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sábado, 16 de julio de 2016

HISTORIA DE AMÉRICA. LA CONQUISTA I




“¿Dónde antes han visto los hombres las cosas que ellos han visto aquí? Y pensar que Dios ha permitido que algo tan grande permaneciese escondido del mundo por un tiempo tan largo, desconocido a los hombres, y después dejado para ser hallado, descubierto y ganado todo en nuestro tiempo”  Pedro Cieza de León


Con el descubrimiento de América se abre el periodo de los conquistadores y su posterior colonización y  establecimiento de unas instituciones y sociedad a imagen de  la española.

Siempre he sido enemigo de hacer juicios de valor respecto a la memoria histórica antes de recabar información  precisa y veraz que autentifique un hecho u otro. Esto mismo ocurre con una historia tan controvertida como la de los conquistadores. Por lo general, la imagen que el mundo tiene de la conquista es bastante negativa y está plagada de mitos y leyendas negras que nada tienen que ver con la realidad. 

Con todo no quiero justificar ni defender a unos invasores que en más de una ocasión usaron la fuerza injustificadamente para conseguir sus objetivos. Los esfuerzos por poner freno al abuso de la fuerza desmesurada de los conquistadores estuvo principalmente a cargo  del franciscano Bernardino de Sahagún o fray Bartolomé de las Casas, que en sus Crónicas de las Indias defiende la causa de los indígenas y denuncia el maltrato que conquistadores y encomendadores usan contra  aquellos. Por otra parte, ingleses, franceses y holandeses, enemigos naturales de España, también se encargaron de acrecentar el odio y la leyenda negra sobre nuestros antepasados. Sin embargo, hubo también partidarios y defensores de los conquistadores que minimizaron el impacto de la conquista. Entre ellos tenemos a Francisco López de Gómara, clérigo, historiador y cronista que relató la conquista de México a cargo de Hernán Cortés y escribió varias obras dedicadas a las Indias Occidentales. De igual modo 

Hay una tercera obra más imparcial llamada Historia General de los Hechos de los Castellanos  en las Islas i Tierra Firme del Mar Oceano que llaman Indias occidentales más conocida como Décadas y que tiene como cronista real a Antonio de Herrera, donde relata el descubrimiento y conquista de América. Esta obra está considerada una de las mejores crónicas de la época y puede ser descargada por internet para aquel que desee leerla y estudiarla. 

De igual valor son los escritos de Inca Garcilaso de la Vega, nacido en Perú y de sangre española e inca. Representa la conciliación de ambas culturas y las hace propias. Con 21 años vino a España y se enroló en el ejército, donde llegó al grado de capitán. Estuvo a las órdenes de Juan de Austria en la Guerra de las Alpujarras contra los moriscos sublevados. Fue un grandísimo escritor y nos dejó una Historia de Perú  que cuenta su descubrimiento, conquista, colonización y guerras civiles entre españoles.

No obstante, lo anteriormente expuesto no es sino una sola gota en el océano, comparado con la cantidad de manuscritos y crónicas existentes de la época y que está al alcance de todos en internet con un solo  click en el ordenador. 


LA ERA DE LOS CONQUISTADORES


"Y porque haya fama memorable de nuestras conquistas, pues hay historias de hechos hazañosos que ha habido en el mundo, justa cosa es que estas nuestras  tan ilustres se pongan entre las muy nombradas que han acaecido..."  Bernal Díaz del Castillo.

El descubrimiento de América fue un hito histórico sin precedentes. Tras las primeras expediciones patrocinadas por la corona, llegaría el turno a la empresa privada, costeada por particulares que tenían los recursos necesarios para formar una expedición. Y cuando digo empresa, exactamente es eso, una empresa privada cuya subvención estaba patrocinada para obtener beneficios económicos, por mucho que se quiera disfrazar con la parte espiritual de la expedición. 

A partir de 1499 y hasta 1503, las expediciones que habían salido hacia América "solo" obtuvieron beneficios de índole geográfico y ampliaron el conocimiento de las costas caribeñas. El viaje que Alfonso Ojeda y Juan de la Cosa hicieron junto a Américo Vespucio en 1500 y que recorrió la costa venezolana y brasileña, ayudó a comprender que se hallaban en un nuevo mundo. Los alemanes entonces llamaron al nuevo continente descubierto, con el nombre de América, en honor del geógrafo italiano. Pronto el nombre se popularizó en todo el mundo, sin embargo, en España se llamó durante los siglos venideros, Indias Occidentales.  Económicamente, los resultados de estos viajes fueron mediocres y a diferencia de los indígenas insulares, los del continente pusieron resistencia y hubo de recurrir a expediciones militares. 

Fue con la expedición de Nuñez de Balboa en 1509 que se dio paso a la primera hueste de conquista. Su expedición fue modelo para la mayoría de las posteriores expediciones.

Antes de embarcar, el jefe de la expedición necesitaba  una autorización oficial llamada capitulación. Era una especie de contrato en el que se especificaba la fecha, los límites territoriales de la conquista, los privilegios y poderes del líder de la expedición , así como el reparto del botín. El titular era siempre la corona española que además percibía una parte del botín, el quinto real. El rey podía conceder la gobernación pero no el usufructo ni la posesión. En el contrato también existía disposiciones respecto al trato con los indígenas y la corona podía contribuir con víveres o expedía licencias para la introducción de esclavos de raza negra.

Por lo general, los reclutas debían llevar sus propias armas y caballos. Si no poseían nada de esto, el jefe de la expedición podía proporcionarlo y descontarlo luego del botín. El objetivo era conquistar y ocupar el territorio para establecerse en él. Los reclutas no contraían ninguna obligación especial, era una asociación voluntaria, por lo que podían abandonar la empresa cuando quisieran. Estas expediciones eran imprevisibles y no garantizaba el éxito, así que los reclutas no podían reclamar nada si fracasaban en el intento. 



El vestuario y armas del conquistador podían diferir mucho uno de otro, dependiendo de su poder adquisitivo y riqueza. El casco típico tenía una cresta de acero y laterales amplios que acababan en punta. Para Cortés era la parte más importante de la armadura. Todos los conquistadores iban armados con espadas de acero, estrechas con 1 m de longitud y afiladas por los dos lados. Algunos españoles vestían trajes acorazados que resistían muy bien las acometidas enemigas.  

En este punto conviene destacar y desterrar de nuestro pensamiento la imagen típica de tropas militares españolas al servicio de la Corona, durante la conquista de América. Este es un mito que debemos desechar. No todos los "soldados" embarcados en la conquista eran militares profesionales. De hecho, a veces, el número de militares no llegaba ni al 3% de la expedición. Las tropas propiamente militares, los famosos tercios creados por Gonzalo Fernández de Córdoba, se hallaban luchando en las guerras europeas o contra los turcos y eran soldados del rey. Los hombres de las primeras expediciones eran jóvenes de entre 20 y 30 años de todos los estratos sociales, desde nobles a campesinos o artesanos, predominando los de las capas más bajas.  Los cronistas y documentos de la época hablan de que la conquista fue originada por iniciativa privada,  con empresarios armados y  huestes que estaban formadas en gran número por civiles como herreros, campesinos, barberos, etc. Sin embargo también se embarcaban algunos veteranos de las guerras de Italia o África.

Aunque estos civiles iban armados y utilizaban tácticas militares, no se les puede considerar soldados, al carecer de instrucción militar, no cobraban un salario excepto el botín y no existía una jerarquía definida. Lo cierto es que las fuentes contemporáneas no hablan en ningún momento de un ejército  en el sentido que ese término encierra.

El reparto del botín que seguía a la conquista estaba determinado por la jerarquía y normalmente el caudillo podía recibir el cargo de gobernador, capitán general, alguazilazgo, etc... Los conquistadores más importantes obtendrían además algún título nobiliario. Los más distinguidos tendrían encomiendas y los soldados a caballo se beneficiaban de mayores repartos de tierra que los de infantería. Antes del reparto, se separaba el quinto real, una quinta parte de lo obtenido y que era la parte correspondiente al rey. Con el tiempo y con el afán de riqueza, muchos conquistadores emprendían saqueos ilegales o engañaban a la propia corona sobre los impuestos que debían pagar.

Si la conquista tenía éxito y se cumplían los objetivos, se fundaban pueblos y se colonizaba la tierra.



EL REQUERIMIENTO

"Es una burla de la verdad y de la justicia y un gran insulto a nuestra fe cristiana y a la piedad y caridad de Jesucristo y no tiene ninguna legalidad." Bartolomé de las Casas.

Cuando el líder de la expedición descubría alguna tierra nueva, tenía la obligación de leer a las autoridades indígenas el llamado requerimiento, un documento que advertía a la población local bajo amenaza, que debían someterse ellos mismos y sus tierras a los reyes de España, en virtud de la voluntad divina. Como el texto era proclamado y leído en español,  los indígenas no entendían nada. Para que el lector se haga una idea, reproduzco íntegramente dicho documento:

"De parte del rey, Don Fernando, y de su hija, Doña Juana, reina de Castilla y León, domadores de pueblos bárbaros, nosotros sus siervos, os notificamos y os hacemos saber, como mejor podemos,

     Que Dios nuestro Señor, uno y eterno, creó el cielo y la tierra, y un hombre y una mujer, de quien nos y vosotros y todos los hombres del mundo fueron y son descendientes y procreados, y todos los que después de nosotros vinieran. Mas por la muchedumbre de la generación que de estos ha salido desde [hace] cinco mil y hasta más años que el mundo fue creado, fue necesario que los unos hombres fuesen por una parte y otros por otra, y se dividiesen por muchos Reinos y provincias, que en una sola no se podían sostener y conservar.

     De todas estas gentes Dios nuestro Señor dio cargo a uno, que fue llamado San Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese señor y superior a quien todos obedeciesen, y fue cabeza de todo el linaje humano, dondequiera que los hombres viniesen en cualquier ley, secta o creencia; y dióle todo el mundo por su Reino y jurisdicción, y como quiera que él mandó poner su silla en Roma, como en lugar más aparejado para regir el mundo, y juzgar y gobernar a todas las gentes, cristianos, moros, judíos, gentiles o de cualquier otra secta o creencia que fueren. A este llamaron Papa, porque quiere decir, admirable, padre mayor y gobernador de todos los hombres.

     A este San Pedro obedecieron y tomaron por señor, Rey y superior del universo los que en aquel tiempo vivían, y así mismo han tenido a todos los otros que después de él fueron elegidos al pontificado, y así se ha continuado hasta ahora, y continuará hasta que el mundo se acabe.

     Uno de los Pontífices pasados que en lugar de éste sucedió en aquella dignidad y silla que he dicho, como señor del mundo hizo donación de estas islas y tierra firme del mar Océano a los dichos Rey y Reina y sus sucesores en estos Reinos, con todo lo que en ella hay, según se contiene en ciertas escrituras que sobre ello pasaron, según se ha dicho, que podréis ver si quisieseis.

     Así que sus Majestades son Reyes y señores de estas islas y tierra firme por virtud de la dicha donación; y como a tales Reyes y señores algunas islas más y casi todas a quien esto ha sido notificado, han recibido a sus Majestades, y los han obedecido y servido y sirven como súbditos lo deben hacer, y con buena voluntad y sin ninguna resistencia y luego sin dilación, como fueron informados de los susodichos, obedecieron y recibieron los varones religiosos que sus Altezas les enviaban para que les predicasen y enseñasen nuestra Santa Fe y todos ellos de su libre, agradable voluntad, sin premio ni condición alguna, se tornaron cristianos y lo son, y sus Majestades los recibieron alegre y benignamente, y así los mandaron tratar como a los otros súbditos y vasallos; y vosotros sois tenidos y obligados a hacer lo mismo.

     Por ende, como mejor podemos, os rogamos y requerimos que entendáis bien esto que os hemos dicho, y toméis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo, y reconozcáis a la Iglesia por señora y superiora del universo mundo, y al Sumo Pontífice, llamado Papa, en su nombre, y al Rey y Reina doña Juana, nuestros señores, en su lugar, como a superiores y Reyes de esas islas y tierra firme, por virtud de la dicha donación y consintáis y deis lugar que estos padres religiosos os declaren y prediquen lo susodicho.

     Si así lo hicieseis, haréis bien, y aquello que sois tenidos y obligados, y sus Altezas y nos en su nombre, os recibiremos con todo amor y caridad, y os dejaremos vuestras mujeres e hijos y haciendas libres y sin servidumbre, para que de ellas y de vosotros hagáis libremente lo que quisieseis y por bien tuvieseis, y no os compelerán a que os tornéis cristianos, salvo si vosotros informados de la verdad os quisieseis convertir a nuestra santa Fe Católica, como lo han hecho casi todos los vecinos de las otras islas, y allende de esto sus Majestades os concederán privilegios y exenciones, y os harán muchas mercedes.

     Y si así no lo hicieseis o en ello maliciosamente pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios, nosotros entraremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos, y os sujetaremos al yugo y obediencia de la Iglesia y de sus Majestades, y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus Majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen;
y protestamos que las muertes y daños que de ello se siguiesen sea a vuestra culpa y no de sus Majestades, ni nuestra, ni de estos caballeros que con nosotros vienen.

     Y de como lo decimos y requerimos pedimos al presente escribano que nos lo dé por testimonio signado, y a los presente rogamos que de ello sean testigos."

Una vez leído el requerimiento, un notario levantaba acta notarial, dejando constancia de que los indios habían sido advertidos. Entonces se concedía a los indígenas un tiempo para pensarlo. Si aceptaban se convertían en vasallos de la corona, si no, se les hacía la guerra. El requerimiento se extinguió en 1542 con la proclamación de las Leyes Nuevas. A partir de esa fecha ya no se habla de conquistar sino de pacificar. 



COMO UNOS POCOS VENCIERON A MUCHOS

"¿Cuando se vieron en los antiguos ni modernos tan grandes empresas de tan poca gente, y por tantos climas de cielo y golfos de mar y distancia de tierra ir a conquistar lo no visto ni sabido? Y ¿quién se igualará con los de España? No por cierto los Judíos, Griegos ni Romanos, de quién más que de todos se escribe... 

Porque si los romanos tantas provincias sojuzgaron, fue con igual, o poco menor número de gente, y en tierras sabidas y proveídas de mantenimientos usados, y con capitanes y ejércitos pagados. Mas nuestros Españoles, siendo pocos en número, que nunca fueron sino doscientos o trescientos, y algunas veces ciento y aun menos... Y los que en diversas veces han ido, no han sido pagados ni forzados, sino de su propia voluntad y a su costa han ido."   Francisco de Xerez, 1534

Aunque antes de la llegada de Cortés o Pizarro, los españoles ya habían mantenido contacto con la población indígena del continente, estos dos líderes extremeños fueron los conquistadores más célebres por someter a los dos imperios más grandes y fuertes de América de ese momento, el azteca y el inca. De modo que por su importancia, me centraré en la conquista de estos dos imperios en el próximo capítulo de esta serie. 

La pregunta que debemos hacernos es ¿Como pudieron estos conquistadores, con un puñado de hombres, someter  en poco tiempo a unos imperios que  habían costado siglos construir? 

La respuesta es bastante sencilla y tiene que ver con un cúmulo de factores como la fortuna, la fuerza, la tecnología, la superstición y las dotes diplomáticas. Hay que recordar que los españoles venían de someter a los musulmanes en la propia Península, de vencer a los franceses en las guerras europeas y de conquistar las Canarias, cuya experiencia en tierras insulares ayudó a los españoles en la posterior conquista del continente americano, ya que muchos de los métodos empleados en las islas contra los guanches fueron empleados en América. 

Entre el armamento utilizado, la caballería, artillería, armas de fuego o las armas blancas españolas no tenían rival contra unas armas nativas propias del neolítico. Los indígenas inicialmente se aterraron ante la vista de los caballos o el daño que  arcabuces y  artillería ocasionaban, pero pronto perdieron el miedo y no tuvieron reparos en atacar con sus rudimentarias armas, a un enemigo bien pertrechado y armado. Sin embargo, los naturales siempre temieron a los mastines o alanos que los castellanos llevaron consigo. Estos canes estaban entrenados para destrozar y matar a unos indígenas que ante la presencia de estos perros huían despavoridos. Estos animales causaban tantas bajas como el acero toledano de las espadas, los arcabuces o la artillería. Además, eran excelentes guardianes y podían avisar de cualquier incursión nativa nocturna. Los perros americanos en cambio eran pequeños, casi mudos e inservibles para la guerra. Tal era la consideración a estos animales que incluso ¡percibían su propio salario!



Sobre estas líneas armas aztecas utilizadas contra los españoles. 1. lanzadardos; 2. honda; 3. maza; 4. macahuitle; 5. arco y flecha; 6. lanza con hojas de obsidiana. 


No podemos olvidar a las tribus indígenas aliadas de los españoles, ya que sin su ayuda la conquista total del continente se habría extendido en el tiempo. Estos pueblos sometidos albergaban un increíble odio hacia sus conquistadores aztecas o incas y no dudaron en ponerse del lado de los españoles cuando vieron la posibilidad de sacudirse el yugo de sus antiguos amos. Tanto aztecas como incas en sus respectivos territorios practicaban además, terribles sacrificios humanos que horrorizaron tanto a los conquistadores españoles como a los pueblos indígenas sometidos, que periódicamente veían como sus dominadores ejecutaban en ritos de sangre a su propia gente, a la que tenían que entregar como tributo. Así, los españoles consiguieron el apoyo de numerosas tribus como tropas auxiliares, contra los dos grandes imperios de ese momento. Es muy difícil aventurar que habría pasado si todos los nativos se hubieran apoyado y unido contra los conquistadores blancos. Claramente, la superioridad numérica indígena era abrumadora y los españoles lo habrían tenido muy complicado, pero también es verdad que ante la posibilidad de tantas riquezas, América habría sucumbido tarde o temprano ante la codicia de las naciones europeas y no eran rival por mucho que les acompañara los números. La historia nos ha demostrado que la victoria no depende del número de enemigos y Cortés fue muy avispado con su despliegue de fuerza e ingenio, ya que logró impresionar a unas tribus que vieron en los españoles gente con la que no debían meterse. 

El aspecto físico encajó perfectamente en la creencias mitológicas, extendidas por casi todo el continente americano, que profetizaban  el retorno de unos  dioses blancos ante los que los indígenas no podrían ofrecer resistencia. Estas creencias, causa de sentimientos de impotencia colectiva, hábilmente fomentadas por los conquistadores, explican en parte la relativa facilidad de la implantación de los españoles en América. 

La enfermedad como arma bacteriológica también tuvo algo que ver. Los españoles no lo sabían, pero enfermedades como la gripe o la viruela eran pandemias de las que los organismos  indígenas nada podían hacer. El sistema inmunológico indígena no estaba preparado para soportar las enfermedades europeas que los españoles llevaron consigo. Fueron las pandemias y no la espada la mayor genocida del mundo americano. En el sitio de Tenochtitlan la viruela hizo estragos entre la población sitiada que no tuvo más remedio que rendirse.

En este punto quiero aclarar otro mito que tiene que ver con el supuesto genocidio de los naturales. De acuerdo con la RAE, la palabra genocidio viene a decir lo siguiente: Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad. Es decir, es el intento de exterminar por completo y de manera consciente a otro grupo humano. 

Las teorías sobre la altísima mortandad causada en América van más allá de la teoría homicídica o tesis del genocidio que habla de un exterminio violento de etnias enteras. Se ha insistido en las epidemias aportadas por los conquistadores así como el efecto psicológico y socioeconómico de la conquista. A esto hay que sumarle la desgana vital, una especie de crisis anímica causada por el choque brutal de ambas culturas. Otros autores creen que la población americana había llegado al límite de sus posibilidades de crecimiento en relación con su capacidad de producir alimentos y con su nivel tecnológico, lo que explicaría el impacto de las epidemias y de la desestructuración social y económica acarreada por la conquista, de modo que cualquier influencia extraña podría haber llevado al colapso.

Los españoles NUNCA tuvieron intención de exterminar a los indígenas de manera consciente, a diferencia de los ingleses, cuyo ideal racial era el WASP: white anglo-saxon and protestant (blanco, anglosajón y protestante). Aunque la evidencia nos impide negar las atrocidades que algunos conquistadores españoles cometieron, existieron leyes reales que protegían a los indígenas y que veremos más adelante. En la Península, las crónicas de la época nos cuentan que por naturaleza, los españoles eran fáciles de provocar y dispuestos a sacar la espada en duelo a la mínima. Así, la falta de entendimiento y malinterpretación de algunos actos nativos hacía desenvainar la espada y atacar impunemente "por si las moscas". La eliminación de la población además, no tendría mucho sentido, ya que al ser considerados vasallos de la corona, los indígenas tenían derechos adquiridos así como la misma obligación de pagar impuestos tanto al rey como a los encomenderos, por tanto eran mano de obra muy valiosa. 

Los ingleses apenas celebraron matrimonios mixtos con las indígenas de las colonias del norte. Y es que las mujeres indígenas les parecía repugnantes. Cuentan las crónicas que casi todas las escasas mujeres blancas de las colonias en el siglo XVII estaban embarazadas (algunas eran incluso adolescentes) ante la negativa de los wasp de acostarse con las indígenas. Los españoles sin embargo, no tuvieron reparos en unirse y tener hijos con las mujeres indígenas de las que muchos se enamoraron realmente. En América se vivía la poligamia y cuando los conquistadores llegaron, los caciques entregaron a estos incontables mujeres. Las crónicas nos cuentan que hubieron de venir clérigos a poner orden, ya que muchos de aquellos que se llamaban a si mismos cristianos, tenían varias esposas e innumerables hijos. Alguno llegó a tener ¡60 hijos!. Sin duda, uno de los aportes más interesantes entre las dos culturas fue el mestizaje.



Los enlaces entre conquistadores y mujeres nativas no solo fueron práctica común sino que se fomentó ante la escasez de mujeres blancas.


OTROS CONQUISTADORES

No podemos olvidar y dejar de lado a un pequeño grupo cuyo protagonismo en la Conquista fue notable. Me refiero a los hombres de raza negra que en principio acompañaron a los españoles como esclavos y que logrando su manumisión formaron parte de las expediciones como conquistadores. Las crónicas de la época  nos habla de conquistadores de raza negra manumitidos por los españoles y que acompañaron a estos durante la conquista, que como Juan Valiente,  se embarcaron voluntariamente y fueron grandes guerreros. Merece destacar entre estos descendientes de africanos pero criados en España, a Juan Garrido, Sebastián  Toral o Miguel Ruiz, entre otros. 

El caso de Juan valiente es excepcional. Aún con la vitola de esclavo, convenció a su amo para que le dejara salir de expedición bajo la promesa de traer grandes riquezas. Estuvo con el conquistador Pedro de Alvarado y posteriormente Diego de Almagro, Llegó a Chile y ayudó a fundar Santiago de Chile. Se casó y recibió una encomienda. Su días muerte llegó en la batalla de Tucapel, a las órdenes de Pedro de Valdivia. 



Juan Garrido fue un conquistador de origen africano que estuvo al servicio de la milicia española durante 30 años

Para los indígenas, estos hombres les resultaban extraños y estaban asombrados por el color oscuro de su piel de la que pensaban era postiza. Muchos fallecieron cuando los indios intentaron lavarlos hasta la muerte. 


“Estaba entre aquellos españoles un negro esclavo de uno de ellos, con cuyo aspecto se espantaron mucho los bárbaros, por no haber visto jamás gesto de hombre de aquel color, y para probar si era postizo lo lavaron con agua muy caliente refregándolo con corazones de mazorcas de maíz, y haciendo otras diligencias para tornarlo blanco; pero como sobre lo negro no hay tintura, él quedó tan negro como su ventura, pues fue tal que lo trajo a manos de gente tan inhumana, que después de todo esto le dieron una muerte muy cruel”. Pedro Mariño de Lobeira. Crónica del Reino de Chile. 

“Entre los asaltos que daban a los españoles y los robos que hazian, cogieron una negra de un soldado llamado Estevan de Guevara, y como no avian visto negros, causóles al principio miedo y después admiración; concurrían unos y otros a verla y a tocarla y ninguno se podia persuadir a que fuesse nativo aquel color, sino que sin duda era postizo. Y para salir de ella, la llebaron al rio y la desnudaron y no hazian sino echarla muchas bateas de agua y refregarla, y como no se le quitaba el color negro sino que antes con agua relucia mas, trajeron piedra pómez y otras cosas asperas y con grande fuerza la rasparon el pellexo, martirizándola, hasta que viendo que con ninguna diligencia se le quitaba el negro, conocieron que era natural azabache. Y para que en todas las provincias viesen una cosa tan nueva y admirable, la desollaron viva, y sacándola todo el pellejo del cuerpo y de la cara la llenaron de paxa, y la traían de unas partes en otras, y en las fiestas y borracheras la sacaban para que la gente tuviera que ver”  Diego de Rosales. Historia general del Reyno de Chile.

Resulta paradójico que Bartolomé de las Casas que defendía tanto a los indios, abogara por la utilización de esclavos africanos para hacer el trabajo duro de las minas y la agricultura. Y es que de las Casas creía en la admonición de San Agustín, quien proclamaba que los negros carecían de alma y que por tanto se les podía explotar. Y es que para la mentalidad europea del momento el color negro era algo imperfecto, negativo y extraño.



SACRIFICIOS HUMANOS

"Los españoles tenemos una enfermedad del corazón que sólo se puede curar con oro"  Hernán Cortés

No fueron pocos los prisioneros españoles que durante la conquista acabaron con el corazón arrancado del pecho aún palpitante  o forzados a tragar oro fundido como represalia a sus ansias de este preciado metal. Y es que los grandes imperios azteca e inca practicaban terribles rituales de sangre en honor a sus dioses. 

El imperio azteca dominaba y regía sobre unas 10 millones de personas. Como los sacrificios eran constantes es posible que el número de sacrificados fuera enorme y las mayores cifras de toda la historia de la Humanidad.  Los encargados de los sacrificios eran los sacerdotes bajo la supervisión de un sacerdote y sacerdotisa. Eran unos expertos anatomistas a la hora de usar el cuchillo. No es de extrañar que muchos pueblos sometidos se pusieran de lado de los españoles ya que uno de los compromisos que hacían con lo aztecas era el de proporcionar a estos un número de víctimas para aplacar y contentar a los dioses. A veces, las víctimas se ofrecían de forma voluntaria bajo la promesa de grandes riquezas en el más allá. No obstante, no debemos pensar que los aztecas lo hacían por sed de sangre. Los sacrificios eran necesarios para mantener la prosperidad del pueblo. 

Antes de la conquista existía una especie de acuerdo entre las ciudades mesoamericanas para la celebración de guerras rituales, consistentes en la captura de prisioneros para ser sacrificados. Son las llamadas Guerras Floridas, consideradas por los indígenas como necesarias para mantener una demografía estable y pedir la intercesión de los dioses con sus problemas cotidianos.

Cuando Cortés llegó a Tenochtitlan, él y sus experimentados y violentos hombres no pudieron contener la angustia y el espanto al contemplar estos sacrificios por su brutalidad y crueldad. En las guerras, los guerreros aztecas intentaban capturar con vida a sus enemigos para sacrificarlos a sus dioses. De acuerdo con las crónicas documentadas, los métodos eran horribles. Se arrancaba el corazón de la víctima y se mostraba al Sol; las víctimas eran despellejadas vivas y su piel se la ponían los sacerdotes y con frecuencia las ofrendas se hervían en enormes cubas, ya que los sacerdotes y otros nobles creían que era importante ingerir la esencia de los enemigos caídos. Otra posible causa para los sacrificios y la ingesta de carne humana sería la de aliviar la fuerte demografía y complementar la alimentación en tiempos de escasez.

A causa de los sacrificios, Cortés pudo contar con la inestimable ayuda de algunas tribus sublevadas al Imperio azteca.


Cada 52 años, los sumos sacerdotes subían a la colina más alta de Tenochtitlan y a medianoche un sacerdote mataba a un cautivo y le sacaba el corazón; en el interior de la cavidad torácica de la víctima intentaba hacer fuego. Si el sacerdote no lo lograba, los aztecas creían que las estrellas desaparecerían y los dioses consumirían la Tierra. 




FIN DE LA CONQUISTA

Es en 1542 cuando se clausura la era de los conquistadores con las Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por su magestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios, más conocida por las Leyes Nuevas. El rey estaba muy preocupado por las noticias que le llegaban sobre los desmanes y corrupción que imperaba en América, o el trato que se le dispensaba a los indígenas. En este tratado de 40 capítulos se regulan varias disposiciones respecto a los asuntos de las Indias:

Se crea el virreinato de Perú.

Se suprimen las encomiendas (Que los oficiales reales, del virrey para abajo, no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías. Que el repartimiento dado a los primeros Conquistadores cesara totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio.)

Se suprimen las guerras de conquista.

Se suprime la esclavitud indígena donde la hubiere. (Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a mantenerlos en ese estado...Que se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de cargadores, sin su propia voluntad y con la debida retribución)

En 1545 y bajo presión de los indianos, se derogaron estas leyes, echando por tierra el trabajo de Bartolomé de las Casas, su máximo valedor. En 1573 se proclamarían unas nuevas leyes.