hacia el toro, con empeño de vengarse o morir, y cuando a conveniente distancia se halla, debe acuchillarle frente a frente sobre la cabeza o cuello, pero si el caballo se resiste y no quiere avanzar, el caballero echa pie a tierra y acércase valerosamente al toro daga en mano. Entonces otros caballeros, que aguardan a su vez para combatir. apéanse también y acompañan al que se halla en el empeño pero no le ayudan ni pretenden lograr para él ninguna ventaja contra su enemigo. Todo el cortejo aproxímase al toro, y si este huye al otro extremo de la plaza, en vez de aguardarlos y acometerlos, el duelo se da por terminado, el honor queda satisfecho y sigue la corrida con nuevas luchas y empeños nuevos."

Aunque no había una fecha  definida, entre enero y febrero tenía lugar el carnaval. El carnaval tenía un significado religioso. Subrayaba la libertad de comer carne antes de la cuaresma. Pero iba más allá, con la ridiculización de las jerarquías, se liberaban los instintos y se evadían todas las reglas. Así que aunque todo esto suena bien  permíteme disuadirte de viajar a esta época del año ya que las diferentes prohibiciones que se levantaron durante esta festividad, nos muestra la peligrosidad de sus connotaciones. 

Las mojigangas (comitivas de personas con ridículos disfraces de animales) fueron  parte fundamental de esta festividad. Se componían letras satíricas y burlescas, se desataba la violencia y se alcanzaban altos niveles de salvajismo. Tirar aguas inmundas, huevos podridos a los viandantes, muerte de perros y gatos, introducir estopas encendidas en las orejas de los caballos, arrojar polvos irritantes en los ojos, etc. En los avisos de 1637 de Barrionuevo había satisfacción porque en la última noche de Carnaval habían muerto solo 5 personas.
En Madrid, el Carnaval terminaba con el célebre entierro de la sardina.

Los niños también tenían sus peculiares formas de diversión y si agudizas el oído les oirás cantar canciones que te resultarán muy familiares. 

"Caracol, col, col, saca los cuernos al sol, que tu padre y tu madre ya los sacó"

"Cucú, cantaba la rana, cucú, debajo del agua. Cucú, pasó un caballero, cucú, con capa y sombrero. Cucú, pasó una señora, cucú, con traje de cola. Cucú, pasó un marinero, cucú, vendiendo romero. Cucú, le pide un ramito, cucú, no le quiso dar, cucú, se puso a llorar, cucú, cucú, cucú."

Además, las fórmulas para hacer sorteos en los juegos infantiles te transportarán a tu propia infancia.

"Una dola, tela, catola..." "¿Pares o nones?" "Pito, pito, gorgorito, saca la mano del veinticinco, ¿En que lugar de Portugal? ¿En que calleja? la Moraleja, esconde la mano, que viene la vieja."

La comba era un juego muy popular entre las niñas y sus canciones no han pasado de moda.

"Al pasar la barca, me dijo el barquero: —Las niñas bonitas no pagan dinero. —Yo no soy bonita ni lo quiero ser..."

Las canicas, el juego del burro, las tabas, la rayuela o la peonza hacían las delicias de los niños de hace 400 años. 

De repente, una voz femenina te saca de tu nostalgia:

"Apuesto y gallardo caballero, si buscáis buena compañía de cierto hallareis  grato mi servicio."

Se trata de una cortesana pública, es decir, una prostituta. La prostitución en España era legal y estaba sujeta a una reglamentación muy estricta. la aspirante debía ser mayor de 12 años, ser huérfana, de padres desconocidos o abandonada por la familia y que hubiese perdido la virginidad. Un juez se encargaba de otorgar el permiso pertinente tras intentar antes disuadir a la joven aspirante. La tarifa media era de medio real durante la segunda mitad del siglo XVI. En Madrid hay varios establecimientos dedicados a estos menesteres, además de las muchas mujeres que hacen la calle buscando clientes entre los viandantes. Solo en Sevilla había 3000 prostitutas, pero era Valencia donde el índice de prostitución era más alto. Había un dicho español que decía "Rufián cordobés y puta valenciana.."

Miras a la mujer de arriba a abajo. El maquillaje que cubre su cara es realmente excesivo y sus ropas claras y desgastadas intuyen las formas más sensuales de su cuerpo. No obstante, la falta de higiene y el contacto con tantos hombres ha hecho que su organismo desarrolle una terrible enfermedad, la sífilis. Actualmente, la sífilis tiene una cura sencilla basada en los antibióticos pero en el siglo XVI y XVII se trataba con mercurio que hacía más mal que bien al paciente. Así que declina amablemente su oferta y prosigue tu camino.


COMIDA Y DESCANSO 

Tanto paseo te ha dado sed y estás cansado. No desesperes, en Madrid encontrarás establecimientos especializados donde podrás remojar tu gaznate y descansar tus pies. Entras en una taberna y observas. El local está abarrotado y en las mesas, los sedientos parroquianos apuran sus bebidas y se emborrachan, intentando olvidar las penas de una vida ruin y miserable. mientras, en otros rincones de la taberna los soldados de permiso se funden la paga jugando a los naipes. Divisas una mesa vacía al fondo y te sientas en ella. Al poco, el tabernero se acerca para tomar nota de tu pedido. La cerveza apenas tiene cabida en una sociedad española que aprecia más el vino en todas sus variantes. la carraspada es un vino aguado con miel y especias, servido principalmente en época navideña. La aloja es otra variante en el que el vino es mezclado con grandes cantidades de agua y canela y es muy popular entre los consumidores.


Si te atreves a comer, el queso de oveja y cabra es un manjar muy apreciado entre el pueblo llano con un buen pan de trigo candeal. Los potajes de carnes, legumbres y verduras se cocían en ollas de barro a fuego lento y eran muy similares a nuestras sopas y menestras actuales. El salpicón se hacía con carne picada, aderezado con sal, pimienta y cebolla. Respecto al pescado, el más consumido era el bacalao, las sardinas, el salmón o las truchas. Además tienes a tu disposición una gran variedad de ensaladas y frutas y como postre que mejor que un arroz con leche. 

De repente se levanta un gran revuelo en el local. En una de las mesas de juego alguien ha sido sorprendido haciendo trampas y le están moliendo a cuchilladas sin darle con la punta. El honor y la honradez es muy importante en esta época y cuando alguien pierde una suma de dinero en el juego lo paga antes de 24 horas y no se prolonga en el plazo. Miras hacia el lugar del incidente con curiosidad, dudando si ayudar al pobre desgraciado apalizado o dejarle a su suerte. Uno de los castigadores repara en ti y te habla desafiante:

"¿Tenéis algo que decir señor"

Mi consejo es que vuelvas a tus asuntos y no te metas en la riña. A diferencia de hoy en día, el español del Siglo de Oro siempre acompañaba sus amenazas con hechos. Los desafíos estaban a la orden del día y los españoles no rehuían a una buena pelea o duelo. De hecho, Francisco de Quevedo fue un duelista consumado y un hábil espadachín. De acuerdo con una leyenda no confirmada, el autor de El Buscón llegó a vencer en duelo singular al maestro espadachín Luis Pacheco de Narváez. 

Si decides seguir mi consejo, enhorabuena, seguirás vivo de momento. Ahora es  momento de descansar y necesitarás donde pasar la noche. Muchas de estos locales poseen habitaciones en alquiler. Dos cosas debes saber sobre el peligro de alquilar estos aposentos. Asegúrate de mantener bien cerrada y atrancada  puerta y ventanas. Al menor síntoma de riqueza, muchos dueños sin escrúpulos solían asaltar las habitaciones para robar a los pobres huéspedes y a veces, incluso asesinarlos. El siguiente desafío lo constituye el mismo lecho donde descansarás, ya que estos suelen estar plagados de pulgas y piojos. Si no quieres que una plaga de insectos se oculten entre las costuras de tu ropa y te llenen de ronchas la piel evitarás la cama a toda costa. 
Dormir en el suelo podría  ser tu mejor opción si no fuera porque en el piso pululan toda clase de bichos y roedores. Recuerda que las calles son un peligro y pasar la noche a la intemperie no es una opción razonable. De modo que saca de la alforja el saco de dormir y el repelente y rocía bien la cama y el saco para evitar que estos pequeños intrusos te devoren durante la noche. Las cáscaras de algunos cítricos como la naranja, la mandarina o el limón  en un litro de agua hirviendo constituye también un repelente natural para las pulgas. 



RELIGIOSIDAD

Después de pasar una más que probable mala noche y tras haber desayunado un poco de pan con queso, sales a la calle. Los comercios están cerrados y la poca gente que ves viste con sus mejores galas y corre apresuradamente hacia un lugar determinado. Sigues a la muchedumbre y observas que su trayecto finaliza en una iglesia cercana. Caes en cuenta que es domingo y los madrileños están acudiendo a la misa dominical. 


Aunque existen personas pías y devotas en un país  que es eminentemente católico, la religiosidad deja mucho que desear en un porcentaje de ciudadanos, cuyos actos difieren de lo que enseñan los preceptos de las Santas Escrituras. La sociedad del Siglo de Oro es muy promiscua y los pecados sexuales son innumerables. Además, el tráfico de indulgencias auspiciado por la Santa Iglesia no ayuda a acabar con el pecado, el delito y la corrupción. Al contrario, ambas partes se benefician. El pecador puede comprar el perdón de Dios incluso antes de cometer adulterio, robo, asesinato o cualquier delito que pretenda cometer. A cambio de ese perdón, la Iglesia recibe una suculenta suma de dinero. Y es que en algunos lugares existe una lista de precios por delito cometido o presto a cometer. ¿Acaso el sacerdote no es representante de Dios y tiene el poder para sellar en los cielos lo que atare en la Tierra? Por tanto y olvidando cuestiones morales y espirituales, el dinero se convierte en el billete que lleva al reino de Dios. 

En España, el clero era numeroso y llevaba una vida muy cómoda, excepto los que hacían voto de pobreza como el obispo de Palencia, Antonio de Estrada, que murió en la miseria en 1658, tras repartir sus bienes en limosnas. Hay curas, monjes, frailes, cistercienses, cartujos, mendicantes y otras órdenes de toda índole. Si tu devoción o curiosidad te lleva a asistir a un sermón, podrás ser testigo de una vehemencia desmesurada en las prédicas de estos religiosos. No es para menos, desde hace años la Iglesia intenta contrarrestar a través de la contrarreforma  cualquier atisbo de protestantismo o luteranismo. 

Si eres un fiel católico y tienes necesidad de derramar tu alma en confesión, déjame disuadirte de tal acto. En bastantes ocasiones la confesión se convirtió en piedra de perdición de algunos confiados penitentes. Y es que existían algunos eclesiásticos sin escrúpulos que utilizaban la confesión para sacar ventaja de índole sexual o económica chantajeando a sus víctimas. En el peor de los casos podrías acabar en manos de una Inquisición  muy activa en esta época.  



ESCLAVITUD

Como en la mayor parte del mundo, la esclavitud formaba parte de la sociedad española. La mayor parte de los esclavos proceden de África, ya sean del África negra o norteafricanos musulmanes. También abundaban los moriscos españoles condenados a tal condición tras la guerra de Granada y otras rebeliones. Estos, forman la parte marginal de la sociedad junto a pobres y gitanos. A fines del siglo XVI se suponen que hay en España unos 60,000 esclavos de raza negra. Algunos esclavos de origen africano se embarcaron en la conquista de América y jugaron un papel importante. En el Siglo de Oro el esclavo de origen canario o "indio" había perdido peso en España y constituían una minoría ya que a principios del siglo XVI la monarquía había prohibido la explotación del indígena americano. Y es que los indios eran incapaces de sobrevivir en la Península y adaptarse a sus condiciones climáticas, eso si no morían durante el traslado de América a España. 



La libertad de la que gozaban los esclavos en España se debía a que los amos preferían evitar su manutención y tenerlos como asalariados. Así, el dueño percibía una parte de su salario y el esclavo podía reunir el suficiente dinero para comprar su libertad. 

Los moriscos de raza blanca eran los que alcanzaban mayor cotización en los mercados de esclavos, sobre todo las mujeres de entre 15 y 30 años y los jóvenes de entre 20 y 27 años con buenas condiciones físicas.

Los esclavos daban prestigio a las familias que los poseían y eran utilizados principalmente en el ámbito doméstico. Se regalaban en los matrimonios, se cedían en los testamentos y dotes y su descendencia pasaba a manos de los herederos del señor que sometió a los padres. 2 de cada 3 esclavos eran mujeres, muy aptas y valoradas para el trabajo doméstico.

Y hasta aquí nuestra aventura en el Siglo de Oro. Espero que hayas disfrutado de una experiencia única. Y si no, te invito a sobrevivir en un próximo desafío extremo; Visitar la Pompeya en las horas previas a la erupción del 24 de agosto del año 79 d.C